8.10.13

 

El rasgamiento de vestiduras debería ser declarado deporte olímpico en los próximos juegos. O quizá mejor deporte nacional español. Porque hay que ver con qué facilidad nos rasgamos las vestiduras y nos sentimos escandalizados cuando nos conviene.

El próximo domingo los católicos tendremos el gozo de ver cómo son elevados a los altares 523 hermanos a los que les fue arrebatada la vida en la guerra civil española por su condición de católicos. Con estos pasan ya de 1.500 los beatos y creo son 11 los santos mártires en la guerra civil española. Su único delito: ser católicos, y en su mayor parte religiosos y sacerdotes.

Pues hay que ver cómo escuece este acontecimiento a algunos llamados católicos. Por eso lo de rasgarse las vestiduras. Los argumentos son viejísimos: fascistas contra el gobierno legítimo de la República ¡legítimo, ja!, curas delatores de rojos, iglesia franquista e ¡impulsora de la guerra civil!, beatificaciones que impiden que se cierren las viejas heridas… Una iglesia que lo que tiene que hacer es pedir perdón por su desastrosa actuación en la guerra civil. No hace falta seguir, me temo.

He sido religioso agustino de los del Escorial, una provincia que dejó en la guerra civil 107 religiosos asesinados, de los cuales son beatos 63 asesinados en Paracuellos del Jarama (Madrid). Fascistas y enemigos del pueblo como el P. Gerardo Gil, apóstol de los pobres en San Lorenzo, constructor de viviendas sociales, profesor. Agustinos que se dejaron los ojos en clases nocturnas, montepíos, previsiones sociales. Tan perversos que murieron perdonando a sus verdugos y animándose en el trance de dar la vida por Cristo. Algún novicio dejó su vida con dieciséis años.

Quiero hacer dos recomendaciones en estos días.

La primera es que lean o relean la que creo es la mejor obra sobre la persecución religiosa en España. Precisamente lleva como título “Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939” y su autor es Antonio Montero Moreno, quien posteriormente fuera arzobispo de Mérida Badajoz. Está publicado en la B.A.C. y se encuentra sin problemas. Ahí habla D. Antonio de 4.184 víctimas del clero secular, 2.365 religiosos y 283 religiosas. A estos datos, hay que añadir lo que D. Antonio denomina “el martirio de las cosas”: cientos de iglesias completamente destruidas (por ejemplo 354 en Asturias, 800 en Valencia), miles saqueadas y profanadas… Una obra para leer y releer, para descubrir el heroísmo de la fe.

La otra recomendación, especialmente a los lectores que vivan en Madrid o sus alrededores, es que algún día se acerquen a visitar el cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama, que permanece abierto de miércoles a domingo y en horario de 10 a 14 h. No menos de cinco mil fusilados entre los días 7 de noviembre y 3 de diciembre de 1936, que reposan en siete estremecedoras fosas. Entre estos, un gran número de religiosos.

Nadie quiere abrir heridas, ni fomentar odios. Un católico va a Paracuellos para acercarse a los asesinados por la fe, para rezar por víctimas y verdugos, para pedir que nunca más. Paseando por entre las enormes fosas uno se conmueve ante la fortaleza de los mártires, que en muchos casos supieron morir con la palabra perdón en sus labios.

Oiga, que es que al acabar la guerra civil, la Iglesia se puso del lado de Franco. Hombre, claro ¿qué pretendían, que levantase un monumento a Carrillo y la Pasionaria?

Y en lo de perdonar no hace falta insistir. La Iglesia ha pedido perdón por sus errores, Y los mártires murieron perdonando. Esa es la auténtica reconciliación.