3.02.14

 

La primera impresión que uno se lleva de una casa es el vestíbulo. Si lo encuentras con las correspondencia de los últimos seis meses, dos plantas secas, un cenicero lleno hasta arriba y tres bolsas de basura, perfectamente puedes imaginar el interior. No hace falta más. Como dice un amigo mío “en viendo la choza se ve el melonar”.

La primera impresión de una parroquia la damos con el atrio, donde solemos tener colocadas las carteleras de anuncios y generalmente unas mesitas con propaganda, folletos e informaciones. Pues pasa lo mismo, que en viendo la choza se ve el talante de esa parroquia.

Cuántas veces no nos pasa que encontramos en las carteleras reliquias del pasado. Un cartel de la jornada X de hace seis meses, una hoja amarillenta anunciando algo que ya pasó, las cuentas de hace dos años, la programación aún de semana santa, anuncios de clases de yoga, reiki y sanación interior y tres o cuatro ofertas de trabajo que vaya usted a saber.

Las mesitas de la entrada con informaciones varias, más de lo mismo. Los folletos del domund aunque estemos en febrero, unas hojas de cantos sobrantes de hace un mes, estampitas varias que va dejando la gente, la oración a San Apapucio de Arriba para pedir novio y las últimas revelaciones de Nuestra Señora en el lentisco de Villatempujo invitándonos al rezo del rosario. Evidentemente todo eso sin orden ni concierto, así, en plan desparrame general.

Pues vaya parroquia y vaya abandono. Es que ya entras con desgana. Viendo todo eso lo normal es que los manteles lleven sin cambiarse meses y meses, las vinajeras acumulen mugre de dos años litúrgicos y los purificadores hayan alcanzado tanta solera que casi caminen juntos.

Ya. Ya sé que no hay que fijarse en lo externo y que juzgar por apariencias es una barbaridad. Todo lo que queramos. Pero si estoy buscando una persona para ayudar en la limpieza de la casa y me aparece alguien oliendo a humanidad, con tres lamparones en la ropa y una cabellera coleccionista de especimenes varios, pues como que no. Cosas de algunos que somos así de raros.

No cuesta demasiado una vez por semana dedicar tiempo a revisar las carteleras de anuncios. Salvo algo muy excepcional, EN JAMÁS DE LOS JAMASES carteles de eventos pasados, hojas rotas o descoloridas, anuncios de espontáneos. Un anuncio raro en una cartelera parroquial te hace cómplice. Hay que estar ojo avizor.

Digo lo mismo de las mesitas de entrada a los templos. Para ellas pido, en primer lugar “orden y concierto”, es decir, que lo que esté colocado sobre ellas se ordene periódicamente, ya sabemos que la gente al colocar folletos los mueve, y que los niños hacen su trabajo. Es necesario también una renovación del material como en el caso de las carteleras (¿qué pintan aún los folletos de la campaña de Navidad?) y estar muy, PERO QUE MUY ATENTOS a las cosas que dejan los espontáneos.

En nuestra parroquia, por principio, estampas, folletos y demás, sin problemas siempre y cuando sean de cosas aprobadas por la Iglesia. Es decir, que si nos dejan unas estampas de San Josemaría, el anuncio de unas catequesis neocatecumenales en la parroquia de al lado, o la revista de San Antonio, pues perfecto. Otra cosa son las copias de la oración a San Judas que hay que llevar a siete templos o los textos con los mensajes de San Venerando a sor Gundisalva allá en el huerto grande, allá donde vivía…