15.11.13

El diácono abierto en canal: “Os perdono y pido que Dios os perdone"

A las 12:04 AM, por Santiago Mata
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De los muertos el 15 de noviembre, ha sido beatificado el diácono Juan Duarte Martín, de 24 años.

Se negó a esconderse
Cuarto de los diez hijos de un matrimonio de labradores de Yunquera (Málaga). Según el resumen biográfico publicado por David Cortés, se negó a esconderse en el zulo que le había preparado su padre, como le pedían con lágrimas en los ojos su madre y sus hermanas. Cuando alguien le advertía que la situación empeoraba, decía: “¡El Señor triunfará, el Señor triunfará!”.

Su detención ocurrió el 7 de noviembre, por la delación de alguien que, tras un registro fallido llevado a cabo en su casa, le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro después de varias horas, sin luz ni ventilación, en una pequeña pocilga que le había servido de escondite.

Los milicianos le llevaron al calabozo municipal, y de allí, con los seminaristas José Merino y Miguel Díaz, sobre las 16 horas, lo trasladaron a El Burgo, donde mataron a sus dos compañeros en la noche del 7 al 8, mientras a Juan lo llevaron a Álora, probablemente porque algún dirigente revolucionario de ese pueblo lo pidió. En el calabozo o garipola de Álora fue sometido a torturas durante varios días para forzarle a blasfemar, pero respondía: “¡Viva el Corazón de Jesús!” o “¡Viva Cristo Rey!”. Además de darle palizas, le metían cañas bajo las uñas, le aplicaban corriente eléctrica en los genitales, lo paseaban por las calles entre burlas y bofetadas con el mismo objetivo.

De cómo se desarrollaban estos paseos hay testimonios de varios familiares y amigos, ya difuntos. De la garipola lo llevaron a la cárcel, donde introdujeron en su celda a una muchacha de 16 años, para seducirle y aparentar luego que la había violado. Como no resultó, un miliciano le castró con una navaja de afeitar y entregó sus testículos a la muchacha, que los paseó por el pueblo. Cuando Juan Duarte recuperó el conocimiento, preguntaba a los demás presos que estaban en la misma celda: “Pero, ¿qué me han hecho, qué me han hecho?”.

Después de 8 días de torturas

En la noche del 15 de noviembre lo bajaron al Arroyo Bujía y a unos diez metros del puente de la carretera, lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal de abajo a arriba, le llenaron de gasolina el vientre y el estómago y le prendieron fuego. Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: “Yo os perdono y pido que Dios os perdone. ¡Viva Cristo Rey!”. Sus últimas palabras, con los ojos bien abiertos y mirando al cielo fueron: “¡Ya lo estoy viendo… ya lo estoy viendo!”. Uno de los ejecutores le interpeló: “¿Qué estás viendo tú?”. Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza.

Más información en la web de la diócesis de Málaga. Al promover ésta un monumento-oratorio en memoria de Duarte, una Asociación (de la “Memoria histórica") que se mostró contraria aseguró que la República había castigado a los asesinos del diácono. El que tal afirmación vaya sin documentar dice probablemente poco del rigor con que dicha asociación sirve a “la Memoria Histórica". De hecho, si pudiera documentarse que se castigó uno de estos casos de persecución religiosa, sin duda se habría hecho eco hasta la prensa internacional, con tal de contrarrestar siquiera un poquito la propaganda de los nacionales como “salvadores” de la Iglesia perseguida. Pero lo único que la documentación de la Causa general sobre Yunquera permite afirmar es que en la posguerra, de las cinco personas a las que se supone responsables del crimen, tres están muertas y dos en la cárcel. Por si sirve de ejemplo de cómo la justicia republicana hacía piruetas para exculpar al autor de un crimen que ni siquiera en el juicio se negaba (matar una mujer a punto de dar a luz), véase este caso de Jaén.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.