5.11.13

 

Puede que en un par de años las cosas en España empiecen a ir mejor. Aunque la recuperación del empleo será lenta, más que nada porque no se van a construir casas sin ton ni son y ese sector no tirará del resto, es probable que los que sí tengan trabajo se sientan con ganas de caer en los mismos errores que cometimos casi todos en los años de bonanza económica. A saber:

1- Endeudarnos neciamente. Hubo años en que la gente aceptaba hipotecas por encima del valor de las viviendas para poder comprarse un coche, electrodomésticos de última generación, muebles nuevos, etc. Si algo hemos de aprender de lo ocurrido es que no se puede pensar en dedicar el sueldo de unos de los cónyuges a pagar préstamos. Porque si luego uno de los dos se queda en paro, ¿qué ocurre? Lo que hemos visto. Es mejor vivir en alquiler con holgura que vivir ahogado el resto de la vida. Eso de gastar más de lo que se tiene, en la esperanza de que más adelante podremos pagar lo que debemos, ha demostrado ser una soberana necedad.

2- No ahorrar. En el capítulo 41 del Génesis vemos que el faraón de Egipto tuvo un sueño, que fue interpretado por el bueno de José. Lean ustedes ese pasaje de la Biblia. Dado que no hemos vivido un sueño sino una pesadilla, no estará de más que tomemos nota de lo que hay que hacer para que no nos atropelle una futura crisis. Obviamente aquellos que ganan lo justo para ir tirando no pueden ahorrar dinero. Pero es mejor tener 1000 euros en una cuenta de ahorro que ninguno. Y mejor 10.000 que 1.000.

3- Consumir demasiado en ocio. Vivimos esclavizados por ofertas de todo tipo. Hace 25 años la gente vivía la mar de bien jugando al mus y la brisca, sin un móvil de última generación, sin una conexión a internet de sopotocientos gigas, sin una televisión último modelo de tres dimensiones con gafas incorporadas, etc. Tampoco se cambiaba de coche cada 3-4 años. Hoy parece que no se es persona si no se tiene móvil, tablet, portátil, ordenador de sobremesa, TV de alta definición, coche híbrido, consola con los últimos juegos del mercado y televisión de pago.

4- Maleducar a los hijos en materia económica y de responsabilidad. Atrás quedaron los tiempos en que los Reyes Magos -o el gordo vestido de rojo que va en reno- te podían echar carbón si llegabas a casa con malas notas. Hoy las broncas de los padres por la falta de resultados escolares se las suele llevar el profesor en vez del mal alumno. Y los niños y adolescentes se han acostumbrado a que tienen derecho a tener todo sin dar nada a cambio. Que es el camino directo para que de mayores sean unos irresponsables que le echan la culpa a Papá estado por todo.

5- Olvidar que el sistema financiero no tiene alma o está vendida al príncipe de este mundo. Recomiendo vivamente verse películas como Wall Street, de Oliver Stone, y Margin Call, de J. C. Chandor. Nadie da duros a pesetas y nadie sensato ofrece intereses desorbitados por guardar nuestro dinero. No digo que se guarden los billetes debajo del colchón (véase la parábola de los talentos), pero ojito con dejar nuestro dinero en manos de los maestros de la especulación.

6- Votar a quienes han demostrado que son incapaces de impedir el cataclismo económico o no saben evitarnos lo peor de la crisis. Supongo que cada país tiene ejemplos de gobernantes que han demostrado ser malos gestores y de otros que son buenos o menos malos. Y si todos son malos, póngase una vela a San Judas. Es altamente recomendable huir de populismos baratos que prometen lo que se sabe que no pueden conceder y que tienden a echar la culpa al resto del mundo por los errores propios.

Ni que decir tiene que mucha de la culpa de lo ocurrido la tiene la mala gestión de bancos y gobiernos. Pero de poco vale lamentarnos por lo mal que lo hacen otros si nosotros mismos nos convertimos en cómplices activos de un sistema perverso.

Y, en todo caso, recordemos el proverbio: “Más que las riquezas vale el buen nombre; más que la plata y el oro, la buena estima” (Prov 22,1). Dios sabe darnos el pan nuestro de cada día, pero también hemos de saber que cuando rezamos aquello de “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo", eso incluye que nosotros cumplamos dicha voluntad en nuestras vidas. También en el área económica. Y sabiendo siempre que es más rico el que es fiel a Dios que el que tiene la cuenta llena de dinero.

Luis Fernando Pérez Bustamante