24.10.13

¿Darwin tenía razón? –2

A las 10:39 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Creación y Evolución

Leer parte 1

3. La evidencia fósil. Desafíos al darwinismo desde la paleontología

Según la teoría darwinista de la evolución, el registro fósil debería conservar enormes cantidades de formas de transición entre especies. Sin embargo, este requisito no se cumple ni siquiera remotamente. El propio Darwin concedió que el estado de la evidencia fósil era la más obvia y grave objeción que podía ser instada contra su teoría, pero esperaba que los abundantes fósiles con formas de transición fueran descubiertos más adelante. 150 años después, esos fósiles siguen siendo demasiado escasos, por lo cual sólo muy difícilmente se puede mantener la postura esperanzada de Darwin. Los escenarios gradualistas para el desarrollo de sistemas complejos son especulaciones. Por ejemplo, las alas de pájaros y murciélagos aparecen en el registro fósil ya desarrolladas, y nadie ha confirmado mediante observaciones o experimentos que la evolución aleatoria y gradual de alas es posible.

Una frase famosa del paleontólogo darwinista Stephen Jay Gould Gould resume bien el problema: “la extrema rareza de las formas transicionales en el registro fósil es el secreto profesional de la paleontología”. Esta sorprendente situación ha sucedido porque el darwinismo disfruta del status de verdad a priori. Así, la franca oposición de la evidencia fósil a las predicciones darwinistas se convierte en el problema de cómo la evolución darwinista ocurrió generalmente de una manera que escapa a la detección.

A continuación describiré varias características del registro fósil que son inconsistentes con el darwinismo.

Los fósiles muestran un patrón consistente de aparición súbita de las especies. En palabras de Gould: “En cualquier área local, una especie no surge gradualmente por la transformación constante de sus ancestros; aparece súbitamente y “completamente formada”.” Los darwinistas ortodoxos pretenden explicar esta aparición súbita ateniéndose a la tesis tradicional de Darwin: la existencia de brechas en un registro fósil incompleto. Pero a medida que transcurre el tiempo y se descubren más y más fósiles sin que el patrón básico cambie, este problema se hace cada vez más grave para el darwinismo.

Además, la aparición súbita de una especie es seguida generalmente por un largo período de estabilidad. Escuchemos de nuevo a Gould: “La mayoría de las especies no exhiben un cambio direccional durante su permanencia en la tierra. Ellas aparecen en el registro fósil luciendo muy similares a cuando desaparecen; el cambio morfológico es usualmente limitado y sin dirección.”

La extinción de las especies ha sido causada predominantemente por catástrofes, más que por la obsolescencia gradual exigida por la teoría darwinista. Según Darwin: “Si miramos a cada especie como descendiente de alguna otra forma desconocida, tanto la progenitora como las variaciones de transición habrán sido generalmente exterminadas por el propio proceso de formación y perfección de la nueva forma.” Dos catástrofes en particular sobresalen entre las varias extinciones masivas ocurridas en la historia de la tierra: la extinción pérmica, que hace 245 millones de años acabó con más del 90% de las especies, y la famosa extinción K-T, que hace 65 millones de años exterminó a los dinosaurios y a muchas otras especies. Las actuales explicaciones de las extinciones con base en catástrofes guardan cierta semejanza con el catastrofismo de Cuvier, una teoría científica vigente antes del éxito de la teoría de Darwin.

En general, la historia de la vida es una historia de variaciones alrededor de un conjunto de diseños básicos, no de mejoras acumulativas. El patrón básico de aparición súbita seguida por estabilidad no se da sólo en el nivel de las especies, sino en todas las divisiones del mundo biológico (reinos, phyla, clases, órdenes, etc.). En todos los niveles predomina la discontinuidad, con muy pocos tipos intermedios.

Para intentar superar estas dificultades Gould y Eldridge propusieron una nueva teoría llamada “equilibrio puntuado”. Ésta supone que la historia de las especies contiene largos períodos de estabilidad y breves períodos de cambios grandes y rápidos, impulsados por macromutaciones aleatorias. La enorme mayoría de esas macromutaciones serían perjudiciales. Siguiendo a Darwin, los darwinistas ortodoxos, con razón, reprochan a esta teoría que las macromutaciones aleatorias favorables son completamente inverosímiles, algo así como “milagros sin Dios”.

Quizás el mayor desafío que el registro fósil plantea al darwinismo es la explosión cámbrica (llamada “el Big Bang biológico”). Este fenómeno ocurrió hace unos 540 millones de años. Durante un período breve (en términos geológicos) y en una etapa temprana de la historia de la vida, la mayoría de los phyla (o divisiones) animales aparecieron sin relaciones conocidas entre sí y sin ninguna traza de los ancestros que el darwinismo requiere, y luego se mantuvieron sin mayores cambios. La imagen general de la historia de la vida es así una explosión de planes corporales básicos seguida por algunas extinciones. Esto contradice totalmente el modelo darwinista de la evolución (“el cono de la diversidad creciente”). Los darwinistas no han dado una solución satisfactoria al problema de la explosión cámbrica.

4. La evidencia molecular. Desafíos al darwinismo desde la bioquímica

En tiempos de Darwin se sabía muy poco acerca de las células; y aún a principios del siglo XX, cuando comenzó a elaborarse la síntesis neodarwinista, la bioquímica no existía. En la segunda mitad del siglo XX el progreso de la bioquímica hizo crecer espectacularmente el conocimiento de la estructura interna de la célula. La teoría darwinista debe ser reconsiderada a la luz de los avances de la bioquímica. Para ser válida, ella debería dar cuenta de la estructura molecular de la vida; pero el darwinismo ha fracasado en el nivel molecular. No hay explicaciones darwinistas detalladas de la evolución de ningún sistema bioquímico fundamental, sino sólo una variedad de especulaciones ilusionadas. Nadie ha explicado jamás de un modo detallado y científico cómo el “mecanismo mutación-selección” podría haber construido las intrincadísimas estructuras de ninguno de los muchos sistemas bioquímicos complejos contenidos en las células.

El bioquímico Michael Behe ha analizado una categoría de sistemas biológicos que plantean un desafío poderosísimo a la evolución darwinista: los sistemas con complejidad irreducible. Behe define la complejidad irreducible de la siguiente manera: “Por irreduciblemente complejo me refiero a un solo sistema compuesto de varias partes bien coordinadas que interactúan entre sí, contribuyendo a la función básica, en donde la eliminación de una cualquiera de las partes hace que el sistema efectivamente cese de funcionar.”

En su famoso libro “La caja negra de Darwin”, Behe analiza detalladamente varios sistemas biológicos irreduciblemente complejos: el cilio, el flagelo bacteriano, la coagulación de la sangre, el transporte intracelular y el sistema inmunológico. También analiza un fenómeno que, aunque estrictamente no presenta complejidad irreducible, plantea problemas inmensos a la evolución darwinista: la biosíntesis de moléculas complejas.

En principio existen sólo tres formas concebibles en que se podría resolver el problema del origen de un sistema irreduciblemente complejo desde el punto de vista naturalista, pero las tres son muy poco creíbles: 1) que el sistema surja por una vía directa y gradual, sin cumplir su función hasta alcanzar el grado de complejidad irreducible; 2) que el sistema se forme por una vía indirecta y gradual; 3) que el sistema surja entero, como una unidad integrada, de un solo golpe.

La primera solución (la vía directa y gradual) viola una premisa básica de la teoría darwinista porque la selección natural, que asegura la supervivencia de las variantes biológicas más aptas, sólo puede favorecer a los sistemas que cumplan una función útil. Pero, por definición, nuestro sistema, antes de alcanzar el grado de complejidad irreducible, no cumple ninguna función, por lo que la selección natural debería descartar las variantes dotadas de las versiones incompletas del sistema.

La segunda solución (la vía indirecta y gradual) es la preferida por los darwinistas. Plantea que las distintas partes del sistema irreduciblemente complejo podrían tener otras funciones (ajenas a las de ese sistema) antes de integrarse en él. Esta solución es metafísicamente posible, pero estadísticamente muy inverosímil. La probabilidad de esta solución cae precipitadamente a medida que aumenta la complejidad de los sistemas considerados. En esta perspectiva, las vías indirectas de formación de los sistemas con complejidad irreducible deberían volverse cada vez más tortuosas, hasta un grado inimaginable. Ningún científico darwinista ha presentado jamás una explicación completa y detallada del origen de ningún sistema biológico irreduciblemente complejo.

Tampoco la tercera solución (la vía directa y súbita) es darwinista, porque implica renunciar al postulado del gradualismo, absolutamente central para Darwin y los darwinistas ortodoxos. El célebre darwinista ortodoxo Richard Dawkins lo explica así: la evolución “debe ser gradual cuando está siendo usada para explicar la venida a la existencia de objetos complicados y aparentemente diseñados, como los ojos. Porque si no es gradual en estos casos, ella deja de tener todo poder explicativo. Sin gradualidad en esos casos, estamos de vuelta en el milagro, lo cual es simplemente un sinónimo de la total ausencia de explicación.” (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes