5.01.14

¿Qué gigantes?

A las 1:10 AM, por Luis Fernando
Categorías : General

¿Quién no conoce este pasaje de El Quijote?:

En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.

—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran…

El resto de la historia ya la saben. La buena intención del ingenioso hidalgo estaba adornada de un deseo de servir al Señor -"es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra"-, pero su mente trastornada no atendía a las razones del fiel escudero, que era consciente de como acabaría la cosa.

A veces en nuestra vida caemos en la tentación de ver enemigos donde no los hay. Vemos gigantes donde solo hay molinos. Vemos servicio al Señor donde solo podemos hacer el ridículo -otra cosa es que Dios tenga en cuenta nuestra buena voluntad-. Y no siempre tenemos un Sancho Panza al lado para avisarnos. O, si lo tenemos, estamos tan firmes en nuestra locura, que acabamos estrellándonos contra la realidad.

Cuando de nuestras acciones dependen otros, la cosa es grave. Don Quijote no tenía a nadie a su cargo. Un padre de familia, sí. Un responsable de un medio de comunicación, también. Y no digamos nada si se trata de un pastor de almas.

Los apóstoles nos trasmitieron una serie de principios generales que sirven para luchar contra los gigantes verdaderos que amenazan nuestra fe, sean quienes sean. Pero también se encargaron de abordar cuestiones muy concretas que afectaban a los primeros cristianos y que, quizás hoy, no están delante de nuestros ojos. Por ejemplo, es claro que San Pablo tuvo muy en mente a los gnósticos a la hora de escribir Colosenses y a los judaizantes cuando redactó Gálatas. Sin embargo, no le vimos escribir contra el eutiquianismo o contra el modernismo. Si lo hubiera hecho los fieles de la época se preguntarían: “¿qué nos cuenta este buen hombre de Dios?”

Dice Cristo en el evangelio de Lucas:

¿O qué rey, saliendo a su campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Si no, hallándose aún lejos de aquél, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz.
Luc 4,31-32

¿Se imaginan ustedes a un rey saliendo a guerrear con un gran ejército y cuando llega a donde se supone que está el enemigo, todo lo que hay enfrente es un grupo de abuelas que van a lavar la ropa al río? La noticia correría por todas partes y el rey quedaría en ridículo tanto ante sus enemigos reales como entre sus propios soldados. Su autoridad moral, más allá de la legal, quedaría irremediablemente mermada.

Y mucho peor sería en el caso de que habiendo salido con el ejército a guerrear contra cuatro abuelas, hubiera dejado la retaguardia sin defensa, de forma que el verdadero enemigo llegara a su ciudad y la arrasara. Ahí ya no estaríamos ante un mero ridículo, sino ante una catástrofe. Igual en nuestras vidas, puede que estemos mal gastando nuestras energías arremetiendo contra molinos de viento mientras los verdaderos gigantes pisotean nuestra alma.

No seamos Quijotes en las cosas de la vida, sobre todo en aquellas que tienen que ver con la familia o con el servicio al Señor y su Iglesia. No veamos leviatanes donde apenas hay lagartijas. Busquemos la sensatez de algún Sancho Panza que tengamos a mano.

Luis Fernando Pérez Bustamante