4.02.14

Un amigo de Lolo - Escoger lo que nos conviene

A las 12:04 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Escoger lo que nos conviene

“¡Qué grandeza la de poder crear personalmente un hermoso destino, pero qué escalofrío labrarse también voluntariamente la propia desgracia! ”

Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (142)

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Muchas veces se dice, porque es verdad, que Dios de entre los dones que entrega al ser humano cuando lo crea hay uno que es muy preciado por el mismo: la libertad.

Sin libertad podemos decir que, en realidad, de seres humanos sólo tenemos la apariencia pues es el libre albedrío (dentro de los límites del respeto a los derechos del prójimo) el que determina que una persona pueda escoger de entre las posibilidades que se le presentan la que crea conveniente para sí mismo.

Por eso, hacer de tal don un uso adecuado nos debe llevar a conocer, en primer lugar, la voluntad de Quien nos creó y, luego, libremente, a hacer compatible nuestra existencia con la misma.

Así, vamos construyendo una vida de acuerdo con aquello que tenemos como importante para nosotros. Entre eso debe estar, sin duda, el amor a Dios y a nuestro prójimo.

La libertad nos sirve para darnos cuenta de que somos libres porque, precisamente, somos hijos de Dios y, libremente, nos sometemos a su Providencia que es la única forma de comprender lo que somos y lo que hace de nosotros seres llamados humanos. Además, eso nos diferencia de los otros seres vivos tan dirigidos por sus comportamientos instintivos muy alejados, ellos, de lo que es un querer, poder y hacer propio del hombre.

Nuestro destino o, lo que es lo mismo, lo que queramos depende mucho de nosotros mismo. No del todo, claro está, pues hay factores ajenos a nuestra voluntad que muchas veces la determinan pero no podemos negar que pudiendo hacer una cosa o la otra, pudiendo, somos libres para escoger y libres para elegir.

Por eso mismo, resulta, muchas veces, síntoma de un albedrío enfermo cuando nos decidimos por aquello que, en verdad, no nos conviene.

Así dicho, en general, tenemos un conocimiento íntimo, en nuestro propio corazón, de lo que es la Ley de Dios. Ya dejó escrito, sobre esto, el apóstol de los gentiles que incluso tales personas tienen inscrita, en sus corazones, la tal norma divina. Por demás que los que no lo somos también la tenemos.

Decidir, pues, entre lo que en realidad no nos conviene no es buena cosa para nosotros. Siempre podemos recurrir a que no sabíamos que tal sería el resultado final de tal o cual decisión pero, de todas formas, tenemos una voluntad superior a la nuestra, la de Dios, y a ella debemos someter nuestras decisiones. Y, por muy difícil que sea estar siempre acudiendo a qué es lo quiere Dios de nosotros (para no equivocarnos) lo bien cierto es que sembrar lo malo, y sembrarlo con cierta perseverancia y cabezonería mal entendida, no es buena cosa para nosotros y en nosotros.

El hombre, pues, es libre. Y eso puede ser bueno y malo: es bueno cuando decide, en conciencia, que concuerde su vida con lo que Dios quiere para ella: es malo cuando toma el camino equivocado creyendo que eso le aparta de Dios y olvidando, ¡Ay el Maligno lo que hace y consigue!, que siempre, el Padre y Creador nuestro, sabe lo que hacemos y, más difícil todavía, lo que pensamos.

Actuar, pues, determinadas formas es, en verdad, un privilegio del ser humano pero puede llegar a ser su propia perdición. Libre, pero perdición.

Eleuterio Fernández Guzmán