20.11.13

Castigado sin misa

A las 12:49 PM, por Jorge
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Hay cosas que te dejan un triste regusto en el alma. Hace unos días me vino Francisco, un niño que hizo la primera comunión en la parroquia hace dos años. Los ojos enrojecidos y una carita de pena de esas que no se olvidan. Llevaba unas semanas sin saber de él y entre sollozos me contó el motivo: flojea algo en el comportamiento y en consecuencia mamá le ha castigado sin ir a misa los domingos. ¿La razón? Que le gusta mucho venir, así que se acabó. No pude decirle muchas cosas. Simplemente que tiene que portarse bien, estudiar, ayudar en casa. ¿Qué otra cosa vas a explicar a un chiquillo de doce años?

Curioso el razonamiento de mamá: quitar justo lo que al niño le gusta. Menos mal, pensé, que al chiquillo no se le ha ocurrido decir que lo que más le gusta en este mundo es ir a clase, ordenar su cuarto, acudir al odontólogo o hacer la compra a la abuela. Porque ya me le veía sin ir a clase, con la habitación como una jaula de tigres y abofeteando a la abuela como castigo.

El niño tiene sus deberes y obligaciones como es natural, cosas que en absoluto son negociables. Ir al colegio, estudiar, ser educado, acudir al médico cuando es menester, hacer deporte, cumplir con sus obligaciones religiosas, la sociabilidad son cosas imprescindibles. Si además le gustan, bendito sea Dios, y si no, pues se siente. Solo faltaba que un arrapiezo de ocho o diez años decidiera por sus santas narices que no va a clase, deje de lavarse o tomara la decisión de tener su habitación convertida en el basurero municipal. Y si al niño hay que imponerle un correctivo, que no me parece mal, que sea con algo que le pueda costar un poco, desde salir o no, retirarle su wii, la paga o el ordenador. Pero ¿la misa? Es como si me dijeran que le han castigado sin ir a clase. No lo comprendería.

Pues a mi amigo Francisco es lo que le ha pasado. Parece que hay dificultades para entenderse con mamá y esta ha decidido, harta de desobediencias, privarle de algo que para su hijo, católico, es vital y que además, ya ven qué curioso, parece ser que le encanta.

¿Hablar con mamá? Por supuesto que lo hemos hecho. Pero… en sus trece. Que si quiere ir a misa, que se porte mejor, y que no se negocia. Pobre muchacho. El caso es que hay que ver lo que se habla de libertad y respeto a los hijos. Pero Francisco sin misa. Porque le gusta. Qué cosas.