31.01.14

La maldad

Ni siquiera pienso decir quien ha dicho esto que aquí se trae hoy. Como lo ha dicho muchas veces a lo mejor hasta, es posible, que alguien se dé cuenta de quién se trata. Y esto no es una adivinanza sino simple hartazgo.

Algunas palabras, para desgracia de según qué personas, significan lo que significan y, por muchas vueltas que se les quiera dar son lo que son y no son otra cosa.

En el caso del aborto (¡Sí, otra vez este tema!) lo que pasa es que la verdad no tiene más que un camino. Tratar de hacer otra cosa disimulando o mirando para otro lado lo único que sirve es para que cada cual se retrate.

Pues bien, a decir de la persona que no voy a nombrar aquí, no es lo mismo abortar que interrumpir la gestación y, por lo tanto, en determinados casos lo que se hace, al parecer, es interrumpir el embarazo pero no hay aborto.

Bueno. Ante esto, cualquiera que tenga dos dedos de frente, concluye que quien sostenga eso o bien no tiene ni idea de lo que dice o lo que dice lo sostiene con maldad, llevado por la mano del Maligno que, sin duda, se ha apoderado de su pensamiento. Y, como la persona de la que aquí se habla no puede fingirse ignorante en el tema (pues es “bioeticista” aunque ya podemos imaginar qué vida defiende y con qué ética dice lo que dice) debemos creer que lo que pasa es lo segundo. Y si consiente en que esto pase…

Sabemos, de todas formas, que cuando se cae en un lenguaje políticamente correcto lo único que se consigue es, precisamente, la corrección política. Eso, por otra parte, supone un actuar contra la fe que se tiene pues la que es católica no se caracteriza, no debe caracterizarse por estar a bien con el mundo para que el mundo la acepte. Por eso no se deben utilizar las palabras para tergiversar la verdad.

Así, por ejemplo, si alguien mata a una persona no hace falta que se disimule para hacer ver que, en realidad, no es que la haya matado sino que lo que ha pasado es que la ha llevado a otra vida porque si la ha matado, la ha matado y basta.

Pues esta persona, a la que no voy a nombrar, tiene la mala costumbre, o vicio desaguisado como se decía siglos atrás, de llamar a las cosas no por su nombre sino por lo que conviene que sean llamadas. Pero ¿a quién conviene que se llamen las cosas como no son, en realidad?

Resulta, pues, y lo repetimos, que para esta persona “No es lo mismo aborto que interrupción de gestación”.

¿Mande?

Pues esta persona se explica así:

“Si aborto es la interrupción injusta e irresponsable de un embarazo, no toda interrupción voluntaria del embarazo constituye un aborto en el sentido moralmente negativo de este término. Hay casos en que la decisión de interrumpir un embarazo es precisamente para evitar un aborto.”

Es decir, que se evita un aborto interrumpiendo la gestación. ¿Es esto, o no, de locos?

Pero sigue explicándose:

“Por ejemplo, cuando una pareja reconoce que, por serias razones, no se puede responsabilizar de dar a luz y criar una criatura (por ejemplo, en casos de malformaciones muy graves y en el contexto de una sociedad que no ayuda con leyes eficaces a proteger la dependencia), en vez de decir que tiene derecho a abortarla, debería decirse que tiene responsabilidad de interrumpir en sus primeras fases el proceso de gestación antes de que su interrupción se convierta en un aborto. Interrumpirían, en ese caso, responsablemente un embarazo precisamente para impedir un aborto. Interrumpirían el proceso emergente del embrión durante las primeras fases antes de completarse la constitución del feto.”

¿Lo ven ustedes? Lenguaje políticamente correcto pues se cree que cambiando el término de la cosa la cosa cambiará y, ipso facto, no se trata de matar a un ser humano sino de…. ¿de qué?

Cristo lucha contra el Mal

Además, bien sabemos que una vida humana no puede interrumpirse como si se tratase de un partido de fútbol donde le árbitro, silbato en mano, interrumpe el partido para, luego, hacer que continúe con toda normalidad. En el aborto eso no es posible porque no puede volver a continuar la vida que se ha cortado de raíz y para siempre. En esto también se equivoca tal persona y se equivoca de una forma absurda pues cualquiera sabe que eso es verdad y que otra cosa no es cierta.

En fin. Pueden ver ustedes que esta persona, al parecer versada en bioética y que, además es teólogo renombrado y que ejerce en tierras orientales y, para más guasa, es jesuita (¡Sí, de la Compañía de Jesús, que rinde homenaje en su propio nombre al abanderado de la vida y de la defensa del ser humano por quien dio su vida en una Cruz!)

Bueno, yo supongo que a estas alturas de la película ya saben ustedes a quien me refiero.

Exactamente, a ésa.

Aunque en realidad, lo que no es lo mismo es fingir que se tiene una fe, la católica, y tenerla. Eso, en verdad, no es lo mismo.

Eleuterio Fernández Guzmán