21.09.13

 

Para empezar y que no se me pongan quisquillosos, a mí que José María Castillo vaya a misa los domingos, los viernes a la mezquita o prefiera rezar con los Hare Krishna me trae completamente al fresco. José María Castillo, Pepe Pérez, Mari García o Trini dos Santos. Pero si uno de ellos me dice que en misa nunca hay gente y que la media de edad no baja de los setenta, pues les respondo que a misa van poco, simplemente.

La “famosa” entrevista del papa está suscitando comentarios de lo más variopinto. Los hay que echan las campanas al vuelo afirmando que por fin se va a cambiar la moral sexual, por ejemplo, y los hay que sobre esto mismo dicen que ná de ná. Para gustos, los colores. Hay que leerse la entrevista varias veces para darse cuenta de que dice más de lo que parece y bastante menos de lo que se desearía. Es mi opinión.

A la palestra ha salido el ínclito José María Castillo para descolgarse nada menos con la afirmación de que “es de enorme interés lo que Francisco afirma sobre la moral sexual en la que machaconamente insiste tanto el clero”. ¿Comprenden por qué afirmo que José María Castillo hace mucho que no pisa la iglesia los domingos?
¿Así que el clero insiste machaconamente en la moral sexual? Don José María yo creo que lleva sin ir a misa desde los años sesenta. Porque ahí están los lectores para decirnos cuánto tiempo hace que no escuchan en una homilía hablar del sexto mandamiento. Más aún, cada vez hablamos de menos cosas en las homilías que se han quedado para buenismos insípidos y decir que hay que ser buenos y compartir con los pobres, vamos, lo que sería el discurso anual de cualquier responsable de una ONG sin demasiadas pretensiones.

¿Qué los sacerdotes estamos obsesionados con la moral sexual? Será él, ý por eso saca el tema a colación venga o no venga a cuento. Pero es que ni los sacerdotes, ni el papa ni los obispos. Le invito a repasar las encíclicas de Juan Pablo II y Benedicto XVI a ver cuántas están dedicadas a la moral sexual y cuantas a la trasmisión de la fe, la evangelización y la justicia y la solidaridad.

Siguen viviendo de los años setenta, del kumbayá, la iglesia represora y vigilante del largo de la falda, la comunidad de base extinta, y a por los obispos que son los malos. Es igual, se aprendieron el discurso de la disidencia hace cuarenta años y no han sabido pasar de ahí. En cuarenta años hemos pasado del cuatro latas al AVE, de la multicopista a internet, de la máquina de escribir al ordenador, de la carta a mano al “guasap”. Pero dale con que si la iglesia obsesionada por el sexo. Están en un plan que hasta Lamet se los ha desmarcado. Acabarán como los amish: viva el 68. Cualquier día aparece Castillo con un pantalón campana.