7.10.13

¡Morir antes que cansarnos!

A las 9:20 AM, por Mª Virginia
Categorías : Sin categorías, Cruz, Persecución

 

El nombre de María vivas mieles
Que significa el MAR solemne y santo
Rompió como un mar bravo allá en Lepanto
Y destrozó el poder de los infieles.

Un relente de rosas y claveles
Azulceleste veste y blanco manto,
Pero también el ímpetu y espanto
Contra los viles, contra los luzbeles.

Porque Ella es reina y madre todo junto,
Del poder del amor vivo prasunto,
Y como Reina tiene sus cuarteles.

Como una flor camuflada en flores
Y como Madre tiene sus furores
Cuando le tocan sus hijitos fieles.

("Auxilium Chistianorum", por el Padre Leonardo Castellani)

No quería dejar pasar este día sin compartir al menos, esta imagen que es puro bálsamo, en medio de las fatigas de nuestros días, y en que el peligro supremo es perder la “perspectiva”, creyendo que es todo tan tremendo, que a muchos se les nubla la esperanza y allí es donde se dan cita tantos desvaríos…

Porque seguimos siendo la pequeña grey, David frente a Goliat, y el mar embravecido, como entonces, en Lepanto.

Pero la Reina es nuestro Alcázar, un regazo hecho Madre, y aplasta a la Serpiente.

Ante Nuestra Señora del Rosario, Auxiliadora, no caben los desánimos, y creo que es agravio y espada renovada que nos vean sus ojos cediendo ante el cansancio.

Pienso que incluso es éste el más fiero y sibilino enemigo en esta hora, y por eso recuerdo y comparto esa elocuente plegaria del Beato Manuel González García dirigiéndosela hoy a Nuestra Señora del Rosario:

MADRE Inmaculada! Que no nos cansemos! Madre nuestra! Una petición! Que no nos cansemos!
Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humanos, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo… Madre querida!… Que no nos cansemos!
Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús, que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios.
Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de cruzarse de brazos! ¡Nada de estériles lamentos!.
Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza de nuestras manos o en nuestros pies, que pueden servir para dar gloria a Él y a Tí, y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos…
Madre mía, por última vez! Morir, antes que cansarnos!