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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de septiembre de 2013

El papa Francisco

Francisco: "El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante con Él y con el prójimo"
El santo padre ha celebrado la misa en la Jornada de los Catequistas

Francisco: "Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia"
Homilía del santo padre en la eucaristía de la Jornada de los Catequistas

El papa invita a rezar una vez más por la paz en Siria y Oriente Medio
Palabras del santo padre en la oración del Ángelus

Santa Sede

Pietro Parolín: la Iglesia no es un poder, es un servicio
En una entrevista antes de dejar Venezuela, el futuro secretario de Estado habla sobre el futuro de la Iglesia

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Beato Francesc Castelló i Aleu
«Un ingeniero químico brillante con un futuro prometedor junto a su novia. Joven enamorado de Cristo que aconsejaba ser apóstoles de alpargata huyendo de las comodidades. Fue mártir de la fe en la guerra civil española de 1936»

RELIGIONES

Cardenal Vallini: "el verdadero discípulo no se pone a sí mismo en el primer lugar"
El cardenal vicario de Roma celebra la eucaristía de inauguración del encuentro internacional por la paz


El papa Francisco


Francisco: "El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante con Él y con el prójimo"
El santo padre ha celebrado la misa en la Jornada de los Catequistas

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre ha celebrado la eucaristía del domingo en una repleta plaza de San Pedro, en la Jornada de los Catequistas, en ocasión del Año de la Fe. Unas 100.000 personas han estado presentes en la plaza para la celebración eucarística.

Haciendo referencia a las palabras del profeta Amós, 'Ay de los que se fían de Sión...' el santo padre ha advertido sobre "el riego de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar. Y menciona también al hombre rico del Evangelio de hoy y pregunta "¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer? No era asunto suyo, no tenía que ver con él". Por eso ha subrayado el santo padre que "si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres: el rico del Evangelio no tiene nombre, es simplemente «un rico». Las cosas, lo que posee, son su rostro, no tiene otro".

Para explicar porqué sucede que a veces las personas ponemos nuestra seguridad en las cosas, ha dicho que "si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener". Y así ha recordado que "estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no de las cosas, no de los ídolos".

Un segundo aspecto del que papa ha hablado en su homilía es sobre la labor de los catequistas. De tal modo ha afirmado que el catequista es el "que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás". Y ha puesto como ejemplo a la Virgen María, que "no se cierra en sí misma" y que tras recibir el anuncio del Ángel lo que hace es ponerse en camino, "su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios", ha dicho el papa.

En el cántico de María - ha proseguido - está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma. Así mismo, recuerda el papa que el catequista "es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros".  Por eso ha preguntado el papa a los catequistas: "¿somos memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?"

Para finalizar Francisco ha hablado del camino a seguir para no ser superficiales, "como los que ponen su confianza en sí mismos y en las cosas". Una clave la da san Pablo en la carta a Timoteo "tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la paciencia, a la mansedumbre". Y ha añadido que "el catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo".

Al concluir, ha pedido al Señor "que todos seamos hombres y mujeres que custodian y alimentan la memoria de Dios en la propia vida y la saben despertar en el corazón de los demás".

Justo antes de la bendición final, monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, ha dado las gracias al santo padre en nombre de los catequistas allí presentes, junto con sus obispos y sacerdotes. Así mismo ha mencionado especialmente a los catequistas venidos de países como Vietnam, Haití, Nigeria, Siria, Turquía, donde son "signo tangible que el cristianismo está vivo y el Evangelio continua siendo anunciado".

Antes de retirarse, el santo padre se ha detenido un largo rato para saludar a los sacerdotes que habían concelebrado la misa. A las 12.15, Francisco se ha subido al jeep descubierto y ha recorrido los pasillos de la plaza y ha llegado hasta la Vía de la Conciliación para saludar y bendecir a los fieles presentes que mostraban su entusiasmo por encontrarse con el pontífice.

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Francisco: "Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia"
Homilía del santo padre en la eucaristía de la Jornada de los Catequistas

Por Francisco papa

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre esta mañana a las 10.30, ha celebrado la eucaristía por la Jornada de los Catequistas, en ocasión del Año de la Fe, en la plaza de San Pedro. Publicamos a continuación la homilía:

1. «¡Ay de los que se fían de Sión,... acostados en lechos de marfil!» (Am 6,1.4); comen, beben, cantan, se divierten y no se preocupan por los problemas de los demás.

Son duras estas palabras del profeta Amós, pero nos advierten de un peligro que todos corremos. ¿Qué es lo que denuncia este mensajero de Dios, lo que pone ante los ojos de sus contemporáneos y también ante los nuestros? El riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar. Es la misma experiencia del rico del Evangelio, vestido con ropas lujosas y banqueteando cada día en abundancia; esto era importante para  él. ¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer? No era asunto suyo, no tenía que ver con él. Si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres: mirad bien, el rico del Evangelio no tiene nombre, es simplemente «un rico». Las cosas, lo que posee, son su rostro, no tiene otro.

Pero intentemos preguntarnos: ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que los hombres, tal vez también nosotros, caigamos en el peligro de encerrarnos, de poner nuestra seguridad en las cosas, que al final nos roban el rostro, nuestro rostro humano? Esto sucede cuando perdemos la memoria de Dios. 'Ay de los que se fían de Sion', decía el profeta.  Si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio. Quien corre en pos de la nada,  él mismo se convierte en nada, dice otro gran profeta, Jeremías (cf. Jr 2,5). Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no a imagen y semajanza de las cosas, no de los ídolos.

2. Entonces, mirándoles a ustedes, me pregunto: ¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás. Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (cf. Lc 1,46.48.50). María tiene memoria de Dios. En este cántico de María está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta. El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar de transmitir todo aquello que Dios ha revelado, es decir, la doctrina de su totalidad, sin quitar ni añadir. San Pablo recomienda a su discípulo y colaborador Timoteo sobre todo una cosa: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, a quien anuncio y por el que sufro (cf. 2 Tm 2,8-9). Pero el Apóstol puede decir esto porque  él es el primero en acordarse de Cristo, que lo llamó cuando era un perseguidor de los cristianos, lo conquistó y transformó con su gracia.

El catequista, pues, es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida. El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios, memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su amor? Queridos catequistas, les pregunto: ¿Somos memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?

3. «¡Ay de los que se fían de Sión», dice el profeta. ¿Qué camino se ha de seguir para no ser «superficiales», como los que ponen su confianza en sí mismos y en las cosas, sino hombres y mujeres de la memoria de Dios? En la segunda Lectura, san Pablo, dirigiéndose de nuevo a Timoteo, da algunas indicaciones que pueden marcar también el camino del catequista, nuestro camino: Tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la paciencia, a la mansedumbre (cf. 1 Tm 6,11).

El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en  él su seguridad; si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné», de paciencia y perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia.

Pidamos al Señor que todos seamos hombres y mujeres que custodian y alimentan la memoria de Dios en la propia vida y la saben despertar en el corazón de los demás. Amén.

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El papa invita a rezar una vez más por la paz en Siria y Oriente Medio
Palabras del santo padre en la oración del Ángelus

Por Francisco papa

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Al finalizar la santa misa celebrada en el Sagrado de la Basílica Vaticana por la Jornada de los Catequistas en ocasión del Año de la Fe, el santo padre ha dirigido la oración del Ángelus.

Publicamos a continuación sus palabras para guiar la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas,

antes de concluir esta celebración, quiero saludaros a todos y daros las gracias por vuestra participación, especialmente a los catequistas venidos de tantas partes del mundo.

Un saludo particular a su beatitud Youhanna X, patriarca greco ortodoxo de Antioquía y de todo Oriente. Su presencia nos invita a rezar aún una vez más por la paz en Siria y en Oriente Medio.

Saludo a los peregrinos venidos desde Asís a caballo; como también al Club Alpino Italiano, en el 150º aniversario de su fundación.

Saludo con afecto a los peregrinos de Nicaragua, recordando que los pastores fieles de esa querida nación celebran con alegría el centenario de la fundación canónica de la provincia eclesiástica.

Con alegría recordamos que ayer, en Croacia, ha sido proclamado beato Miroslav Bulesic, sacerdote diocesano, muerto mártir en 1947. Alabamos al Señor, que da a los indefensos la fuerza del último testimonio.

Nos dirigimos ahora a María con la oración del Ángelus

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Santa Sede


Pietro Parolín: la Iglesia no es un poder, es un servicio
En una entrevista antes de dejar Venezuela, el futuro secretario de Estado habla sobre el futuro de la Iglesia

Por Redacción

ROMA, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El futuro secretario de Estado Vaticano, monseñor Pietro Parolín salió ayer con destino Roma, para el día 15 de octubre asumir su nuevo cargo en la Santa Sede. Antes de dejar Venezuela, donde se encontraba hasta ahora desempeñando el cargo de nuncio apostólico, concedió una entrevista al periódico venezolano El Nacional.

Durante la entrevista Parolín habla sobre el futuro de la Iglesia, la Iglesia en Venezuela y el trabajo que ha desempeñado en este país como nuncio apostólico.

Cuando recibió su episcopado de manos de Benedicto XVI, escogió la frase de San Pablo: “¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?” y explica que lo hizo porque "creo que la vida cristiana antes de ser una serie de ritos, celebraciones y normas morales, es la experiencia fuerte de un amor que ha llegado hasta nosotros en Jesucristo. De este amor nadie puede separarnos, salvo nosotros mismos. Interrogado sobre cómo podrían incorporar más creyentes a la fe católica en un mundo con otros valores, comenta que "adoptando el método de Jesús: acercarse a cada persona, cualquiera sea su condición o situación, y ofrecerle esta experiencia fuerte del encuentro con el Señor". Así mismo, al preguntarle sobre cómo incorporar más creyentes a la fe católica en un mundo con otros valores, dice que "si nosotros somos perseverantes en el amor lograremos vencer cualquier resistencia. Cierto, se necesita mucha paciencia. Se necesita también aceptar el rechazo y, además, no debemos medir los resultados por números y cantidades como si fuéramos una empresa".

También le preguntan sobre su papel en la misión de limpiar la imagen de la Santa Sede con respecto a las denuncias de pedofilia y corrupción, Parolín explica que con Benedicto XVI "hemos visto todo el compromiso que la Iglesia ha tomado en el tema de la pedofilia y sobre eso el papa Francisco se ha pronunciado claramente, con medidas muy concretas" y añade que "imagino que el Papa pedirá una opinión y nuestro deber será decírsela con libertad y franqueza. Después, a él le tocará decidir sobre los diferentes asuntos".

Así mismo, le preguntan por el tema "de la intención real de la Iglesia por ser menos jerárquica e incorporar a los laicos en las decisiones de la institución". Al respecto, el futuro secretario de Estado Vaticano responde que "la Iglesia no es un lugar en el que hay diferentes clases de personas: los que están arriba y los que están debajo. La Iglesia es una comunión en la que todos son iguales porque han recibido el bautismo, lo que nos da la condición fundamental de ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros". Y añade que la "Iglesia no es un poder, en el sentido mundano del término, es un servicio".

Otro asunto que abordan es el papel que él jugó en Venezuela como nuncio apostólico. "Cuando presenté mis cartas credenciales dije que esperaba ayudar al diálogo entre las partes. Esto fue lo que siempre me propuse. Si de veras he podido ayudar en algo, agradezco al Señor porque me mandó aquí. Por lo malo que lo he hecho, tenemos que pedir perdón", responde Parolín. Y hace un balance de su trabajo aquí " Venezuela es un país al que le tengo gran cariño. Aquí tuve muchos momentos de encuentro con la gente y esto es lo que extrañaré: la fe sencilla, pero muy profunda de la gente". Sobre este asunto, finaliza comentado que "espero que los venezolanos se encuentren como hermanos. En la vida hay diferencias pero lo importante es que no se vuelvan conflictos, sino que sirvan para integrarse y trabajar por el bien común. Esa es mi inquietud, que la ha dicho la Conferencia Episcopal Venezolana muchas veces: es tiempo de reencuentro, de reconciliación, de escucharse, de respetarse, de dar espacio a todos".

Concluye la entrevista hablando de la Iglesia en Venezuela. Esta semana la directiva de la Conferencia Episcopal Venezolana se reunió con el papa en Roma. Sobre qué influencia podría tener para el futuro de la iglesia en esta país latinoamericano, Parolín responde que "los obispos visitan al Papa para ser confirmados en la fe. En el caso del papa Francisco, los obispos encontrarán indicaciones muy prácticas porque él conoce muy bien la situación y podrán conversar y encontrar líneas de acción que les sirvan cuando regresen a Venezuela". Y profundiza afirmando que "más allá de la polarización, se busca que la Iglesia sea una comunidad que se pueda aceptar recíprocamente. Escuché algunas experiencias muy bonitas en este sentido, de comunidades que, aunque estaban divididas políticamente, sabían superar estas diferencias y encontrarse en algo común que era la fe".

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Beato Francesc Castelló i Aleu
«Un ingeniero químico brillante con un futuro prometedor junto a su novia. Joven enamorado de Cristo que aconsejaba ser apóstoles de alpargata huyendo de las comodidades. Fue mártir de la fe en la guerra civil española de 1936»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Hoy se celebra la festividad de los santos arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael. Y junto a otros santos y beatos, la vida de Francesc, uno de los mártires de la fe que cayeron en el transcurso de la trágica contienda española de 1936. Como todos los que sucumbieron en ella, tenía sus anhelos particulares, sueños que se vieron truncados de la noche a la mañana. Era un joven de su tiempo, ejemplar, atractivo, brillante ingeniero químico, con un proyecto de vida en común fraguado con su novia Mariona, sustentado en una vida espiritual sólida. Miraba a su alrededor con los ojos de Cristo y ese fue el legado más preciado que nos ha dejado a todos.

Nació en Alicante el 10 de abril de 1914. Era el benjamín de tres hermanos; único varón. Dios había escuchado los ruegos de Teresa, su madre, que pedía un hijo«guapo y santo». Huérfano de padre al poco tiempo de nacer, Teresa se instaló con sus tres vástagos en Lérida. Ocho años más tarde, su actividad laboral como maestra de escuela, una vez ganadas las oposiciones condujo a todos a diversas localidades hasta que en el otoño de 1923 se establecieron en Juneda y allí hizo Francesc su primera comunión en 1924. Estudió con los maristas de Lérida en régimen de internado, y no perdía ocasión para hacer todo el bien posible a su alrededor. No era un joven pusilánime, precisamente, aunque su fuerte carácter iba quedando neutralizado con la educación y formación que recibía. Era muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen María; los tres hermanos la tomaron por Madre, a iniciativa de Francesc, cuando murió Teresa en 1929 a consecuencia de una enfermedad que no fue tratada convenientemente.

Acogidos y ayudados económicamente por una tía paterna, Francesc, que mostraba interesantes aptitudes para la física y la química, pudo iniciar la carrera universitaria. Por mediación del P. Calaf, un jesuita amigo de su tía, obtuvo una beca que le permitió cursar estudios de química en la localidad barcelonesa de Sarrià. Otro jesuita, el P. Galant, le ayudó a superar la profunda crisis humana y espiritual que sufrió en esa época. El carisma ignaciano con los ejercicios espirituales apaciguó su angustia y le fortaleció. A partir de entonces se comprometió con pautas de vida que sostuvo con firmeza hasta el fin de sus días; entre otras acciones incluía la recepción periódica de los sacramentos. Se afilió a la Congregación Mariana y dentro de ella realizó una actividad apostólica ejemplar. En él se aunaban visión, oración y experiencia. Sabía cómo se conquistan las vocaciones: «Las almas hemos de ganarlas con esfuerzo y oración», y cuál es el «espacio» en el que debe moverse el apóstol: «En el apostolado no os tiente nunca ni la silla cómoda, ni la cosa fácil. Sed personas de alpargata».

En 1932 ingresó en la «Federació de Joves Cristians de Catalunya». Un año antes se había proclamado la Segunda República, y los ánimos estaban encrespados. Mientras, y por sugerencia del P. Galant, se trasladó a Oviedo para terminar su carrera; se licenció en Química en 1934. Al año siguiente fue contratado como ingeniero químico en la empresa CROSS de Lérida. Y se volcócon los pobres del barrio del Canyeret; daba clases a los obreros y ayudaba a sus propios compañeros de trabajo. Enamorado de Mariona Pelegrí, una joven piadosa de familia creyente y comprometida, los jóvenes se prometieron formalmente en mayo de 1936. Ella formaba parte de la Acción Católica y Francesc la secundó.

Reclutado en el ejército el 1º de julio de ese año como soldado de complemento, el 20 del mismo mes su fe católica le llevó a la cárcel del castillo de Lérida. No llegó a cumplir dos meses de reclusión cuando el 12 de septiembre lo trasladaron a la cárcel provincial. El 29 no se arredró ante el tribunal popular ad casum, que sin rigor alguno, determinado a cumplir la sentencia de muerte ya fraguada de antemano, quiso conocer la filiación religiosa del beato. «¡Sí, soy católico!», confirmó respondiendo con firmeza y claridad, humilde al mismo tiempo, acogiendo con sencillez el gesto bronco y desafiante de sus interlocutores, sin juzgar tan execrable conducta, llevado por el perdón. Mientras aguardaban el cumplimento de la pena impuesta en la improvisada cárcel del ayuntamiento, animaba a sus compañeros. Inmediatamente escribió a su novia, a sus hermanas y al P. Galant.

Fragmentos de las cartas ponen de relieve su altura humana y espiritual. A su novia le dijo: «Me pasa una cosa extraña: no puedo sentir ninguna pena por mi suerte. Una alegría interna, intensa, fuerte me embarga. Quisiera escribirte una carta triste de despedida, pero no puedo. Estoy rodeado de ideas alegres como un presentimiento de la gloria…». A sus hermanas: «Acaban de leerme la pena de muerte y nunca he estado más tranquilo que ahora […]. La Providencia de Dios ha querido escogerme como víctima de los errores y de nuestros pecados. Yo voy con gusto y tranquilo a la muerte. Nunca como ahora tendré tantas probabilidades de salvación. Ya se ha acabado mi misión en esta vida, ofrezco a Dios los sufrimientos de esta hora». Al P. Galant: «Le escribo estas letras estando condenado a muerte y faltando unas horas para ser fusilado. Estoy tranquilo y contento, muy contento. Espero poder estar en la gloría dentro de poco rato. Renuncio a los lazos y placeres que puede darme el mundo y al cariño de los míos. Doy gracias a Dios porque me da una muerte con muchas probabilidades de salvarme». Cuando estas cartas llegaron a Pío XI las leyó sin poder contener la emoción; no fue capaz de desprenderse de ellas. Consideró que tales misivas cursadas por un hijo como Francesc «correspondía al padre guardarlas».

El beato y los seis condenados dieron gozoso testimonio de su fe, con esperanza y valentía, entonando el credo mientras iban camino de su sepultura.Lamadrugadadel 29 de septiembre cobardes fusiles terminaron con su vida en el umbral del cementerio. Juan Pablo II beatificó a Francesc el 11 de marzo de 2001.

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RELIGIONES


Cardenal Vallini: "el verdadero discípulo no se pone a sí mismo en el primer lugar"
El cardenal vicario de Roma celebra la eucaristía de inauguración del encuentro internacional por la paz

Por Redacción

ROMA, 29 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El encuentro internacional por la paz, organizado por la Comunidad de San Egidio, ha comenzado esta mañana con una celebración eucarística. El lema escogido para la edición de este año es "El coraje de la esperanza. Religiones y culturas en Diálogo" y se celebra en Roma desde el 29 de septiembre hasta el 1 de octubre. Se cuenta ya con la presencia de 6.000 personas inscritas al evento, aunque desde la organización creen que se podría llegar incluso a 10.000. Este encuentro internacional por la paz, constará de 32 mesas redondas en los que cardenales, obispos, religiosos, imanes, rabinos, líderes de diversas religiones, políticos y estudiosos debatirán sobre el tema. En encuentro concluirá en la plaza del 'Campidoglio', sede del municipio de Roma, con una procesión de paz.

La misa de inauguración ha sido celebrada por el cardenal Agostino Vallini, vicario general de su santidad por la diócesis de Roma, a las 10.30 de esta mañana en la basílica de San Pablo Extramuros.  Durante su homilía, ha recordado que "el Encuentro de Líderes religiosos por la paz para nosotros cristianos comienza con la oración y la escucha de la Palabra de Dios".  Así mismo ha señalado que en las lecturas de hoy, tanto el profeta Amós como Jesús en el Evangelio "nos invitan a tomar en serio la vida, vivirla no como despreocupados y hedonistas, cerrados en el egoísmo, poniendo la propia confianza en las riquezas, sino cuidando también de los hermanos".

Poniendo el ejemplo del hombre rico del Evangelio, el cardenal Vallini ha recordado que el "punto débil del rico es que no hacía el bien que habría podido hacer. No olvidemos nunca: somos responsables los unos de los otros".

Del mismo modo, ha explicado que el cristiano "se hace compañero de camino de las personas que viven cerca de él, escucha las inquietudes, comprende las preocupaciones y los sufrimientos, es solidario, según sus posibilidades, con los que lo necesitan". Por eso - ha proseguido - no debemos olvidar nunca que, al final de la vida, seremos juzgados sobre el amor, hacia Dios y hacia el prójimo, si hemos tenido cuidado de los otros, sobre todo de los más pobres.

Sobre el verdadero discípulo de Jesús, ha señalado que "se compromete a colmar las distancias humanas, aliviar los sufrimientos, a acercar los corazones, trabajar para superar las injusticias. No se pone a sí mismo en el primer lugar.

La propuesta evangélica es clara, ha afirmado el purpurado: "creer en Cristo, seguirlo, acogerlo en el corazón, no quiere decir admirarlo, significa asumir cada día los valores y el estilo de vida de Cristo". Así mismo, ha señalado que aunque esto no sea fácil, es posible "si abrimos el corazón a la acción de la gracia".  Por eso, la novedad cristiana "no está solo en el reconocer que Dios es Padre y creer en él, sino - del mismo modo - en el construir el mundo en la justicia y en el amor".

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