4.11.13

Misas en Paracuellos - El primer mártir del Coto Felicidad de Lorca

A las 11:28 AM, por Santiago Mata
Categorías : Sin categorías

Este miércoles 6 de noviembre se celebra la fiesta de los Mártires del siglo XX en España (a la que el pasado día 13 se añadieron 522 beatos); en el cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama se celebrarán misas por los miles de fieles allí asesinados (y pidiendo la intercesión de los 130 ya beatificados) el jueves 7, el domingo 24 (presidida por el obispo de Alcalá, monseñor Reig Pla), el viernes 29 y el domingo 1, siempre a las 12 horas. Hoy 4 de noviembre, el mártir del día es el mercedario lorquino Lorenzo Moreno Nicolás, de 37 años, uno de los recién beatificados en Tarragona.

Echado a un pozo del Coto Felicidad de Lorca

Lorenzo Moreno Nicolás dejó Lorca en 1917 para hacerse mercedario en Poyo (Pontevedra), donde profesó en 1920. De ahí fue enviado en 1923 al monasterio de Santa María de El Puig (entre Sagunto y Valencia). Sacerdote desde 1926, estuvo cinco años al reformatorio de menores de Godella, de donde la República expulsó a los religiosos, marchando a Barcelona, y residiendo con su madre en Lorca desde marzo de 1935 y ayudando como vicario en la parroquia de San Patricio, además de ser capellán del hospital de las hermanas de la Caridad. Según los recuerdos de Carmelo Navarro, “repugnaba hablar de política, y no quería decir si había votado, pues no quería que la gente dijese que los frailes interveníamos en política, que Dios sabía muy bien lo que convenía”.


Estallada la guerra, se ocultó con su familia y celebraba misa en privado. Los revolucionarios no lo molestaban, y una vez uno le aconsejó trabajar en las calles y afiliarse “al partido”, a lo que respondió: “Trabajar no me importa, pero asociarme jamás lo haré, porque está el comunismo prohibido por la Iglesia”. Según el sacerdote Emilio García, “al principio de la revolución tenía gran valor, después viendo que no lo martirizaban se achicó, mas llegada la hora, recuperó un valor extraordinario; asegura que no había honor más grande que el de ser mártir”. Una señora rica le ofreció su casa en el campo para esconderse, pero tras consultarlo con su familia decidió no aceptar “para no dar motivo de habladurías estando solo en casa con una señora”.


Esa misma noche, del 3 al 4 de noviembre, se presentaron en su casa cuatro hombres cuando acababa de acostarse: “Los milicianos vienen por ti, hijo de mi corazón”, dijo su madre. Los suyos le presionaron para huir y ya tenía un pie en la ventana cuando decidió entregarse. Empezaron los interrogatorios:


¿Por qué no te has escondido?
Porque no creo haber cometido ningún delito y porque acordaron los del comité no meterse conmigo.

Al verlo marchar, su madre se desmayó y él quiso volver, pero no le dejaron. Lo llevaron a pie hasta el cuartel de los milicianos, donde le preguntaron por la custodia (joya) de San Mateo, dijo no saber nada y lo soltaron. Al volver a su casa, le detuvieron de nuevo y el cabecilla Avelino Navarro, acompañado por otros tres, le ordenó subir a un automóvil. Lo llevaron al Coto minero, le hicieron bajar, y, tratando de obligarle a blasfemar, le cortaron las orejas, lo acuchillaron, le arrancaron trozos de carne, le machacaron el cráneo a culatazos, le hicieron sentar en el brocal del pozo y realizaron varias descargas de fusil y de pistola sobre él. Aún vivo, lo arrojaron en el pozo de azufre y siguieron disparando. Cuando se fueron seguían oyéndose sus lamentos del ejecutado. Su último grito fue: ¡viva Cristo Rey! Era la madrugada del 4 de noviembre. Antes había bendecido y perdonado a sus carniceros, según contó el chófer.


Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.