27.10.13

 

En más de una parroquia es posible que tengan que escucharlo: la ley no importa, las normas matan. Tararí. Ni caso. Les están dando gato no por liebre, sino por solomillo de ternera de 1ª clase superior.

Lo del espíritu, la letra, la ley, la conciencia, la libertad interior tiene más peligro que escopeta de perdigones en manos de un tirador con estrabismo. Y el caso es que queda bien, parece maduro, pero en el fondo arrastra el peligro del relativismo más feroz: la ley no es importante, lo que vale es la libertad de los hijos de Dios, por tanto vamos a superar todo lo mandado y a actuar según lo que el Espíritu nos sople. Esto, en román paladino, quiere decir que vamos a pasar de toda norma y a hacer lo que nos pida el cuerpo, confundiendo el Espíritu con las apetencias propias de cada cual, que ya es confundir, pero ya sabemos que hay gente “pa tó”.

Madre Teresa, tan citada otrora, y hoy silenciada e incluso criticada por los sectores más progresistas de la iglesia actual, decía a las hermanas: “¿queréis ser santas? Cumplid las reglas”. Ya ven, hay que ser carca, cavernícola y ultramontana para decir eso, vamos ni que hubiera sido una infocatólica más. La santidad está en cumplir las reglas. Nada menos.

¿Quieres ser santo? Cumple las reglas: los mandamientos de Dios y de la Iglesia, lo que la Iglesia te pide. Ya, ya sé que eso no basta, que uno puede ser perfecto cumplidor y ser un bicho. Pero lo que es completamente cierto es que la persona que desprecia las reglas y vive su vida al margen de lo que está mandado y establecido no llegará a buen puerto. Ahora me contarán que Jesús en alguna ocasión se las puso por montera, claro, pero como excepción y en casos de especial necesidad, y nunca las reglas de Dios, sino las de los hombres. Anda que no es viejo eso de que antes es la obligación que la devoción, lo cual se aplica a todo lo que es de derecho positivo, pero nunca a los mandamientos, por ejemplo.

Por una especial necesidad uno deja la misa del domingo, el ayuno y la abstinencia, celebra sin casulla, en el campo y con vajilla de cristal barato y además falta dos días a clase. No pasa nada, son cosas digamos de “reglamento” y por necesidad especial. Lo que no puede hacerse bajo ningún concepto es, con la cosa del espíritu y la ley, saltarse los mandamientos, apoyar y favorecer el aborto de Marianita, irse a vivir y a lo demás con Paco, defraudar a hacienda y mentir porque nos conviene. Por ahí sí que no. Y lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

El problema del fariseo era otro: dejarse llevar por el orgullo, creer que su cumplimiento era mérito propio y despreciar a los demás.

Por cierto, buena primera lectura la de hoy domingo. Mucho que reflexionar.