30.01.14

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

A las 12:45 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Ad pedem litterae

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

La ecología, en cuanto pretenda proteger aquello que es natural tiene todas bendiciones que quien pueda darlas dé. Por eso es extraño que, en el caso del nasciturus, se olvide fácilmente lo que con tanto ahínco se defiende.

El autor del artículo sabe, sin embargo, muy al contrario del comportamiento cínico de muchas personas con relación al aborto, que la vida del ser humano es digna por el hecho mismo de serlo. Por eso merece defensa desde el mismo momento en que es ser humano distinto del padre y de la madre o, lo que es lo mismo, desde la concepción.

Por eso, “Cuando no se ama a la persona porque es persona, cuando no se ama la vida porque es vida, todo es vacío, máscara”. Y, a lo mejor, el problema que subyace en el aborto es que sus partidarios ni siquiera aman a su propia especie y, por eso, no les cuesta nada bien legislar para que se mate a ser humanos que aún no han visto la luz del día, bien aceptar el aborto de un hijo que se lleva en el vientre. Además, esto supone, como bien dice el autor del artículo una violencia contra el ser humano y una falta de respecto contra la persona.

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

Ecología de la vida

Pablo Cabellos Llorente

“En la novela de Wallace Stegner, “En lugar seguro", el protagonista y narrador, mientras mira el pasado, dice que su mujer es muy sociable y las personas le interesan simplemente porque son personas. Es envidiable esa forma desinteresada de tener interés. Se parece un poco a nuestra época la que él recuerda de sus comienzos profesionales, cuando la gran Depresión, afirmando que es hermoso ser joven y pobre; con la esposa adecuada, y yo la tenía -escribe-, las privaciones se convierten en un juego.

No retrata un tiempo dorado si así se considera lo fácil -ya es mayor y su esposa tiene los días contados-, pero ama lo que ha vivido y lo resucita con ternura. Leyendo, he pensado en la vida, en nuestras vidas, en el respeto a la persona por serlo. Y es que descubrir la verdad sobre el hombre, observar la realidad humana es algo complejo y rico que sólo se aprende con el tiempo. La vida humana, cualquier vida, es algo extraordinario, incluso aquellas que, según expresión del Papa Francisco, algunos consideran material de desecho; quizá éstas valen más.

Los cínicos que manejan perfectamente el escepticismo burlón que, como escribe Yepes, no se toma nada en serio, ni siquiera lo que es serio, especialmente esa exclusión “El sentido de la vida no existe, pero nos queda la risa. Esto es el cinismo", una mezcla de nihilismo y tragedia. Cuando no se ama a la persona porque es persona, cuando no se ama la vida porque es vida, todo es vacío, máscara, nada. De ahí nace el “carpe diem!” de Horacio, un estímulo para apostar sólo por el presente, y a identificar el sentido de la vida y la felicidad con el placer, emergiendo como opuesto a la virtud, el placer más firme.

Todo ser vivo, pero de modo muy cualificado el humano, tiene una fuerza enorme: su ley, la ley de la vida, que lo conserva y lo hace fuerte. Cuando la fuerza pierde su ley, su medida -escribe también Yepes-, deforma a los seres, es un impulso destructor que trastorna, mata, aniquila. La fuerza natural de los seres vivos sólo es violenta cuando escapa a la ley de la vida y ocasiona una destrucción desordenada, sin sentido, inútil. Eso es la violencia: la fuerza natural que se convierte en terror o fanatismo destructores del orden y de la armonía, entendidos no como una constricción extrínseca, sino como una ruptura de su naturaleza.

Eso es el aborto: violencia contra la vida natural, falta de respeto a la persona, con independencia de que el “nasciturus” sea o no considerado como tal: es un ser vivo, un hombre o mujer en una fase de desarrollo como tantas otras que experimentará a lo largo de su existencia. Se destrozan brutalmente. Pero violencia a la madre, aunque sea libre para tal acción. El concebido es otro ser distinto de ella, pero el cuerpo y la psique de la gestante son violentados. El aborto procurado es el cinismo de no tomarse en serio lo que es serio. Se violentan los restantes actores tanto más cuanto más bajos sean sus motivos: dinero, desecho de un disminuido, engaño. Es probablemente el acto más contrario a la ecología que toda vida requiere, cualquier vida, que es única, irrepetible.”

P. Pablo Cabellos Llorente

Publicado originalmente en Levante-EMV y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.

Eleuterio Fernández Guzmán