13.02.14

No me dirán ustedes que esto no tiene tela

A las 12:23 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

Castellani

El teólogo José Antonio Pagola tiene por costumbre escribir comentarios del texto del Evangelio que, cada domingo, nos ofrece el Calendario litúrgico. Y eso está bien pues es lo que se espera de alguien como José Antonio Pagola.

Sin embargo, ya sabemos lo que puede pasar en según qué casos.

Para el próximo domingo, 16 de febrero, corresponde a los versículos 17 al 37 del capítulo 5 del Evangelio de san Mateo que dice esto:

17 “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 20 ‘Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. 21 ‘Habéis oído que se dijo a los antepasados: = No matarás; = y aquel que mate será reo ante el tribunal. 22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’, será reo de la gehenna de fuego. 23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. 25 Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. 26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. 27 ‘Habéis oído que se dijo: = No cometerás adulterio. = 28 Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. 29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. 31 ‘También se dijo: = El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. = 32 Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio. 33 ‘Habéis oído también que se dijo a los antepasados: = No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. = 34 Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el = Cielo =, porque es = el trono de Dios, = 35 ni por = la Tierra, = porque es = el escabel de sus pies; = ni por = Jerusalén =, porque es = la ciudad del gran rey. = 36 Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. 37 Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno”.

En este texto, el Hijo de Dios nos recomienda cumplir con la Ley de Dios porque en muchas ocasiones lo que se hacía, en su tiempo, era tergiversarla por, a lo mejor, no entenderla.

Esto le sirve de apoyo a José Antonio Pagola para sugerir que no debe haber “guerras” entre los hijos de Dios pues eso no puede ser lo que quiera ni Dios ni su Hijo Jesucristo.

Pero también se sirve de unas palabras del Papa Francisco como las que siguen:

“Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”.

Y esto porque es importante que “todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis” (Francisco dixit).

Y esto está muy bien porque, además, nos indica, exactamente, qué es lo que debemos hacer los creyentes católicos que, según entiende José Antonio Pagola, estamos en “guerra” contra cierto tipo de comportamientos doctrinales.

En efecto, se cuida de un hermano cuando se le dice que se está equivocando. A eso se le llama “corrección fraterna”; se le acompaña cuando no sabe cuál es el camino para llegar al definitivo Reino de Dios sino que puede estar queriendo coger un atajo para llegar antes y hacerlo, al parecer, con supuesta anuencia de algunos pastores (recordemos cierto Nihil obstat de cierto obispo, ya emérito, a cierto libro de un muy cierto José Antonio Pagola)

Ahora bien, no es posible alimentarse de un alimento podrido o que, por sus características, huele mal y sabe peor aún. De tal alimento no podemos alimentarnos porque, con toda seguridad, acabará con nuestra salud espiritual.

Y algo así es lo que pasa con ciertos personajes que, dentro de la Iglesia católica, procuran pescar aprovechando el río revuelto en el que parece encontrarse la Esposa de Cristo. Y digo revuelto porque, al parecer nos encontramos en plena revolución eclesial y todo lo “bueno” está a punto de venir porque, también sabemos (nos lo dicen así hermanos, por ser hijos de Dios, como José Antonio Pagola et alii) que lo que pasa desde hace poco más de un año (renuncia de Benedicto XVI al papado) sólo puede ser bueno.

Y bueno puede ser… pero no, precisamente, por lo que quieren algunos, como este teólogo, sino por todo lo contrario.

En todo caso, nunca debería olvidar más de uno eso que llaman “guerra justa” que queda legitimada por la necesidad de mantenerla por quien no tenga que soportar ciertos comportamientos de quienes pretenden imponer los suyos por sobre toda razón espiritual.

Y justa, la que ahora existe, es más que justa. Va en ello la propia catolicidad de nuestro ser hijos de Dios. Y lo demás son mojigangas y ditirambos.

Eleuterio Fernández Guzmán