26.10.13

¿Darwin tenía razón? –4

A las 11:41 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Creación y Evolución

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6. Críticas filosóficas al darwinismo

Karl Popper, uno de los principales filósofos de la ciencia del siglo XX, planteó una objeción grave contra el darwinismo desde el punto de vista de la epistemología. Según Popper la característica principal de las teorías científicas es su falsabilidad, es decir su posibilidad de ser refutadas por medio de datos empíricos. En una ocasión Popper sostuvo que el darwinismo es una pseudociencia por no ser falsable. Esto significa que no hay ningún hecho concebible que pueda refutar la teoría darwinista. Ocurra lo que ocurra, a posteriori el darwinista podrá decir que eso es lo que tenía que ocurrir en virtud del mecanismo mutación-selección y podrá ofrecer conjeturas ideadas ad hoc para intentar explicar lo ocurrido. Posteriormente Popper suavizó su crítica al darwinismo, pero siguió sosteniendo que éste podía hacer una sola predicción: la gradualidad de los cambios.

También desde la filosofía aristotélica y tomista se puede plantear objeciones muy serias al darwinismo, pero el tratamiento de ese tema rebasa las dimensiones de esta presentación.

Es necesario cuestionar las premisas filosóficas de las que proviene el darwinismo. Considerando la falta de evidencia directa que respalde la teoría darwinista y los desafíos insuperables que la paleontología, la bioquímica y la teoría de la información plantean hoy al darwinismo, podemos preguntarnos, con Phillip Johnson, lo siguiente: “¿Por qué otras personas, incluyendo expertos cuya inteligencia e integridad intelectual respeto, piensan que la evidencia de fluctuaciones locales de poblaciones confirma que la selección natural tiene la capacidad de obrar proezas de ingeniería, de construir maravillas como el ojo y el ala?” La respuesta de Johnson es que, en último análisis, la teoría darwinista no es una mera hipótesis científica, sino que es vista por sus propulsores como una necesidad filosófica.

La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos ha declarado que la característica más básica de la ciencia es la “dependencia de explicaciones naturalistas”, en oposición a “medios sobrenaturales inaccesibles al entendimiento humano”. Así se clasifica como científicamente inaceptable (por definición) la idea de que Dios de algún modo dirige la evolución. Si la ciencia ha de tener alguna explicación de la complejidad y la diversidad biológicas, debe arreglárselas con lo que queda después de haber excluido lo considerado inaceptable. El darwinismo es probablemente la mejor de las alternativas restantes. En esta situación algunas personas deciden que el darwinismo simplemente debe ser verdadero. Para ellos no hay necesidad de comprobar la teoría misma, porque no hay ninguna alternativa respetable.

Si no se requiere una confirmación positiva de la potencia creativa del “mecanismo mutación-selección”, hay poco peligro de que la teoría sea refutada por evidencia adversa. Los darwinistas han desarrollado un conjunto de conceptos subsidiarios (la selección de grupo, la selección de parentesco, la selección sexual, la pleiotropía, etc.) capaces de proveer una explicación al menos verbal de casi cualquier eventualidad concebible.

Por otra parte, a menudo los darwinistas emplean argumentos filosóficos a favor del darwinismo. El principal de ellos es el argumento de la imperfección. Lo presentaré bajo la forma de dos silogismos:

Silogismo 1

• Premisa mayor: Ningún diseñador realiza diseños con imperfecciones.
• Premisa menor: La característica Y de la especie X es una imperfección.
• Conclusión: Ningún diseñador hizo la especie X.

Silogismo 2

• Premisa mayor: Toda especie no hecha por un diseñador fue producida por la evolución darwinista.
• Premisa menor: La especie X no fue hecha por un diseñador.
• Conclusión: La especie X fue producida por la evolución darwinista.

Podemos hacer tres objeciones graves a este razonamiento. La primera y principal objeción consiste en cuestionar la premisa mayor del Silogismo 1: que ningún diseñador comete o admite imperfecciones en sus diseños.

Es obvio que a veces los diseñadores cometen errores. Los darwinistas no suelen tomar esto en cuenta porque generalmente consideran sólo a Dios (un Ser omnisciente y omnipotente) como posible diseñador de los seres vivos. Pero desde un punto de vista lógico no se puede descartar a priori otros posibles diseñadores; por ejemplo, seres extraterrestres, como sostienen los partidarios de la teoría de la panspermia dirigida.

Pero además, incluso si consideramos sólo a Dios como posible diseñador, la premisa en cuestión no es un hecho objetivo, sino una mera opinión subjetiva. Es un hecho que a menudo los diseñadores no buscan la perfección técnica. Al respecto Michael Behe da dos ejemplos interesantes. En primer lugar, menciona la “obsolescencia incorporada” de muchos productos industriales. En segundo lugar, da un ejemplo personal: “No doy a mis hijos los juguetes mejores y más elegantes porque no quiero echarlos a perder y porque quiero que aprendan el valor de un dólar.” El argumento de la imperfección pasa por alto que el diseñador podría tener múltiples motivos, y que a menudo la excelencia ingenieril queda relegada a un rol secundario. El problema básico de ese argumento es que “depende críticamente de un psicoanálisis del diseñador no identificado. Sin embargo las razones por las que un diseñador haría o no haría algo son virtualmente imposibles de conocer a menos que el diseñador te diga específicamente cuáles son esas razones.” (Behe).

Yo agrego que es muy ilógico que los darwinistas pretendan conocer mejor la psicología de Dios (el Ser infinito, inabarcable para nuestra inteligencia finita) que la psicología de los demás diseñadores reales o posibles (seres humanos o extraterrestres). Pienso que esto es un ejemplo de su fuerte tendencia a refugiarse en una mala teología para ocultar las debilidades científicas de su teoría.

La segunda objeción consiste en cuestionar la premisa menor del Silogismo 1: que la característica Y de la especie X es una imperfección. Muchas veces las supuestas imperfecciones no son tales. Por ejemplo, que no hayamos descubierto la utilidad de una estructura biológica no significa que esa utilidad no exista. Se ha descubierto la utilidad de muchos órganos antes considerados vestigiales (como el apéndice y el cóccix). Otro ejemplo muy notable: recientemente se ha descubierto que el llamado “ADN basura” cumple funciones muy importantes y complejas.

Francis Crick, uno de los descubridores de la estructura de doble hélice de las moléculas de ADN, enunció esta regla, y la llamó Segunda Regla de Orgel: “La evolución es más lista que tú". El filósofo darwinista Daniel Dennett la explica así: “Una y otra vez evolucionistas, biólogos moleculares, biólogos en general, ven algún aspecto de la naturaleza que les parece inútil o tonto o que no tiene demasiado sentido –y luego descubren que es de hecho un diseño exquisitamente ingenioso, una brillante pieza de diseño–; eso es lo que Francis Crick quería decir con la Segunda Regla de Orgel.”

La tercera objeción consiste en cuestionar la premisa mayor del Silogismo 2: que toda especie no hecha por un diseñador fue producida por la evolución darwinista. Esta afirmación es más que dudosa por lo que, incluso si las dos premisas del Silogismo 1 fueran ciertas, no quedaría demostrado que la especie X surgió por medio del mecanismo mutación-selección.

7. La crítica teológica del darwinismo

El Magisterio de la Iglesia Católica nunca se ha pronunciado sobre el darwinismo, sino sólo sobre el evolucionismo en sentido amplio. Concretamente, ha rechazado el evolucionismo materialista o naturalista y ha condicionado la aceptación del evolucionismo al respeto de algunas verdades esenciales de la fe católica (como por ejemplo la creación inmediata de cada alma humana por parte de Dios). Por lo tanto la cuestión de si el darwinismo es o no es compatible con el cristianismo es en estos momentos una cuestión opinable y discutida entre los teólogos católicos.

Para abordar esa cuestión, es necesario determinar la relación del darwinismo con el naturalismo metafísico (o filosófico). Éste consiste en sostener que en nuestro universo material no ocurre ni puede ocurrir nada sobrenatural; por lo tanto, todo lo que ocurre en él es en principio susceptible de ser estudiado y explicado por la ciencia. Generalmente el naturalismo metafísico está asociado al cientificismo, la doctrina que sostiene que sólo el conocimiento científico es verdadero conocimiento. Así el cientificismo rechaza tanto a la teología como a la filosofía.

El naturalismo metafísico existe en dos variantes, que yo llamo “fuerte” y “débil”. El naturalismo metafísico fuerte consiste en afirmar que la naturaleza (es decir, el mundo) es todo lo que existe. Dado que el mundo no es Dios, normalmente este naturalismo conduce al ateísmo, la doctrina que niega la existencia de Dios. Empero, existe también una “variante mística” de este naturalismo que conduce al panteísmo, la doctrina que identifica a Dios con el mundo o naturaleza. Dadas las afinidades y debilidades del ateísmo y el panteísmo, no es raro que algunas mentes oscilen entre ambas doctrinas. Cuando el ateo reconoce la necesidad de que exista un Ser Absoluto, a menudo pasa a ser panteísta; y cuando el panteísta reconoce que es absurdo que el Ser Absoluto sea contingente como el mundo, a menudo pasa a ser ateo. Además, generalmente el Dios del panteísmo no es un Ser personal, sino una fuerza impersonal, por lo que, según la terminología y la doctrina del monoteísmo, no es Dios, simplemente hablando. El panteísmo es la idolatría del mundo. En resumen, tanto el ateísmo como el panteísmo niegan la realidad de un Dios trascendente, por lo que suelen coincidir en la práctica.

Por su parte, el naturalismo metafísico débil no niega en principio la existencia de Dios, pero niega que Dios actúe en nuestro mundo. La definición de naturalismo metafísico que indiqué al comienzo corresponde en realidad a su variante débil, pero abarca lo que las dos variantes (fuerte y débil) tienen en común: quizás Dios exista (según la variante débil) pero, como no actúa en nuestro mundo, la ciencia puede prescindir de Él tanto como si no existiera (según la variante fuerte). Normalmente el naturalismo metafísico débil conduce al agnosticismo, la doctrina que niega que el ser humano pueda conocer si Dios existe o no. Empero, existe también una “variante mística” de este naturalismo que conduce al deísmo, la doctrina que afirma que Dios creó el mundo en el principio, pero no se interesa por el mundo ni interviene en él. También la frontera entre el agnosticismo y el deísmo es porosa: si el Dios del deísmo no actúa en nuestro mundo, entonces su existencia está más allá de la capacidad de conocimiento de la razón humana, como sostiene el agnosticismo. Y si el posible Dios del agnosticismo existiera (recordemos que el agnóstico contempla esa posibilidad), sería similar al Dios del deísmo, un Dios indetectable e incognoscible para la razón humana, e irrelevante para la vida humana. En resumen, tanto el agnosticismo como el deísmo niegan la realidad de un Dios providente y de la divina revelación, por lo que también suelen coincidir en la práctica con el ateísmo.

La doctrina contraria al naturalismo metafísico consiste en sostener que en nuestro mundo ocurren o pueden ocurrir hechos sobrenaturales. Normalmente quienes sostienen esto se adhieren al teísmo o monoteísmo, la doctrina que afirma la existencia de un Dios personal, inmanente y trascendente, creador, inteligentísimo ordenador y providentísimo gobernador del mundo. El cristianismo es una de las religiones monoteístas. Empero, también se oponen al naturalismo metafísico algunos no creyentes que buscan la verdad en materia religiosa y están abiertos a la posibilidad de la existencia del Dios del monoteísmo.

En mi opinión, el darwinismo presupone el naturalismo metafísico, pues considera a la evolución biológica como un proceso puramente aleatorio, no planificado ni guiado por inteligencia alguna. No sólo prescinde metodológicamente de toda finalidad o propósito en la naturaleza, sino que niega su existencia. Por lo tanto, el darwinismo es un caso particular del evolucionismo naturalista rechazado por la Iglesia.

La inviabilidad de un hipotético “darwinismo cristiano” se puede apreciar planteando la cuestión del diseño inteligente. Que Dios ha creado y diseñado inteligentemente todos los seres vivos no es una afirmación opcional para un cristiano, sino una parte irrenunciable del depósito de la fe. Pues bien, simplemente, un darwinismo cristiano con diseño inteligente no sería darwinista; y un darwinismo cristiano sin diseño inteligente no sería cristiano. Y, según el principio lógico del tercero excluido, no hay otra posibilidad.

Termino con una aclaración importante. Mi rechazo del darwinismo no implica un regreso a concepciones fijistas ya superadas por la ciencia y la teología, sino una apertura a las nuevas corrientes de pensamiento que procuran poner de relieve que la evolución biológica se ha desarrollado conforme a un plan inteligente. (Fin).

Daniel Iglesias Grèzes