25.09.13

 

Elena Zhosul, directora de la Cátedra de Periodismo y Relaciones Públicas de la Universidad Ortodoxa Rusa de Moscú, ha escrito uno de los artículos más interesantes que he leído últimamente. Explica cómo se ve entre los ortodoxos rusos la cuestión del papel de la mujer en la Iglesia. Y, a decir verdad, me confirma en una idea que tengo desde que tuve la oportunidad de adentrarme por los caminos de los cristianos ortodoxos al mismo tiempo que dejaba atrás el protestantismo. A saber, que el liberalismo teológico, el modernismo, no les ha afectado prácticamente en nada. No sé si son del todo conscientes de la bendición que supone tal circunstancia, pero he de reconocer que siento una sana envidia, si es que la envidia puede ser alguna vez sana.

Cito algunas frases de Elena:

La llamada «cuestión femenina» no forma parte del debate público eclesial y social en Rusia, simplemente porque no hay necesidad de plantearla.

… no se replantea ningún «estatus» particular para la mujer en la Iglesia, ni se constata la insuficiencia de sus derechos u oportunidades, ni mucho menos se reivindica su función en la práctica litúrgica, más allá de la que ya tiene durante los servicios litúrgicos en el canto y las lecturas.

El feminismo es, en cuanto fenómeno, ajeno a la población femenina ortodoxa rusa. No existe ninguna hostilidad, sino simplemente esta polémica no pertenece al área de nuestra vida. Gracias a Dios esta enfermedad no se ha difundido entre nosotros…

… a nadie se le ocurre reivindicar derechos particulares como el libre acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal; la del sacerdocio femenino para nosotros es una categoría completamente impensable. Y, para apoyar esta postura, podríamos aducir muchísimos argumentos teológicos.

Han leído ustedes bien. A NADIE se le ocurre pedir el sacerdocio femenino dentro de la iglesia ortodoxa rusa. Y sospecho que lo mismo ocurre en el resto de las iglesias ortodoxas en el mundo. No es que necesiten zanjar la cuestión con un pronunciamiento magisterial, como ha ocurrido en la Iglesia Católica. Es que ni lo discuten.

Me reconocerán ustedes que no deja de ser curioso que entre muchos católicos -mayormente heterodoxos- se siga insistiendo en un asunto que el papa Juan Pablo II, como recientemente recordó el papa Francisco, cerró definitivamente mediante una carta apostólica, mientras que los ortodoxos, sin Papa, viven su fe alegremente, al menos en esta materia, sin necesidad de estar peleándose con la Tradición.

Elena Zhosul llega a llamar “enfermedad” al feminismo. No faltarán mujeres católicas que la acusen de ser machista por decir eso, pero sospecho que le importará un comino.

Si alguien piensa que las mujeres ortodoxas son una especie de cero a la izquierda, conviene que se lea entero el artículo. Elena nos cuenta que “no hace mucho, algunas mujeres han empezado a ocupar responsabilidades en departamentos sinodales, las estructuras de gobierno de la Iglesia“. Es decir, sin necesidad de estar pateando veinte siglos de cristianismo, los ortodoxos rusos van dando cauce natural a la responsabilidad de sus mujeres.

Por cierto, conmovedor es la parte en que se explica el papel de las “abuelitas", que permanecieron fieles y propagaron la fe en medio del ateísmo comunista. Ellas representan lo mejor del alma de la gran Rusia.

Concluyo. Si algo me atrae del ecumenismo con los ortodoxos, es precisamente que lo mismo se nos pega algo de su inmunidad ante el modernismo y el liberalismo. Inmunidad que se da a todos los niveles: teológico, litúrgico, exegético. No verán ustedes a un solo teólogo ortodoxo tipo Küng, Queiruga, Boff, Pagola, etc. No verán ustedes a un solo bibilista ortodoxo repitiendo cual cacatua las tesis bultmanianas. No encontrarán en las librerías un solo libro escrito por un ortodoxo negando la historicidad de los milagros o de los evangelios de la infancia. Y no busquen abusos litúrgicos en sus misas, porque sencilla y llanamente no existen. Si un obispo ortodoxo se entera que uno de sus sacerdotes ha tenido la ocurrencia de “improvisar", lo pone de patitas en la calle.

Lástima que estos hermanos separados -bastante más cercanos a nosotros que los protestantes- estén todavía lejos de la Tradición en asuntos tan fundamentales como el papado y la indisolubilidad del matrimonio. Pero en aquello que están “pegados” a dicha Tradición, son más fieles que un porcentaje importante de bautizados católicos. Quiera Dios que algún día, no muy lejano, podamos participar de la misma Eucaristía.

Luis Fernando Pérez Bustamante