26.01.14

¿Cómo es Dios?

A las 9:57 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Teología dogmática

El primer artículo del Credo de los Apóstoles, antiquísima profesión de fe, comienza con estas palabras: “Creo en Dios". Sería bueno que nos preguntáramos si conocemos a Dios, en quien creemos. A pesar del secularismo, en nuestra sociedad continúa hablándose bastante acerca de Dios; pero a menudo se da de Él una imagen falsa o distorsionada.

Aunque el misterio de Dios supera la razón humana, ésta puede, si procede rectamente, conocer no sólo la existencia de Dios sino también algunos de sus atributos. La fe en la revelación divina confirma estos conocimientos naturales y permite ahondarlos en muchos puntos que superan a la sola razón. Así, por la fe y la razón, podemos conocer muchas propiedades de la naturaleza divina: Dios es infinito, inmenso, inmutable, incomprensible, todopoderoso, eterno, etc.

Es razonable pensar que no todos los atributos divinos tienen igual jerarquía y que entre ellos hay uno o algunos que expresan más perfectamente la esencia divina. Esta cuestión es más importante de lo que aparenta a primera vista. Si pensamos que Dios es ante todo omnipotente, la idea que nos haremos de Él será muy diferente que si pensamos que es sobre todo omnisciente.

Habiéndose planteado esta pregunta, la teología escolástica respondió con claridad que Dios es el Ser absoluto y necesario, el mismo Ser subsistente. Esta respuesta encuentra apoyo en Éxodo 3,13-15. Desde una zarza que ardía sin consumirse, Dios reveló su nombre a Moisés: “Yo soy el que es". Este misterioso nombre divino expresa la trascendencia de Dios, que está infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o nombrar. No obstante, este “Dios escondido", de nombre inefable, es un Dios que está muy cerca de los hombres.

El Catecismo de la Iglesia Católica, después de reproducir esta afirmación de la teología clásica, agrega una doble afirmación de fuerte raigambre bíblica: Dios, “el que es", es Verdad y Amor.

Dios es la Verdad misma. Sus palabras no pueden engañar. Por eso sus promesas se cumplen siempre. El hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. Esta Verdad se manifiesta en la revelación natural de la creación y sobre todo en la revelación sobrenatural cuya plenitud es la persona de Cristo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 215-217).

Sin embargo, a partir del Nuevo Testamento podemos asegurar que hay un atributo divino más importante aún que el Ser y la Verdad. Cuando San Juan tiene que expresar en una sola palabra cómo es Dios, nos dice que “Dios es Amor” (1 Juan 4,8.16). El ser mismo de Dios es una eterna comunicación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 218-221). El misterio de Dios es un misterio de amor infinito y eterno.

De forma totalmente gratuita, Dios nos ha destinado a participar de su vida íntima. Si queremos vivir en comunión con Dios, que es Amor, debemos vivir en el Amor. He aquí el núcleo de la vida cristiana: amar a Dios y a los hombres, con el mismo amor de Cristo.

Daniel Iglesias Grèzes