17.11.13

 

Uno de las principales enfermedades que aquejan a nuestra sociedad es la pérdida de la autoridad de los padres sobre sus hijos. Ya sea por dejación de los primeros o por rebeldía incontrolada de los segundos, la realidad es que hemos pasado en menos de medio siglo de ver como no había un solo joven, no digamos niño pequeño, que osara no obedecer a sus padres, a ver como hay matrimonios que son incapaces de hacerse respetar y obedecer por niños y adolescentes. Eso, por supuesto, llega a otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, a la escuela, donde la autoridad del profesor es en muchos casos una quimera.

Cito del Catecismo, que a su vez cita la Escritura:

«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12).

«Vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51).

El Señor Jesús recordó también la fuerza de este “mandamiento de Dios” (Mc 7, 8 -13). El apóstol enseña: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra» (Ef 6, 1-3; cf Dt 5 16).

En realidad, casi todo el mundo conoce esas citas. Ahora bien, voy a citar otro artículo del Catecismo que no es tan conocido, pero que apunta a una realidad cada vez más presente en esta época de crisis económica (negritas mías):

2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia. “Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor” (Col 3, 20; cf Ef 6, 1).

No dice “mientras el hijo sea menor de edad“, sino “mientras vive en el domicilio de sus padres“. Y hoy son muchísimos los jóvenes que siguen viviendo en casa de sus padres porque no pueden independizarse. Sin embargo, no pocos viven como si fueran realmente independientes.

Es evidente que unos padres sensatos no van a tratar a un hijo de 25 años como a uno de 16, ni a uno de 16 como a otro de 8. Es lógico que los padres consulten con mayor frecuencia o den mayor autonomía en la toma de decisiones a sus hijos según van cumpliendo años. Pero en un hogar donde todos son cristianos, tanto el de 25 como el de 16 como el de 8 tienen el mismo deber de obedecer a sus padres.

Ahora bien, ¿cuántos hogares verdaderamente cristianos quedan donde tal cosa se cumpla? Prueben a hacer leer ese artículo del catecismo a sus hijos mayores de edad que viven bajo el techo familiar. A ver qué les parece.

Ni que decir tiene que los padres tienen también el deber de educar a sus hijos en la caridad:

Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y en la enseñanza del Señor.
(Efe 6,4)

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
(Col 3,21)

Dios nos ayude a aumentar la santidad en nuestras familias por medio de la obediencia a lo que el Señor ha dispuesto para cada uno de sus miembros.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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