10.09.13

La edad media de los mártires es... 42,3 años

A las 3:07 PM, por Santiago Mata
Categorías : Sin categorías

El cardenal de Madrid, monseñor Rouco, dijo en el estreno de la música de la misa de beatificación del 13 de octubre en Tarragona, que tuvo lugar ayer en la Almudena, que los mártires de la guerra civil solían ser jóvenes, que su media de edad estaría entre 30 y 40 años… Pero como solicitó que quien pudiera hacer el cálculo precisara el dato, ahí va:

42,3 es la media de edad de los 1.523 mártires
Superior por tanto a lo que pensaba el cardenal. Si nos referimos a los 522 que serán, Dios mediante, beatificados en Tarragona, la media es de 44,1 años. Cuando el cardenal dijo que miles de jóvenes murieron mártires en esa persecución religiosa del siglo XX en España, sin duda es cierto: sobre todo por los muchos que aún están sin beatificar.

Para que no quede todo en el frío dato, señalaré quién es el más joven y el de mayor edad entre los mártires ya beatificados. El primero es el navarro Justo Gil Pardo, que tenía 16 años (nació el 18 de octubre de 1920) cuando lo fusilaron en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936. Era diácono de los Oblatos de María Inmaculada (de Pozuelo de Alarcón) y fue beatificado el 17 de diciembre de 2011 precisamente en la Almudena, en la última beatificación anterior a la de Tarragona, junto con otros 21 religiosos de su orden (O.M.I.) y el laico Cándido Castán San José. Gil Pardo murió en el último grupo de esa causa de beatificación, ya que un primer grupo de ocho, en el que iban Castán, fue asesinado en la Casa de Campo el 24 de julio, otro religioso lo fue en Paracuellos el 7 de noviembre y uno más al día siguiente en Soto de Aldovea (Torrejón de Ardoz, Madrid). Los 13 oblatos mártires del 28 de noviembre compartieron fecha y lugar de martirio con 13 mercedarios beatificados en 1992, 12 agustinos, tres salesianos y dos dominicos beatificados en 2007, y un carmelita de la antigua observancia –Francisco (padre Alberto María) Marco y Alemán- que será beatificado en Tarragona; el mismo día pero en distinto lugar fueron asesinados otros dos beatos: el lasaliano Ramiro (hermano Vidal Ernesto) Frías García -asesinado junto al cementerio de Vicálvaro, Madrid; también será beatificado en Tarragona- y el laico de Acción Católica Luis Campos Gorriz, asesinado en el Picadero de Paterna (Valencia) y beatificado en 2001.

El más joven de los que serán beatificados en Tarragona es el carmelita de la antigua observancia José (Ángel María) Sánchez Rodríguez, asesinado con 18 años recién cumplidos frente a las tapias del cementerio de Carabanchel Bajo, en la madrugada del 18 de agosto, junto con otros siete profesos y novicios del convento del Carmen de Onda (Castellón), que habían sido llevados a Atocha el 28 de julio, y al no poder seguir viaje hacia Segovia (que estaba en zona nacional), fueron llevados a un asilo de ancianos del Paseo de las Delicias, donde permanecieron hasta la medianoche del 17 de agosto, cuando un grupo de milicianos irrumpió en la sala donde dormían y les ordenó vestirse de inmediato, dejando todo equipaje en su sitio.

La más anciana: 86 años y medio

La mártir más anciana sí es una que lo será canónicamente a partir del 13 de octubre: la Sierva de María sor Aurora López González, de 86 años y medio (nació el 28 de mayo de 1850 en San Lorenzo de El Escorial), que comparte fecha de martirio -el 6 de diciembre- con otros 15 beatos entre los que se encuentran 11 de las 303 personas asesinadas ese día en Guadalajara como represalia por un bombardeo de los nacionales contra la capital alcarreña.
Junto con sor Aurora López González -era la más anciana de su instituto, con 62 años de vida religiosa- murieron y serán beatificadas otras tres Siervas de María: la madre Aurelia Arambarri Fuente, de 70 años, y las hermanas Daría Andiarena Sagaseta, de 57, y Augustina Pena Rodríguez, de 36. Vivían en la espaciosa casa con que desde 1911 contaba la congregación para que se retirasen en ella las hermanas mayores, prestando servicio de asistencia a los enfermos en dicha población. No fue hasta el 21 de noviembre de 1936, al llegar el frente al pueblo, cuando las hermanas fueron obligadas a dispersarse. A primeros de diciembre, se las trató de evacuar pero estas cuatro fueron reconocidas y, al no negar que eran religiosas, las mataron. La madre Arambarri ingresó en el instituto con 20 años en 1866, recibiendo el hábito de la fundadora, santa María Soledad Torres Acosta. Hizo la profesión temporal en 1887 y la perpetua en Puerto Rico en 1894. Fue superiora de varias comunidades en México, hasta que la revolución la expulsó en 1916. De 1929 a 1934 fue consejera provincial en Madrid. Su lema, en la calma y en la adversidad, era: “de Dios somos, no permitirá que nos pase nada malo”.

 

Una misa para fomentar la amistad con los mártires
No puedo comentar como experto la música de la misa estrenada ayer, si bien acudí junto con un tenor al que le gustó. Varias personas, entre las que me incluyo, apreciaron como particularmente hermoso el himno que se cantó al final (“Como los mártires”), compuesto para la beatificación de 2007. Entre los comentarios en el acto, subrayo el del director de la orquesta y coro de la JMJ, Pedro Alfaro: “apenas éramos conscientes de esta realidad histórica y espiritual que suponen los mártires del siglo XX en España”.

Pienso que no podemos dar por supuesto que sabemos quiénes son y qué les pasó… Dedicándoles una bonita música y una ceremonia de beatificación contribuimos a su glorificación: en la medida en que ayudamos a que sean más conocidos y -esto es lo principal- abrimos nuestra alma a las gracias que pueden conseguirnos… Ni nos estamos gloriando nosotros -ni por supuesto “echando culpas a otros”-, ni glorificando a los mártires como héroes cargados de méritos: la gloria la da Dios y nosotros al reconocerlo salimos ganando… A condición de no fomentar un mero recuerdo, sino el trato (devoción) con personas vivas, dispuestas a ayudarnos, que ahora serán más poderosas, por su elevación a los altares pero sobre todo porque al son de esa música y ceremonia es como si el cielo se abriera y, si sabemos mirar y acudir a esos amigos celestiales, nos haremos nosotros más capaces de ser ayudados.