22.10.13

Diario de un misionero en Tanzania

A las 7:19 AM, por P. Diego Cano
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Si tuviera que hacer un recuento de los hechos que me llevan a estar este día comenzando con éste blog, me tendría que remontar muchos años atrás. Hoy estoy misionando en un desconocido lugar de Tanzania, nuestra misión se encuentra en el ignoto Ushetu. Soy misionero de la Iglesia Católica, y pertenezco al Instituto del Verbo Encarnado. Soy misionero en África como los hay por miles en este continente, por gracia de Dios. No hay ninguna novedad en todo esto, pero tal vez lo que me ha traído hasta este medio de predicación, es el hecho de que me gusta escribir, y de que siempre me agradaron las crónicas de los misioneros.

Cuando era seminarista, y nos preparábamos para algún día cumplir el sueño de dejar todo por Cristo y salir por esos mundos de Dios a predicar el Evangelio, los relatos misioneros nos encendían en deseos, nos animaban, nos hacían poner los pies en la realidad. Jamás podría olvidar, aunque hayan pasado más de quince años, aquellas crónicas de los primeros de los nuestros que llegaban a la fría Rusia, después de la caída del comunismo, a predicar en pueblitos ignorados, ante el frío incubado en los corazones después de 70 años de ateísmo forzado. Y siempre estará en mi recuerdo aquella misa celebrada por el P. Eugenio, un jueves santo, con un solo feligrés, que ni siquiera era católico. Jamás podré olvidar los relatos de los primeros misioneros nuestros, que llegaron al lejano Oriente, y los primeros pasos dados para aprender una de las lenguas más difíciles… y poder celebrar la misa en chino después de más de un año o dos de estudio. Y los diarios de los misioneros en Sudán, ante culturas tan primitivas que había que elevarlas a lo humano primero, y luego a lo divino. Y en Medio Oriente, ante los peligros de guerras, misiles y balas, en medio de una cultura musulmana, dando el testimonio de Cristo… y así podría seguir poniendo ejemplos. Entre tantas historias, historias reales, y tan reales como que las escribían los que habían vivido con nosotros años anteriores, y por eso se hacían tan cercanas. Entre esas historias, Dios fue moldeando nuestro deseo de ser misioneros. Y ese fuego se acrecentaba, y se guardaba para el momento determinado y conocido sólo por Él.

Es así, entonces, que hoy me encuentro en éste lugar, no sólo en Ushetu, sino también en éste blog, y ante tantas personas, un publico tan variado. No tengo grandes méritos como misionero, sino el simple gusto por escribir y comunicar lo que vive, sufre y goza un misionero. Y por eso me han pedido que publique estas historias. Hay muchos misioneros que lo podrían hacer mucho mejor que yo, y tendrían mucho mas para contar. Pero como dice el dicho: “es lo que hay”, y aquí estamos, aprovechando la oportunidad.

Cuando un sacerdote amigo me propuso comenzar con esta idea… de entrada pude experimentar un sentimiento de alegría por un lado, pero por otro algo de temor, y un poco de vergüenza, digamos. Porque no quería que todo el mundo vea lo que se hace en la misión, pensando en que la vanidad sería el motivo de esos escritos. No quiero creerme un gran misionero, cuando en realidad estoy recién llegado. Pienso ahora en los sacerdotes de las misiones anteriores del IVE en Sudán y Kenia. Tuve que hacer mucho hincapié sobre los motivos que me llevaron a aceptar escribir para un blog.

Me animé pensando en que voy a tratar de escribir con la sinceridad y franqueza de siempre. No voy a escribir como un misionero experimentado, sino como un novicio, inseguro de sí mismo, apoyándose en los demás, cometiendo errores, recibiendo las correcciones.

Uno de “los motivos de mayor peso”, es que se puede hacer algo de bien… y entonces, ahí estamos, aunque sea un gota mas de agua en el océano. Sobre todo pienso en que habrá mucha gente que quiera rezar por la misión y por nuestra perseverancia y santificación. Pienso que es un apostolado, y por eso abrazo las cruces de las dificultades que me traiga.

Me anima pensar que mis superiores lo creyeron conveniente, y por eso pienso que es lo quiere Dios. Pienso en que se aumenten aquellos “misioneros de deseo”… esos que valen tanto, que son los que se sacrifican cada día, y ofrecen sus oraciones por el progreso de las misiones. Los que están en la retaguardia, que se encargan de la logística, y preparan las “municiones” que nosotros usaremos en el frente. Ellos también tienen derecho a recibir nuestros “partes de guerra”.

Me animó el ejemplo del P. Llorente, sj., misionero 40 años en Alaska, que escribía para una revista que le pedía artículos misioneros: “El siglo de las misiones”. ¡Y tanto bien que hicieron y nos siguen haciendo a nosotros sus escritos! Pensé en que ha habido muchos que decidieron su vocación misionera gracias a las crónicas de ese misionero en el Polo Norte. No creo llegarle ni a los tobillos a esos misioneros… nosotros no pasamos ni el 10% de las dificultades que ellos pasaban… pero teniendo en cuenta eso, si en algo sirve nuestra experiencia para edificar a otros, bendito sea Dios.

Recuerdo ahora aquellas palabras de San Francisco Javier en una de sus cartas: “Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en la Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: «¡Cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!” . No pude dudar de que si el gran misionero de Oriente, hubiera tenido la oportunidad de usar un medio como éste para dar a conocer la necesidad de misioneros, lo hubiera utilizado… no para vanagloriarse, sino para llevar a tantas almas a Dios, para la salvación de los cristianos y de los paganos.

¡Qué bien se aplican ahora estas palabras que el poeta pone en boca de San Ignacio!:
“Escríbeme por menudo
tus andanzas y sucesos,
ni las agrandes por vano,
ni las calles por modesto,
pues de Dios serán las glorias,
y tuyos, sólo los yerros”.

Pienso en las palabras de San Pablo, cuando saluda a los Colosenses, que con gran humildad dice: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por la voluntad de Dios”. Tiene la gloria de ser apóstol… pero no por voluntad propia, sino por la voluntad de Dios.

Y hasta llegué a pensar si no sería perder los méritos de tantos trabajos por falta de “reserva”. Pero si esto sirviera para aumentar las oraciones por la misión… y el reclutar misioneros de deseo, y reclutar más brazos que trabajen, manos que ayuden, corazones que amen a estas almas, y bocas que proclamen el evangelio en África… ¡bendito sea Dios! Me ayudó el meditar en la palabras del Apóstol: “porque desearía yo mismo ser anatema de Cristo por mis hermanos” (Rom, 9,3). Es decir que lo que mas importa es el poder hacerle el bien alguien con esto… y por eso, que venga lo que venga. Con la gracia de Dios, todo se puede.

Muchas gracias a todos. Gracias por sus oraciones.
Mil disculpas por las limitaciones que encontrarán en mis escritos.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

PD: Adelanto que no podré responder a todos los comentarios, por encontrarme donde me encuentro, en una misión en medio de la sabana africana. La conexión es difícil y muy limitada. Para poder cargar los posts en el blog, he recurrido a la ayuda de un amigo en otro continente que hace ese trabajo. Muchas gracias, y nuevamente disculpas.