6.11.13

Paracuellos y la singularidad de la Revolución Española

A las 12:47 AM, por Santiago Mata
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Hoy 6 de noviembre se celebra la memoria litúrgica de la mayoría de los mártires del siglo XX (no todos) en España. Coincide con la fecha de la huída del Gobierno republicano de Madrid y el comienzo de las sacas de presos y matanzas masivas en Paracuellos. Curiosamente, a quien eligió la fecha le perdió el magnetismo de Paracuellos, ya que todavía no hay ningún mártir beatificado que fuera asesinado precisamente ese 6 de noviembre.

“Asesinados en masa por el mero hecho de ser cristianos”
En la encíclica Divini Redemptoris, el papa Pío XI había señalado como particularidad de la Revolución Española el que “ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista".

El bando vencedor eligió como arquetipo de esas matanzas a las de Paracuellos (retratadas aquí en el cuadro de Mariano Yzquierdo y Vivas que esconde -más que conserva- el Museo del Ejército). Se diría que la elección del 6 de noviembre es una continuación de ese tópico.

Naturalmente, las de Paracuellos de Jarama fueron las matanzas más numerosas. Pero convertirlas en icono de la Revolución tiene dos inconvenientes, en mi opinión:

1) Induce al error de considerar que las matanzas tuvieran algo que ver con la situación militar: vienen los nacionales y no podemos llevarnos a los presos, son peligrosos, luego los matamos. Al margen de que pudiera haber algo de verdad en ello, el argumento parece verosímil, luego quienes quieran enmascarar las matanzas, lo usarán hasta la saciedad. Recuérdese cómo Carrillo me contó una variante de esa argumentación, añadiendo fantasías sobre bombardeos y un pueblo de Madrid airado y sediento de venganza que, para cualquiera que conozca mínimamente los hechos, resultan ridículas.

2) Lleva a echar balones fuera, en concreto hacia Rusia (la URSS). En ellas influyeron los consejeros soviéticos. Pero estos, ciertamente opuestos al anticomunismo, no deseaban fomentar el odio a la religión que estaba en el ADN de la Revolución Española, del mismo modo que intentaron desde su comienzo mitigar, y ante la imposibilidad de hacerlo camuflar, la propia Revolución. Es decir, cuanto más responsabilidad tuvieran en Paracuellos los soviéticos, menos revolucionarias eran estas matanzas (ojo: que sí lo eran, pues los soviéticos no habrían seleccionado para morir a curas y frailes, y Carrillo sí lo hizo). Convertirlas en icono (exagerando el papel de los soviéticos) distrae del sentido -completamente al margen de cualquier necesidad bélica o consejo soviético- que tuvieron estas y el resto de las matanzas: incluyendo en él el sentido iconoclasta y antirreligioso del comunismo hispano (libertario en su inmensa mayoría), pero no sólo de él: del Frente Popular una vez acometida la tarea revolucionaria sin tapujos. Un sentido que ni siquiera quiso evitar un teórico sirviente de Moscú como era Carrillo: Ni Stalin podía poner freno al odio a cuanto oliera a Iglesia católica.

¿Por qué entonces la elección de Paracuellos? Por ser de hecho matanzas revolucionarias y las más numerosas. Sin duda por eso los eclesiásticos eligieron esta fecha para conmemorar a los mártires, sin reparar en los peros citados. En los políticos, quizá haya influido también el carácter “blanquinegro” de estas matanzas: las víctimas son en ellas “muy buenas e inocentes", pues salen amarradas de cárceles; y los ejecutores son “muy malos y culpables” porque matan en masa. En el fondo, son menos trágicas, menos duras de tragar, que aquellas en las que un hermano despelleja vivo a su hermano: perdonamos a un bando sus crímenes eligiendo los menos crudos, y así esperamos que a cambio “olvide” (en el sentido en que Girard se refiere a la sociedad fratricida-no cristiana) los crímenes del bando vencedor.

Pero, volviendo a Pío XI, entonces se pierde de vista lo que, ya no refiriéndose a los martirios de cristianos, sino a la situación en general, llamaba más la atención del Papa en septiembre de 1936: Que los hermanos, católicos, se estaban matando entre sí. Renunciamos a predicar la necesidad de la conversión de unos y otros.

Conclusión: las dos cosas que más importaban a Pío XI han caído en saco roto. Porque se conmemora de tapadillo a los mártires sin decir cuál es la horrorosa situación por la que hay que hacer penitencia; y porque se les conmemora un día que, en mi opinión, no es el más indicado… Pero menos es nada. Y ahora, a falta de uno muerto ese día, elijamos como mártir del 6 de noviembre a uno nacido en Bellver de Cerdanya (Barcelona) el 6 de noviembre de 1860: don Joaquín de la Madrid, “padre de los húerfanos", cuya historia resumí en este post sobre Toledo, ciudad martirial.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.