2.11.13

Entrevista a Maximino Fernández, el dominico mártir del Reina Sofía

A las 11:35 AM, por Santiago Mata
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No hay de momento mártires del siglo XX en España asesinados el día de difuntos, pero sí ocho que nacieron ese día. Hoy entrevistamos al beato dominico Maximino Fernández Marinas, que tenía casi 69 años al morir.

Vivió en Filipinas e Italia, y fue provincial de España
 -¿Nació usted en Asturias?

-Sí, en Castañedo de Valdés (no confundirlo con el de Cangas de Narcea), en 1867. Es una de las parroquias del municipio o concejo de Valdés, que a su vez es de los más extensos de Asturias (375 kilómetros cuadrados), dentro de él está también la parroquia de Luarca.

-Veo, don Maximino, que, como buen dominico dedicado al estudio, le sobra información; vamos a dejar un mapa y foto de su aldea y seguimos adelante. ¿Su primer y último convento fue el de Ocaña, en Toledo?
-Sí, allí profesé en 1885, o sea con 18 años, y de allí salí para morir con más de 68…

-Pondremos la foto del convento. Pero entremedias viajó por medio mundo…

-Así es, fui ordenado sacerdote en Manila, Filipinas, en 1896, o sea antes de cumplir los 26 años. Cinco años más tarde, o sea en 1898, caí en poder de las tropas insurgentes, que me tuvieron preso, con muchas penalidades, hasta 1899.

-¿O sea que fue usted de los “últimos de Filipinas"?
-No en el sentido militar o político, pero sí que estuve allí hasta 1902, cuando, muy enfermo, me embarcaron para España, y fui precisamente a Ocaña. Al abrirse el colegio Santa María de Nieva, en Segovia, fui nombrado vicerrector y moderador de los colegiales.

-¿Hasta 1914, cuando le nombraron Provincial de España?

-Sí. Luego fui visitador y en 1919 pasé a Italia para confesar en los santuarios de Pompei y Madonna del Arco, además de ser ecónomo y sacristán en el convento de la Santísima Trinidad de Roma. Pero a los pocos meses caí gravemente enfermo y tuve que volver a España.


-¿Así que en 1920 estaba otra vez en Ocaña?
-Sí, aunque por motivo de la enfermedad el Maestro General de la Orden de Predicadores me concedió durante 10 años que viviera con mis familiares para reponerme. Luego tuve largas ausencias por motivo de encargos que me hacían. Cuando la situación se agravó, en mayo de 1936, volví a Ocaña para proteger a los padres ancianos que allí residían.

-Se entiende que más ancianos que usted, que con 68 años tampoco era un chaval.

-Desde luego. Cuando el convento fue asaltado el 22 de julio de 1936, el prior, Manuel Moreno Martínez, repartió dinero a los otros 31 que vivíamos en el convento, y nos recomendó marchar a donde consideráramos conveniente.

-¿Usted se quedó con el prior?
-Sí, estábamos con fray Eduardo González en una casa, cuando el prior decidió ir a Madrid y allí buscar refugio para todos. En la estación de Ocaña nos dieron un salvoconducto, que en realidad era una sentencia de muerte, ya que o bien llamaban por teléfono a las patrullas y comités o ponían marcas para que supiéramos que éramos religiosos, o sencillamente no éramos capaces de disimularlo por mucho que vistiéramos de paisano. Total, que en el mismo tren correo de Cuenca nos detuvieron el 5 de agosto y al llegar a la Estación de Atocha, en un gran recinto vacío, nos fusilaron, mientras gritábamos: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Iglesia católica!".

-Usted, sin embargo, sobrevivió.
-Sí, Dios sabrá por qué. Me ingresaron semiinconsciente en el Hospital Provincial de San Carlos (hoy ese edificio es el Centro de Arte Reina Sofía, y el Hospital se ha convertido en el Clínico de la Ciudad Universitaria), con 11 balazos en el cuerpo.

-Un hermano de La Salle que lo vio dijo que en el Hospital usted sufrió un suplicio atroz, en medio del mayor abandono y burlas, pero “con laureles de martirio físico y moral”.
-Bien está si él lo dijo así… Dios querría que ofreciera eso en particular por todos los enfermos que pasaron o iban a pasar por ese hospital, o por otros.

-Así que podríamos decir que usted es intercesor de la gente que sufre, y en particular de los que estén en el San Carlos, ya que es el único mártir beatificado de los que allí murieron.

-Que no quiere decir que sea el único que hay ido al Cielo derechito; recuerde que aquí hay muchísimos más de los que son beatificados. Pero sí, hoy por hoy soy un poco como el patrón. Para los viajeros de Atocha, dejamos a mis otros dos compañeros.

-Y ya de paso de los que visiten el Reina Sofía, aunque ya no sea un hospital.
-Pues sí, como no, a todos tratamos de proteger desde el Cielo.


-A ver si a cambio le dedican una placa allí.
-Tengo entendido que van a nombrar “Sala beato Maximino Fernández” a la del Guernica.

-¿En serio?

-Es broma, a mí como a todos en el Cielo, lo que nos importa el es bien de las almas, y no provocar polémica. Pero si con esta charla conseguimos que alguien al pasar por Atocha (o por el San Carlos) rece más y pida algún favor del Cielo, con gusto intercederemos.


-Pues no deje de hacerlo por los lectores de este blog, y mande un saludo de nuestra parte a la Reina de los Mártires.
-Está hecho.


Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.