26.01.14

Venid en pos de mí

A las 11:32 AM, por Luis Fernando
Categorías : Espiritualidad cristiana

 

Eran pescadores. Una profesión tan digna como cualquier otra. Y no exenta de peligros. El mar de Galilea -que en realidad es un gran lago de agua dulce- no era un Cantábrico enfurecido, pero también tenía sus días “complicados". Un hombre de Nazaret había empezado a predicar siguiendo los pasos de un profeta “famoso", llamado Juan. En esa tarea buscaba hombres de pueblo que le acompañaran. Y se fijó en dos hermanos pescadores. No buscaba en ellos un cambio de profesión. Pero sí que cambiaran el destino de sus labores. No se trataría se seguir sacando peces fuera del agua sino hombre fuera del “mundo". Se acercó a ellos y les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19). Y ellos “dejaron al instante las redes y le siguieron” (Mt 4,20). Al rato, llegó a donde estaban otros dos hermanos ayudando a su padre con los aparejos de pesca. Mismas palabras, mismo resultado.

Ese hombre de Nazaret era ni más ni menos que Dios encarnado, pero aquellos israelitas todavía no lo sabían. Poco sabían entonces que sus vidas habían dado un giro radical, absoluto. Habían sido educados en la fe de sus padres. Y en dicha fe figuraba la llegada del Mesías. Pero seguramente no imaginaban ni por un momento que el hombre que les llamaba era ese Mesías esperado y que se iban a convertir en co-protagonistas de su misión.

Dios llega a la vida de los hombres cuando no le esperan. En ocasiones aparece cuando todavía son niños. En otras, siendo ya adultos e incluso ancianos. Pero cuando llega, se queda. Y transforma vidas “anodinas” en la aventura más maravillosa que nadie pueda soñar. Basta con responder afirmativamente a su llamada.

La vida en Cristo está muy lejos de ser fácil. En muchos aspectos es un gran vía crucis que acaba en un Calvario. La cruz está más o menos presente a lo largo del camino. El pecado a veces se presenta en forma de una galerna capaz de hacer naufragar al barco más imponente. Otras es un iceberg del que solo se ve una pequeña parte, pero que por debajo del agua es enorme, un auténtico peligro para cualquier Titanic. Y, sin embargo, sabemos que al frente del timón está Aquel que con su palabra es capaz de calmar las aguas y con el fuego de su amor puede derretir un continente helado.

Puede que tú, estimado lector, ya hayas escuchado las palabras del hombre de Nazaret llamándote a seguir tras sus pasos. Puede que ya hayas dicho “sí, voy contigo". Puede que todavía estés ensimismado en tus cosas y no ha llegado el momento en que oigas “ven en pos de mí". Pero llegará. Cuando llegue, no dudes. No digas que no a una llamada que transformará tu existencia y la de aquellos que te rodean. Que Aquel cuyas manos crearon el universo se fije en ti puede ser anonadante, pero bien sabes que el amor no es algo que se explique. Simplemente se vive. Tu vida es un acto de amor que solo puede dar buen fruto si la vives en el amado. Y Dios te ama. A ti. Porque sí. Porque Él no sabe hacer otra cosa que amar y dar sentido a tu vida.

Luis Fernando Pérez Bustamante