26.02.14

 

Es hasta cierto punto normal que la renuncia de un Papa por primera vez en muchos siglos, en plena era mediática, provocara un revuelo enorme. Es hasta cierto punto lógico que las especulaciones sobre los motivos de esa renuncia se dispararan. Pero no es menos cierto que muchos aceptamos desde un primer momento que las causas por las que Benedicto XVI renunció eran ni más ni menos que aquellas que él explicó.

Entiendo que muchos no estuvieran de acuerdo con la renuncia y sus causas. Entiendo que muchos creyeran incluso que tal decisión era criticable (*). Lo que no entiendo es que no se respete lo que hizo. Y menos que se insista en buscar tres pies al gato de la renuncia.

Para zanjar las especulaciones, que llegan incluso a poner en duda la validez de la renuncia, el propio Benedicto XVI ha enviado una carta al vaticanista Andrea Tornielli dejando las cosas claras:

“No existe la menor duda sobre la validez de mi renuncia al ministerio petrino. Única condición de la validez es la plena libertad de la decisión. Las especulaciones sobre la invalidez de la renuncia son simplemente absurdas”

Benedicto XVI locuta, causa fina est. O sea, punto final. Y quien quiera seguir dando vueltas a la noria de la renuncia, que se lo haga mirar por un confesor y/o un psicólogo.

También aclara algunas cuestiones de índole menor, como el tema del uso del hábito blanco o el de mantener su nombre papal. Las explicaciones son convincentes aunque siempre habrá quien quiera seguir especulando con todo.

El papa Francisco, y con él la Iglesia, tiene la gran gracia de contar con la sabiduría y la oración de su predecesor en la Cátedra de Pedro. Es sabido que mantienen contacto personal con cierta frecuencia. Aunque es papa emérito, se puede decir que el papel de Ratzinger a día de hoy es parecido al de un cardenal muy cercano al Santo Padre. Es decir, su consejero.

Por otra parte, está a la vista de todos que la salud de Benedicto XVI ha mejorado bastante en este año de retiro. Cada vez que aparece en público, se nota que está menos cansado. Lleva la vida de cualquier obispo emérito anciano. Ojalá el Señor le conceda estar con nosotros unos cuantos años más. Será de ayuda para el papa Francisco y para toda la Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Absténganse de usar la zona de comentarios para criticar la renuncia. No es este el momento ni el lugar. No daré paso a nada que vaya en ese sentido.