4.11.13

 

Como todo el mundo “sabe", el papa Francisco tiene intención de poner patas arriba la doctrina católica, sobre todo en materias de moral. La idea es que de ahora en adelante se permitan las relaciones sexuales fuera del matrimonio -antes o después, da lo mismo-, se permita el adulterio -divorciarse y volverse a casar-, se admita la legitimidad de las uniones homosexuales -matrimonio incluido-, se deje comulgar a todos los que estén en pecado mortal -si es que existe algún pecado así-, se mire con otros ojos al aborto -en el que las principales víctimas son siempre las que matan a sus hijos antes de nacer-, etc.

Y como no es plan de cambiar todo eso así como así, el Santo Padre ha decidido consultar con todos los fieles, en la esperanza de que la mayor parte de ellos está a favor de dichos cambios.

Así están contando muchos medios algo tan elemental como es el hecho de que el Secretario General del Sínodo de los Obispos, Mons. Lorenzo Baldisseri, haya enviado a todas las conferencias episcopales un documento consultivo con motivo del próximo Sínodo extraordinario. Es decir, se ha hecho exactamente lo mismo que en anteriores sínodos. Porque ya me dirán ustedes de qué sirve convocar un sínodo de obispos si no se consulta a los obispos.

Los medios dan por hecho que se va a preguntar a los fieles sobre doctrinas que forman parte de la enseñanza de la Iglesia desde siempre. Y no, más bien se va a preguntar a los obispos cómo creen que está el nivel de conocimiento y aceptación de dichas doctrinas por parte de sus fieles. Que no es lo mismo. Y en todo caso, medio siglo de poca predicación sobre esos asuntos desde los púlpitos -quien diga lo contrario miente- dejan huella en las almas. No está de más comprobar hasta qué punto.

De hecho, cuando uno lee el cuestionario, lo que se aprecia no es un intento de cambiar nada, sino de saber hasta qué punto los católicos son verdaderamente católicos o viven una religión a la carta, en la que eligen lo que quieren y desechan lo demás.

Hay mucho listo suelto por ahí pensando que la Iglesia ha de adaptar su doctrina leyendo encuestas demoscópicas. Hay incluso quien cree que el sensus fidelium es la llave para abrir la puerta a la herejía y el error. Con lo cual demuestran no tener ni idea de lo que es el sensus fidelium (ver Lumen Gentium 12). Ignoran que la fe no es cosa de mayorías. Por ejemplo, si en pleno siglo IV hubieran preguntado a los bautizados sobre la divinidad de Cristo, es posible que la mayoría hubieran dicho que no. San Jerónimo dijo: “El mundo se despertó un día y gimió de verse arriano“. Y sin embargo, Cristo es Dios.

En conclusión, ¿cuáles son mis respuestas al cuestionario del Papa? Ninguna. Ni soy obispo ni nadie me ha consultado. Y si por un casual mi obispo me consultara, la respuesta sería inmediata: “por gracia creo de corazón todo lo que la Iglesia indica que hay que creer". Eso es ser católico.

Quien se dedica a aprovechar esas preguntas para oponerse a las enseñanzas de la Iglesia -o sea a Cristo-, lo único que demuestra es que de católico no tiene ni la apariencia. Mucho menos el fondo. Da igual que use a Cristo como excusa. Da igual que acuda a la Escritura para justificar su rechazo de la doctrina católica. Eso también lo hacen los protestantes. Da igual que prostituya la misericordia de Dios para lanzarla a la cara de los que enseñan sana doctrina. Como si predicar la verdad estuviera reñido con abrir los brazos para acoger al pecador. O como si acoger al pecador estuviera reñido con indicarle el camino de la conversión y la santidad, sin la cual nadie puede salvarse. Quien así piensa, escribe y otra es tan católico como los arrianos del siglo IV.

Luis Fernando Pérez Bustamante