4.01.14

GRATIS DATE

Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.

No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.

Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.

Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.

No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!

Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.

Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.

De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.

Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha des estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.

Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.

Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…

– Esquemas de espiritualidad sacerdotal , del P. Juan Esquerda Bifet.

Esquemas de espiritualidada sacerdotal

Es bien cierto que este libro pudiera dar la impresión de estar dedicado, como si título dice, a lo puramente sacerdotal y, por lo tanto, los fieles que no somos sacerdotes a lo mejor no debería interesarnos.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad esto dicho arriba. En realidad, este libro nos viene muy bien a las ovejas que somos conducidos por nuestros pastores pues, como muy bien se dice en la Presentación del libro “Estas páginas quieren ser una síntesis sencilla, bíblica y conciliar, del ser, de la la misión y, especialmente, de la espiritualidad sacerdotal”. No puede negarse, por tanto, que sea interesante conocer, por parte del resto de fieles católicos, aquello que tiene relación con los sacerdotes de Dios que son, por eso mismo, pastores nuestros.

Y, para conocer, a tal respecto, en qué consiste este libro, el Índice del mismo nos lo dice de forma pronta:

“1. Espiritualidad e identidad sacerdotal para una nueva evangelización

1.-Tiempo de gracia en un mundo que cambia, 3. 2.-Una Iglesia solidaria de los gozos y esperanzas, 3. 3.-Hacia una nueva evangelización, 4. 4.-Ser sacerdote hoy. Identidad sacerdotal, 5. 5.-Espiritualidad cristiana y espiritualidad sacerdotal, 5.
Meditación bíblica y revisión de vida, 6.

2. Cristo Sacerdote y Buen Pastor prolongado en su Iglesia
1.-El Buen Pastor, 7. 2.-Cristo Mediador, Sacerdote y Víctima, 8. 3.-Jesús prolongado en su Iglesia, Pueblo sacerdotal, 8. 4.-El sacerdocio común de todo creyente, 9.
Meditación bíblica y revisión de vida, 9.

3. El ministerio apostólico al servicio del pueblo de Dios
1.-Elección, seguimiento y misión de los Apóstoles, 11. 2.-Los servidores del Pueblo sacerdotal: Sacerdotes ministros, 11. 3.-Líneas de fuerza del seguimiento evangélico de los Apóstoles, 12. 4.-Fidelidad a la misión de Espíritu Santo, 13.
Meditación bíblica y revisión de vida, 14.

4. Sacerdotes para evangelizar
1.-Llamados para evangelizar, 15. 2.-Prolongar la palabra de Cristo, 16. 3.-Prolongar el sacrificio pascual de Cristo, 17. 4.-Prolongar la acción salvífica y pastoral de Cristo, 18. 5.-Prolongar la oración de Cristo, 19. 6.-La cercanía al hombre concreto, 20.
Meditación bíblica y revisión de vida, 21.

5. Ser signo transparente del Buen Pastor
1.-Signo del Buen Pastor: relación, seguimiento y transparencia, 22. 2.-La caridad pastoral, 22. 3.-La fisonomía y virtudes concretas del Buen Pastor, 23. 4.-Santidad y líneas de espiritualidad sacerdotal, 24.
Meditación bíblica y revisión de vida, 25.

6. Sacerdotes al servicio de la Iglesia particular y universal
1.-En la Iglesia fundada y amada por Jesús, 26. 2.-El sacerdote ministro de la Iglesia particular o local, 27. 3.-Al servicio de la Iglesia universal misionera, 28. 4.-Sentido y amor de Iglesia, 29.
Meditación bíblica y revisión de vida, 29.

7. Espiritualidad sacerdotal en el presbiterio diocesano
1.-Obispo, presbíteros y diáconos para la comunidad eclesial, 31. 2.-En la comunidad sacerdotal del Presbiterio, 31. 3.-Espiritualidad del clero diocesano, 32. 4.-La construcción de la vida apostólica, 32.
Meditación bíblica y revisión de vida, 33.

8. Vocación y formación sacerdotal
1.-Cristo sigue llamando, 34. 2.-Señales de vocación sacerdotal, 34. 3.-Formación sacerdotal inicial, 35. 4.-Formación sacerdotal permanente, 36. 5.-Medios comunes y peculiares de la espiritualidad sacerdotal, 36.

Meditación bíblica y revisión de vida, 37.
9. Espiritualidad mariana del sacerdote ministro
1.-La Madre de Cristo Sacerdote, 38. 2.-La Madre de la Iglesia Pueblo sacerdotal, 38. 3.-La Madre del sacerdote ministro, 39. 4.-En la vida espiritual y ministerio del sacerdote, 39.
Meditación bíblica y revisión de vida,40.

10. La figura del sacerdote según el concilio Vaticano II
1.-Espiritualidad sacerdotal, concilio y postconcilio, 41. 2.-El contenido de los documentos conciliares, 42. 3.-Una espiritualidad sacerdotal en línea evangelizadora, 45. 4.-Caminos por hacer, 48.”

Debemos decir, antes de empezar con lo que es el contenido del libro del P. Juan Esquerda Bifet, que a cada capítulo del mismo acompaña una llamada “Guía pastoral” que es muy útil para hacer uso de ella bien en forma personal y grupal pues contiene una reflexión bíblica y se aporta un material interesante para reflexionar y revisar en grupos.

Pues bien, no se vaya a creer que es ocioso traer aquí esta relación de temas que trata el libro. Con ella nos podemos dar perfecta cuenta de que no sólo está, aunque lo sea primordialmente, destinado a sacerdotes sino que, como ya se ha dicho aquí varias veces (es que nos interesa que eso quede claro) es de crucial importancia saber, como es comprensible, a qué atenernos pues no se vaya a considerar que lo que tiene que ver con los sacerdotes es una especie de algo arcano y extraño de lo que es mejor no saber nada. Al contrario es la verdad. Hermanos nuestros son pero son, es cierto, unos hermanos muy especiales.

Por tanto, teniendo en cuenta lo que se ha dado en llamar “nueva evangelización” no es poco cierto que Cristo, que vive con y entre nosotros, lo hace, también con “nuestras circunstancias hiustóricas” (p. 3). Por tanto, cuando el ser humano, que tiene un sentido de lo sobrenatural inscrito en sus propias entrañas de ser viviente, como bien dice el autor del libro, “no deja de pedir espiritualidad” (p. 3). Y tal espiritualidad ha de ser presentada por “apóstoles auténticos que lo hayan experimentado en sus propias vidas como encuentro con Cristo” (p. 3) pues, en realidad, “la sociedad moderna necesita ver signos claros del Evangelio” (p.3).

A este respecto, y teniendo en cuenta que “cada cristiano se santifica en su propio estado y circunstancia por un proceso de sintonía con Cristo” (p. 5) cuanto más no lo debe hacer un sacerdote, cristiano también, que ha de cumplir la misión de pastor de almas. Por eso “la espiritualidad sacerdotal es sintonía con las actitudes y vivencias de Cristo Sacerdote, Buen Pastor. Por ello sacramento del orden, se participa del ser sacerdotal de Cristo” (p. 6).

Inmediatamente arriba hemos dicho que Cristo, siendo Buen Pastor, ha de ser el espejo donde ha de mirarse, también (además de cada fiel, queremos decir), cada sacerdote pues “es el camino y se hace protagonista del camino humano con su caridad de Buen Pastor” (p. 7) y, por decirlo así, se prolonga en su Iglesia que no deja de ser, como dice el P. Juan Esquerda, un “Pueblo Sacerdotal” (p. 8) correspondiendo, a cada fiel, el llamado “sacerdocio común (p. 9)” que “es el que corresponde básicamente a toda vocación y estado de vida, por haber recibido el bautismo (y confirmación). Cada creyente, según supropia vocación, realizará básicamente este sacerdocio en realción a la eucaristía y al mandato del amor, pero con matices diferentes:

-de presidencia en la comunidad (sacerdocio ministerial)

-de signo fuerte o estimulante de la caridad (vida consagrada)

-de inserción en el mundo (laicado)”

(p. 9)

Vemos, por lo tanto, que cada fiel tiene que cumplir con la misión que le corresponda según se encuentre ubicado en alguno de los matices consignados arriba.

Pero, claro está, el que corresponde al sacerdocio ministerial, es el que trata con mayor profundidad, el autor de este libro de la Fundación Gratis Date. Y es lo que llama, por ejemplo, “ministerio apostólico al servicio del Pueblo de Dios” (p. 11)

Si nos remontamos al origen, digamos, del sacerdocio propio del cristianismo, podemos decir que los Apóstoles, que habían recibido de Cristo una “identidad misionera” (p. 11) que se resumía en tres perspectivas, a saber, “enseñar, bautizar (santificar) y guiar” (p. 11), son los que “comunicaron esta realidad sacerdotal por medio de la imposición de manos (sacramento del Orden)” (p. 11)

Ya tenemos, pues, el origen inmediato de lo que es el Orden Sacerdotal como Sacramento instituido, como los demás, por Cristo.

Así, “por medio del sacramento del Orden, el sacerdote ministro ha recibido un nuevo sello o nueva gracia permanente del mismo Espíritu (Tm 4,14;2Tim 1,6-7), que le hace partícipe de la unción y misión de Cristo Sacerdote y Buen Pastor (Lc 4,18; Jn 10,36). La vida y el ministerio sacerdotal será un continuo reavivar este don del Espíritu con una actditud de discernimiento y de fidelidad. La vida espiritual es una ‘vida según el Espíritu’ (Rom 8,4-9) (p. 13).”

Es más, La fidelidad al Espíritu Santo se concreta para el sacerdote ministro y para todo apóstol en:

-custodiar el depósito de la fe: 2Tim 1,14,
-confianza audaz en su acción santificadora y evangelizadora: Rom 15,13-19,
-reavivar constantemente la gracia recibida en la ordenación: 2Tim 1,6,
-vivir en relación con su presencia y en sintonía con su acción, como Pablo prisionero del Espíritu: Act 20,22.

El sacerdote ministro concretamente:

-edifica la Iglesia como templo del Espíritu, puesto que ha sido ungido por él para esta finalidad (PO 1),
-está atento a sus luces y mociones para evangelizar a los pobres, discernir y suscitar carismas y vocaciones, colaborar en la evangelización universal (PO 6,9,10),
-es dócil a su acción para santificarse en el ejercicio del ministerio (PO 12-13),
-se deja conducir por él para imitar y seguir al Buen Pastor en su vida de pobreza y caridad pastoral (PO 17)

(p. 13).”

Por otra parte, todo creyente tiene del sacerdote una visión que tiene mucho que ver con lo que es la misión que ha de cumplir. Sabemos que son, como dice el autor del libro, “servidores para evangelizar” (p. 15) y, como tales son llamados, de forma especial, por Dios, para cumplir con tal función dentro de la comunidad eclesial.

En realidad, “el servicio profético del sacerdote ministerial se realiza como participación, cooperación y dependencia del magisterio del Episcopado y del Papa” (p. 16) además de hacer “presente a Cristo inmolado (Sacerdote y Víctima) bajo signos eucarísticos /…/. La Eucaristía es, pues:

-Presencia permanente de Cristo bajo las especies sacramentales de pan y de vino (mientras éstas no se corrompan), como declaración de amor (Alianza) y como presencia que reclama relación personal (Mt 26,26-28; +PO 18).
-Sacrificio de la nueva Alianza, como donación incondicional y actualización o prolongación en el tiempo del único sacrificio de Cristo (Lc 22,19-22; +SC 47).
-Comunión o participación en la vida de Cristo como pan de vida, sacramento (signo eficaz de vida nueva en el Espíritu) y banquete pascual (Jn 6,35.38; Mc 14,22-24; 1Cor 10,16ss; 10,13).
-Encuentro inicial que anticipa o preludia el encuentro definitivo (escatología) en el más allá (1Cor 11,26).
-Misión o encargo de toda la comunidad eclesial y ministerio específico del sacerdote ordenado, para que sea realidad sacramental y vivencial en toda comunidad humana (Mt 26,28; Lc 22,19; 1Cor 11,24)”,como recoge en la página 17 de este libro.

Además, el sacerdocio ministerial, prolonga “la palabra de Cristo “(p. 16) y, como hemos explicado arriba, el “sacrificio pasacual de Cristo”; también hace lo propio con “la acción salvífica y pastoral de Cristo (p. 18)” y con la “oración de Cristo

(p. 19)".

Bien podemos decir, resumiendo lo aquí dicho, que “el sacerdote ministro, por participar de la unción y misión de Cristo, participa por ello mismo de su solidaridad con el hombre y de su cercanía al hombre en su situación concreta” (p. 20) que ha de ser lo mismo que decir que nunca abandona a quien, siendo hermano por ser creación de Dios, lo es hasta sus últimas consecuencias.

Cómo negar, por así decirlo, que el sacerdote ministerial ha de atesorar de una serie de características, que lo definan como tal y que sirvan, al común de los fieles, para mostrar la forma de ser del Buen Pastor, así, tanto la “Generosidad evangélica para el seguimeinto del Buen Pastor e imitación de sus virtudes (obediencia, castidad, pobreza)” (p. 23 ) como “la disponisiblidad misionera como prolongación de la misión de Cristo” (p. 23) determinan el ser de un sacerdote. Además, como necesaria es la “fraternidad sacerdotal para ayudarse en la generosidad evangélica y en la disponibilidad misionera”, (p. 23) la misma ha de ser convenientemente llevada a cabo por cada uno de los miembros del sacerdocio ministerial.

Servicios concretos del sacerdote

A la Iglesia se le llama de muchas formas. Tanto atiende por “Cuerpo místico de Dios” (p. 26), “pueblo de Dios” (p. 26), como “Reino de Cristo y de Dios” (p. 26), como “Esposa de Cristo” (p. 27) o “Madre” (p. 27). Pues bien, el sacerdote desempeña sus servicios tanto en la denominada “Iglesia particular” y, a la vez, en la “Iglesia universal”.

Como es lógico, cada sacerdote se incardina en una determinada diócesis, pastoreada por el correspondiente obispo nombrado por el Santo Padre. Pues bien, “todos los sacerdotes ministros estánj al servicio de estas iglesias particulares, sin perder el univesalismo, para garantizar, custodiar y aumentar un tesoro de gradicas que es para el bien de la Iglesia universal. Ser sacerdote diocesano comporta una sensibilidad eclesial responsible respecto a una herencia apostólica recibida, que aumenta continuamente para el bien de toda la Iglesia (+LG 13 y 23) (p. 28).”

Pero, como hemos dicho arriba, el sacerdote también está al servicio de la Iglesia universal que, con un sentido exactamente misionero peregrina por esta tierra hacia el definitivo Reino de Dios.

En realidad, la misión, bien concreta, de evangelizar y de cumplir tal encargo misionero,debe llegar a ser realidad constatable en la programación apostólica de la diócesis y del Prebisterio:

-por la naturaleza misionera de la Iglesia particular,

-por la participación en el mismo sacerdocio y en la misma misión de Cristo,

-por la estrecha colaboración con el carisma episcopal y con su responsabilidad misionera universal

(p. 28).”

Tal es así lo aquí dicho y traído a colación de las funciones esenciales, en cuento espacio de cumplimiento de su misión por parte del sacerdote, que “la sintonía del sacerdote con Cristo se convierte espontáneamente en amor a la Iglesia: ‘amo a la Iglesia y se entregó a sí mismo en sacrificio por ella’ (Ef 5, 25)” (p. 29).

Por otra parte, que el sacerdote ha de tener y mantener una relación muy estrecha con la Madre de Cristo Sacerdote es una realidad que no podemos dejar de lado.

Dice, a tal respecto, el P. Juan Esquerda Bifet, que ”Cuando el sacerdote ministro relfexiona y vive el tema mariano, redescubre más profundamente el misterio de Cristo Sacerdote que se prolonga en la Iglesia, del que el sacerdote participa de modo especial” (p. 38) porque “María ve en cada sacerdote un ‘Jesús viviente’ (San Juan Eudes). La realidad sacerdotal de la Iglesia, que es también realidad materna, se acdtualiza principalmente por medio del ministerio de los sacerdotes. Es maternidad ministerial, que encuentra en María su figura o Tipo” (p. 39). En realidad, el magisterio enseña que existen una serie de causas a partir de las cuales se entiende mejor o, simplemente, se entiende que denomina, el autor del libro, “la devoción mariana del sacerdote” (p. 40) y son, a saber (p. 40):

“la relación del sacerdote con Cristo Sacerdote, que quiso nacer de María y la quiso asociar a su obra redentora,

-la relación del sacerdote con la Iglesia Pueblo Sacerdotal, de la que María es Madre y Tipo,

-la relación de María respecto a Cristo Sacerdote, a la Iglesia y al sacerdote ministro, como objeto especial de su maternidad.”

El Concilio Vaticano II

El Concilio convocado por el beato Juan XXIII también contempló la figura del sacerdote y su papel en el seno de la Esposa de Cristo. Y es que “A más de veinticinco años de distancia, el concilio Vaticano II sigue siendo, también para el tema de la espiritualidad sacerdotal, un hecho de gracia” (p. 41).

Y luego, en el postconcilio, con la crisis sacerdotal producida en los años setenta del siglo XX, se ha tenido que “profundizar en el tema y ha ayudado a tomar conciencia de la necesidad de una espiritualidad sacerdotal que supere dicotomías artificiales” (p. 41).

Podemos decir que tantro Pablo VI como el beato Juan Pablo II dedicaron parte de su tiempo al sacerdocio en cuanto tema de meditación. Así, por ejemplo, el primero de ellos, con el “Mensaje a los sacerdotes” de 1968 o la Encíclica “Sacerdotalis coelibatus” de 1967 “ofrece un abanico armónico de dimensiones del tema sacerdotal: sagrada, apostólica, vivencial, eclesial. El Sínodo Episcopal de 1971 ahonda en la espiritualidad sacerdotal, para responder a la búsqueda de identidad del sacerdote, de suerte que su vida sea un signo coherente del buen Pastor en un mundo que cambia” (p. 41).

En cuanto a la labor, a este respecto, de parte del Papa polaco, las cartas que cada Jueves Santo de su pontificado dedicó, precisamene, a los sacerdotes y los discursos referidos al sacerdocio (en sus viajes, en las ordenaciones en las que intervino o en las visita ad limina, por ejemplo, sirven para presentar “una espiritualidad sacerdotal que se expresa en el gozo de ser sacerdote, en el seguimiento geeneroso de Cristo Buan Pastor, en la fraternidad y en la disponibilidad misionera lical y universal” (pp. 41-42).

Por tanto, “El contexto conciliar sobre la espiritualidad del sacerdote es una llamada a la renovación evangélica para afrontar nuevas situaciones de evangelización. Nótese la dimensión misionera de esta llamada a la santidad sacerdotal en el decreto Presbyterorum Ordinis: ‘Para conseguir sus fines pastorales de renovación interna de la Iglesia, de difusión del evangelio por el mundo entero, así como de diálogo con el mundo actual, este santo concilio exhorta vehementemente a todos los sacerdotes a que, empleando los medios recomendados por la Iglesia, se esfuercen por alcanzar una santidad cada vez mayor, para convertirse, día a día, en más aptos instrumentos en servicio de todo el Pueblo de Dios’ (PO 12)” que es a lo que se refiere el autor del libro en la página 45 del mismo donde, además, se pone de manifiestao que “Las Constituciones conciliares (LG, DV, SC, GS), en relación a Presbyterorum Ordinis, ofrecen unas dimensiones muy enriquecedoras”.

Por eso (p. 46) “El sacerdote cuida de cada uno de los fieles encomendados. Pero esta acción pastoral ’se extiende también propiamente a formar una genuina comunidad cristiana. Ahora bien, para cultivar debidamente el espíritu de comunidad, ese espíritu ha de abarcar no sólo la Iglesia local, sino también la Iglesia universal’ (PO 6)”. Y es que la línea que establece el Concilio Vaticano II para el sacerdocio es una que lo es de carácter evangelizador “y, por tanto, de ‘renovación evangélica’” (p. 46) que “será la mejor preparación para afrontar una ‘nueva evangelización’. Así se podrá dar el ‘testimonio máximo del amor’ (PO 11)”.

Pero todo lo dicho hasta ahora ha de tener unas consecuencias que le corresponda desarrollar al sacerdote y, en general, al sacerdocio como servicio a la comunidad eclesial católica. Lo dice el P. Juan Esquerda Bifet fijando las actitudes sacerdotales en las que siguen:

“1ª) Actitud relacional con Cristo.
2ª) Actitud contemplativa y evangelizadora respecto a la palabra de Dios.

3ª)Compromiso de construir el Presbiterio de la Iglesia particular según la vida apostólica.

4ª) Servicio ministerial en la línea de la maternidad de la Iglesia.

5ª) Ser principio de unidad y servicio cualificado para garantizar la herencia apostólica.

6ª) Insertarse en la situación sociológica e histórica a la luz de la Encarnación.

Al fin y al cabo (p. 52), “La espiritualidad sacerdotal es siempre parte de la Iglesia como signo o sacramento de Cristo (Lumen Gentium). Es una espiritualidad que se realiza en el anuncio, la celebración y la comunicación del misterio pascual (Sacrosantum Concilium). Por ello mismo, deberá profundizarse más en relación con los designios de salvación manifestados por Dios en su Palabra (Dei Verbum) e insertarse con sentido de solidaridad en las situaciones sociales e históricas (Gaudium et Spes).

Siempre es una espiritualidad de inmanencia (o cercanía) y de trascendencia, de consagración y misión, de un presente histórico en una Iglesia peregrina (escatológica), que camina hacia un encuentro definitivo de toda la humanidad con Cristo resucitado. Ante una nueva etapa de evangelización, se necesitan apóstoles ‘expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas… y, al mismo tiempo, sean contemplativos enamorados de Dios’ (Juan Pablo II, Disc. 11 oct. 1985).”

 

Labores, las aquí citadas, que corresponde llevar a cabo a los sacerdotes como hermanos nuestros que las desarrollan porque son fundamentales para el devenir de la Iglesia católica y para su presente sea gozoso y su futuro fructífero.

Eleuterio Fernández Guzmán