28.01.14

Un amigo de Lolo - Nuestra alma imbuida por Dios

A las 12:07 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Nuestra alma imbuida por Dios

“¿Por qué habrá querido Dios plantar en este barro mío una semilla de tanta grandeza”

Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (128)

Tener conciencia de lo que somos nos puede venir muy bien para evitar ciertos comportamientos egoístas y soberbios. Además, nos sitúa en el lugar exacto que nos corresponde cuando hablamos como hijos de un Padre como Dios.

Dios debió querer mucho a la idea de hombre que tuvo. Y esto, que pudiera parecer idea que contraviene un concepto creacionista del ser humano no es, sino, la confirmación de qué es lo que quiso el Creador cuando imbuyó el alma en un ser existente al que, luego, llamó hombre hecho a su imagen y semejanza.

Es más que probable que Dios, en la sabiduría y poder total de sus intrínsecas posibilidades, creara todo lo existente pero que, a lo largo del tiempo, tal creación fuera evolucionando de tal manera que llegó a ser lo que hoy es. Por tanto que en un momento determinado tomara “barro” o, lo que es lo mismo, algo ya existente (pongamos un homínido) y le insuflara el alma a través de su aliento, no es nada extraordinario ni fuera de sus posibilidades. Y eso cambió, radicalmente, la historia, el ser, el comportamiento, de aquella especie creada por el Padre.

Existe, por lo tanto, una diferencia entre el resto de seres animados por Dios y el ser humano y que tiene que ver con el alma. El alma es, por lo tanto, lo que deja manifiesto el poder del Creador.

Seguramente para quien esté versado en la ciencia teológica será más fácil definir el alma y hacer, sobre ella, un discurso extenso y trufado de datos históricos que manifiesten la existencia de la misma desde determinado momento histórico, lo que supone y, en fin, lo que quiere decir, simplemente, que la tengamos. Sin embargo, para los sencillos en la fe el alma es aquella parte de nosotros mismos de la cual no podemos prescindir sin dejar de ser nosotros mismos.

Por eso, cuando se dice que alguien es un desalmado se entiende que pone en práctica un comportamiento muy ajeno a su propia naturaleza humana y que, seguramente, cometerá actos no comprensibles para un ser creado por Dios. Por eso se dice que no tiene alma. Sin embargo, sabiendo que eso no es posible damos a entender que la ha pervertido llevando a su ser los entenderes propios de lo mundano o exclusivamente carnal. Se ha, pues, desalmado o, en cierto sentido, ha perdido el alma… pura imbuida por Dios.

Pero del común de hijos de Dios se puede predicar que tiene alma y que, con toda seguridad, será lo que, de nosotros, pervivirá después de nuestro tránsito a la otra vida, llamada eterna (sea eternidad de vida o eternidad de muerte)

Pero ¿Por qué Dios ha hecho esto por nosotros?

El Creador, Padre Nuestro, nos quiere a su lado. La única forma de que eso sea así es dotarnos de un aspecto sobrenatural que trascienda nuestra existencia y perviva una vez la parte material de nosotros deje de existir por desgaste físico o por cualquier circunstancia ajena al normal devenir a la vida humana y se anticipe la partida de este mundo.

El alma, como sucede con nuestro cuerpo, también ha de ser alimentada. Y por tener carácter espiritual tiene necesidades propias de la espiritualidad: oración, formación, vitalización a través de la práctica de las virtudes y ejercicio de los dones de Dios…

Es verdad que hay muchos cristianos que no proceden de la forma que deberían proceder con el alma y caminan por el mundo, sabiendo que están en peregrinación hacia el definitivo Reino de Dios, con un alma raquítica y anquilosada. No han sabido ser odres nuevos que pudiesen acoger el vino nuevo de la Palabra de Dios y no han enriquecido su espíritu. Digamos que no han sabido acumular para la vida eterna y han dejado que el componente eterno de su existencia decaiga y se aleje de la voluntad del Creador acerca del mismo.

Nuestra alma ha de volar hacia Dios cuando quiera el Creador que eso se cumpla pero no saber cuándo será tal momento no es obstáculo para preguntarnos si seremos capaces de presentarnos ante el Todopoderoso con las vestiduras blancas. El Cordero, por su parte, ya cumplió con su misión y su sangre está dispuesta para lavar nuestras almas. Ahora es cosa de cada uno de sus hermanos que tenga que limpiar más o menos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán