14.01.14

Les debo la gracia de haber tenido a mis padres mártires de Cristo

A las 12:07 AM, por Santiago Mata
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Siete mártires de la Guerra Civil nacieron un 14 de enero; por orden de su martirio: un marista burgalés asesinado en Redueña (Madrid), dos claretianos -uno burgalés y otro valenciano- a los que mataron en Barbastro, un marista barcelonés martirizado en Lleida, un franciscano pontevedrés asesinado en Badajoz, la anciana madre de las cuatro monjas de Algemesí de que hablamos hace dos días, y un minorista burgalés martirizado en Barcelona.

Los maristas de Torrelaguna

Pedro Alonso Ortega (hermano Marino, de 35 años y natural de Amaya, Burgos), trabajaba en Torrelaguna (Madrid) con Eugenio Artola Sorolla (hermano Victorico María, de 42) y Trifón Tobar Calzada (hermano Jerónimo, de 60), y, según la biografía colectiva -llamada Positio- que se presentó ante la Congregación para las Causas de los Santos en Roma el 7 de diciembre de 2001, y cuyo estudio conduciría a la beatificación de 68 maristas en 2013, educaban a hijos de labradores y obreros. A 120 padres obreros les daban clases nocturnas. Un marista que visitó la escuela aseguraba respecto al nivel de educación que “mejor no se puede” y que “los hermanos viven perfectamente unidos”.

Un antiguo alumno de Torrelaguna asegurará que “la gente del pueblo quería mucho a los Hermanos y les manifestaba una profunda gratitud. Eran queridos incluso por aquellos que no pensaban como ellos, debido a la buena educación que habían recibido”. Otro expresará la “admiración que tengo por el trabajo de esos religiosos maristas. Me enseñaron a amar, a perdonar y les debo la gracia de haber tenido a mi padre y a mi madre mártires de Cristo; que Dios los tenga en su gloria. He sabido perdonar y encajar este terrible golpe con amor cristiano”.

Durante la revolución de 1934, los tres maristas fueron encarcelados por el comité local, cuyo jefe era el maestro de la escuela pública, quien a su vez pasó después un tiempo en la cárcel. El 20 de julio de 1936, se adueñará de nuevo de la localidad, apoyado por carabineros enviados por el Gobierno, que esa mañana encierran a los maristas “en un sótano debajo del Ayuntamiento del pueblo, donde ya se encuentra un grupo de seglares fieles practicantes, entre ellos algunos antiguos alumnos”.

En la noche del 21 al 22 de julio “llega a Torrelaguna un grupo de milicianos de Asturias. De madrugada, asaltan la prisión con intención de eliminar a los detenidos. Golpean a los presos, y les hacen preguntas vociferando. Una miliciana asestó un golpe a la presidenta de Acción Católica, tan fuerte con la culata del fusil que la presidenta perdió un ojo. A continuación, seleccionan a las víctimas: todos aquellos que no tienen callos en las manos. Los labradores son liberados. Los demás, es decir nueve: los tres Hermanos, dos sacerdotes, el presidente y la presidenta de Acción Católica y otros dos seglares, son maniatados y obligados a subir a un camión. Por la mañana del día 22, el lechero del pequeño pueblo de Redueña, que hacía su servicio diario, descubre nueve cadáveres. Eran las seis de la mañana”.

La información firmada el 10 de mayo de 1939 por el alcalde y el secretario del (solo según el papel timbrado) “Ayuntamiento Constitucional” de Torrelaguna, precisa los nombres de siete responsables de estas muertes, sin mencionar que fueran asturianos, explica que los asesinatos se cometieron “en el kilómetro 4 de la carretera de Torrelaguna a El Escorial” y da los nombres de los fallecidos (legajo 1510, expediente 3, folio 300 de la Causa General).

Uno de los que estuvieron presos con los maristas declaró que “los Hermanos sabían que iban camino del martirio. Aceptaron la prueba con gran firmeza, sin optimismo ligero ni pesimismo estéril. Era más bien un santo realismo el que los llevaba a aceptar el martirio; eran literalmente como corderos llevados al matadero. Su valentía se mantuvo inquebrantable; así los vi marchar hacia la muerte”. Un labrador que presenció la ejecución aseguró que “no hubo escenas de desesperación ni nada por el estilo. De caso, una última petición de perdón, por parte de dos detenidos que ofrecieron dinero para que les salvasen la vida, alegando que tenían hijos pequeños, pero nada más. Hacían la señal de la cruz al recibir la descarga mortal”.

Los otros seis mártires

Hilario María Llorente Martín, de 25 años y natural de Vadocondes (Burgos), fue ejecutado el 13 de agosto de 1936 en Barbastro y beatificado en 1992, lo mismo que José María Amorós Hernández -de 23 años y natural de La Pobla Llarga (Valencia)-, al que ejecutaron el día 15, por lo que le dio tiempo a escribir en la despedida a su congregación: “Viva el Corazón de Jesús”.

Juan (hermano Fabián) Pastor Marco, de 60 años y natural de Barcelona, fue uno de los marista enfermos ejecutados en el frontón de Les Avellanes (Lleida) el 3 de septiembre de 1936, y beatificados en 2013.

Francisco (Francisco Jesús) Carlés González, de 42 años y natural de San Julián de Requeijo (Pontevedra), sacerdote franciscano de la provincia de Granada, del convento de Fuente Obejuna, fue asesinado el 22 de septiembre de 1936 en el cementerio de Azuaga (Badajoz) y beatificado en 2007.

María Teresa Ferragud Roig, de casi 84 años, asesinada con sus cuatro hijas monjas en la Cruz Cubierta de Alzira (Valencia) el 25 de octubre de 1936, fue beatificada con ellas en 2001.

Pedro Ruiz Ortega, religioso minorista, del colegio Sagrada Familia de Barcelona, de 25 años y natural de Vilviestre de Muñó (Burgos), fue asesinado en el cementerio de Montcada i Reixac (Barcelona) el 4 de abril de 1937, y beatificado en 2013.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico