12.02.14

La guerra por la Palabra

A las 2:46 AM, por Mª Virginia
Categorías : Sin categorías, Verdad, Combate, Cruz, Aborto

Cuando en el otoño de 1870 llegan los prusianos muy cerca de Nevers, Bernardette sólo dice: “Yo temo únicamente a los malos católicos” (R. Laurentin, “Vida de Bernardette”, Herder, p.180)

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El católico no puede ser cronolátrico, sino litúrgico. Al fin y al cabo, toda fecha está escrita en la eternidad, y de ella recibe sus resonancias más significativas. Por eso habría que ver qué relaciones misteriosas se tejen Allí entre la fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes, que hoy celebramos, y la sesión plenaria que hoy dedicó la Asamblea Nacional de la ONU para celebrar el 20ª aniversario del Año Internacional de la Familia, en donde se examinaría el papel de las políticas sobre la familia desde el 2015.

Con el informe de días atrás elaborado por la Comisión de Derechos del Niño, pidiendo a la Iglesia un cambio en su doctrina moral más elemental, no podemos pensar que se detengan en su ofensiva anticristiana.

Estamos, pues, en pie de guerra completamente desembozada ya, según parece. Pero cuando empiezan los “bombardeos”, a muchos distraídos que aún no se han dado por enterados de la situación, no les queda más remedio que ponerse el casco y tomar las armas, correr a los refugios seguros…o quizá también, lamentablemente, pasarse al bando enemigo para obtener alguna tranquilidad espuria.

De alguna manera, pues, esta divisoria de aguas cada vez más profunda va sirviendo para despabilar a más de uno, y por otra parte, saber quiénes son los camaradas.

Será la hora de las grandes paradojas…porque no faltarán en estos tiempos algunos bautizados que –ya por incomprensión, sin culpa alguna, ya sea por franca apostasía, serán arrastrados por las olas del mar embravecido que es el Mundo, corifeos de las mentiras de los “sabios”, sirviendo a la confusión general, como necios.

Otros correrán a esconderse bajo las alcantarillas -sepulturas tempranas- en el silencio oscuro de los eufemismos que pregonan “sana convivencia”: sacando hoy un crucifijo aquí, sonriendo tímidamente allá, pero en fin, renunciando siempre al Sol de frente, por temor a divisar, en el mismo firmamento, el resplandor del Gran Combate.

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Y otros…sí: ¡los habrá, hasta el fin, capaces de morir cara al Sol, con la frente bien alta, radiantes sus vestidos, con la caricia de la gracia que es haber vivido a la sombra fecunda de la Cruz y la Palabra!

Porque, ¿cuál es la causa? ¿quién provoca estas batallas?

-La Palabra.“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios..”(Jn.1,11-12)

No importan los Congresos, los discursos que se lleva el viento, convenciones y leyes…eso es paja, palabras… Importa Cristo, LA Palabra. Sólo El permanece. No es cuestión de poder, de dinero ni de fama. Agenda gay, aborto, droga o armas, son puras excusas: molesta Cristo, y como es Rey eterno, se ensañan con la Esposa. ¡Pobres alimañas!

Qué paradoja que a esta gente tan “práctica” le preocupen de pronto, nuestras Palabras…¿No eran vacías acaso?¿No se mofaban de ellas, como de fantasías? Y sin embargo…la Carta de la Tierra pretende tapar por decreto el Decálogo; el Génesis resulta peligroso y homófobo, y San Pablo…¿cómo podemos amordazar a San Pablo? Qué actual resultan esas líneas de la esposa de un mártir de la palabra, que fue Jordán Bruno Genta:

“Si no es estrella la estrella, las palabras están muertas. Morir por esas palabras que ya no pronuncie nadie…morir por esa Palabra que los hombres de esta tierra callan, cuando Dios la nombre alto. Dios nos permita vivir y morir por su Palabra”(Lilia L. de Genta, “Glosas del buen combate", p.126)

Verbo

Este circo montado con el tupé de “sugerir” que la Iglesia cambie el Derecho Canónico, cuando hace rato que han logrado que millones de “personas civilizadas” llamen virtud al pecado, no me digan que no es un espectáculo grotesco, tragicómico, y si no fuese lastimoso por las almas que arrastran, bien nos valdría una buena carcajada, teniendo en cuenta, como señalaba el p. Alberto Ezcurra, que, “quien lucha por la Verdad con amargura transforma la Verdad en una cosa amarga.”

“Es menester combatir con alegría, no la ruidosa y superficial que nace de un optimismo tan ciego como estúpido, sino aquella otra serena y profunda, propia de quien lleva en su alma como una semilla de incoacción de la gloria, la paz y el gozo de la victoria final.” (A. Sáenz, Siete virtudes olvidadas, Gladius, p. 392)

Bendita sea, pues, la hora del combate, si es por la Cruz y la Palabra, y sobre todo, a no dejar que se nos nuble la alegría, porque el Señor vence, reina e impera por los siglos de los siglos, ¡y somos cosa Suya!.