15.02.14

 

Juan Rubio, director de Vida Nueva, ha concedido una interesante entrevista al diario Público, en el que relata una anécdota personal con el Papa, cuando éste era cardenal y arzobispo de Buenos Aires. El sacerdote y periodista preguntó a “su amigo Bergoglio” cómo veía la Iglesia hoy en día. Y esta fue su respuesta:

Yo ya me voy a jubilar. La Iglesia la veo ahora mismo como el pibe que le dice a su padre y a su madre que se va de marcha. Y el padre y la madre le dictan la ley: A las 12 en casa. El pibe no llega a la una. El padre y la madre discuten. A las 2 tampoco llega y los padres siguen peleándose hasta que se van a dormir a dormitorios distintos y comienzan a recriminarse hasta problemas anteriores. La ley era que a las 12 el hijo tenía que estar en casa y la ley no se había cumplido. A las cuatro llega el pibe echando sangre. ¿Qué deben hacer los padres? ¿Regañarlo o llevarlo al hospital? Ahora misma la Iglesia los está regañando.

Como no me imagino que el P. Rubio se invente esa anécdota, parece claro que estamos ante la visión que el papa Francisco tiene de la Iglesia a día de hoy, ya que tampoco parece factible que haya cambiado mucho su opinión desde que ha accedido al papado.

Es claro que todos los católicos estamos de acuerdo con el Papa en qué es lo primero que deben hacer los padres, aunque también se puede dar esta visión complementaria de las cosas:

La Iglesia la veo ahora mismo como el pibe que le dice a su padre y a su madre que se va de marcha. Y el padre y la madre discuten sobre qué deben hacer con el chaval: el padre quiere ordenarle que llegue a casa a las 12. La madre quiere darle libertad para que regrese cuando le dé la real gana. Discuten delante del joven sin llegar a un acuerdo. Mientras siguen discutiendo, el chaval abre la puerta y se larga. A la una el chico no ha vuelto y los padres discuten. Son las 3 de la mañana y el joven sigue sin aparecer, lo cual provoca que la discusión entre sus progenitores suba el tono. A las cuatro llega ensangrentado. ¿Qué deben hacer los padres? ¿regañarlo, seguir discutiendo a voz en grito o llevarlo al hospital? Ahora mismo la Iglesia sigue discutiendo.

Es evidente que lo que los padres han de hacer es llevar al chaval al hospital para que le curen las heridas. A nivel espiritual, eso significa que la Iglesia ha de proporcionar adecuadamente los medios necesarios para que los fieles que llegan ensangrentados por el pecado puedan sanar su alma. Eso se hace sobre todo desde el sacramento de la confesión.

Además de sanar al alma enferma con la misericordia, conviene poner los medios necesarios para que se libre de los peligros que la hacen enfermar. Lo que no tiene sentido es ponerse a discutir sobre si hay que poner unas normas para que el cristiano no piense que todo el monte es orégano y que puede hacer lo que quiera, sin que eso tenga consecuencias nefastas para su vida.

Y lo que vemos hoy en la Iglesia es a unos pidiendo que las normas ya existentes se respeten y otros que abogan por una libertad prácticamente ilimitada para que cada cual actúe como estime oportuno. Y, de hecho, hay una discusión pública sobre qué se debe de hacer. Esa discusión lleva aparejada dos consecuencias:

1- Que el fiel ensangrentado al que se cura volverá a hacer lo mismo la noche siguiente.

2- Que la Iglesia corre el peligro de dejar de ser un referente moral para ese fiel.

El Papa tiene razón en que lo primero es atender al herido. Pero una vez recuperado, habrá que optar por marcarle cuál es la senda a seguir en el futuro. Y no hace falta que explique quién tenía razón en esa discusión. Como dijo Juan XXIII, la Iglesia es Madre y Maestra. Si deja de ser Madre, no podrá ser buena Maestra. Si deja de ser Maestra, no podrá ser buena Madre. Y si deja de ser ambas cosas, apaga y vámonos.

De hecho, el Santo Padre dijo recientemente a los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe que “es grande la tentación de apropiarnos de los dones de la salvación que procede de Dios para domesticarlos -incluso con buena intención- a los puntos de vista y al espíritu del mundo". O sea, es evidente que considera importante que el mensaje de la Iglesia sea claro. Pero lo primero, practica la misericordia con los heridos.

Luis Fernando Pérez Bustamante