lunes, 24 de febrero de 2014

Alcohol: trágico enemigo

por Germán Mazuelo-Leytón

Divertirse es la permanente tentación del ser humano. Algunos gozan con pasarlo bien, o se aturden con la fiebre de vivir, tienen como su divisa: divertirse. Otros, preocupados en asegurar sus estudios, su profesión, su pan cotidiano, buscan la seguridad y el confort: lo primero es vivir. Hay una sed insaciable de gozar.

En ese camino de búsqueda de placer a como dé lugar, el alcohol ha sido siempre la tentación más eficaz. Se observa hoy en día que en casi todos los países del mundo va en aumento el abuso del alcohol, ya que es el refugio del indigente que desea acabar con sus problemas mediante la botella, es la celebración de un encuentro de amigos, muy deseado, y que ha de destacar por el gozo momentáneo de la libación, es el protagonista principal de toda fiesta religiosa, civil y popular.

En todos los países se palpa el drama del alcoholismo, y se busca remedios, pero, aunque no sea exclusivamente nuestro el mal, sí que es muy nuestro, basta leer la simple noticia de un descalabro, accidente o crimen, y fácilmente se colegiría de la hora, del ambiente, de las circunstancias que el acontecimiento macabro se desarrolló en el clima del alcohol.

Alcohol y más alcohol como si su succión se tratara de sólo una diversión que no produce males. Ni qué decir de la cada vez más larga temporada previa al carnaval y el propio carnaval, tiempo en el que nuestra permisiva sociedad se baña prácticamente en alcohol.

La culpa principal la tienen los responsables de la salud pública, que permiten que las personas menores de edad puedan adquirir bebidas embriagantes y consumirlas incluso públicamente en las calles, plazas y demás espacios públicos, a vista y paciencia de ellos mismos, que emplean los recursos humanos y materiales, y los impuestos de todos, en cosas banales y no en encerrar o castigar a quienes contra toda ley, expenden el alcohol a delincuentes, a adolescentes y jóvenes facilitándoles el resbalón que ya llevamos tradicionalmente en la sangre.

Tiempo nefando del Carnaval, en el que los responsables de la salud pública, con los impuestos de todos, salen a nuestras calles a promover salud sexual y reproductiva distribuyendo profilácticos a niños y adolescentes.

La ingesta abusiva del alcohol mata 10 veces más personas que otras drogas. No hay semana en que no se señalen accidentes mortales en carreteras, y en las ciudades, en vehículos guiados por conductores ebrios a los que nunca se castiga convenientemente, y nada digamos de las reyertas causadas por el exceso de alcohol en las que se empuñan armas blancas o de fuego, dispuestas a finalizar la vida de una persona.

Los que estamos cerca de la problemática del abuso de alcohol y sustancias, desde la fe, hemos aprendido que entre los síntomas o manifestaciones comportamentales más características en el alcohólico, como el deterioro intelectual y la sensiblería, cabe señalar las siguientes: mayor inmadurez, dependencia emocional, inseguridad, conductas temerarias, chantajes emocionales, baja tolerancia a la frustración, complejo de inferioridad, hostilidad, celos, fanfarronerías, complejo de culpabilidad, ideas y tentativas de suicidio, pérdida de autocrítica, desequilibrio emocional, distorsión en el área sexual, pérdida progresiva de los intereses vitales, conductas extravagantes, trastornos de la personalidad, angustia, ideas delirantes y otros signos.

Si alguien de mi familia tuviera semejante enfermedad, a pesar de su negación, ¿cómo no lo voy a ayudar? El alcohólico no quiere rehabilitarse, porque le quitan lo que más le gusta de lo que depende su supuesta estabilidad, la lástima no ayuda, si yo estoy consciente que se está matando, no puedo ser su cómplice, la solución es llevarlo a rehabilitación, aunque sea en contra de su voluntad, porque su vida es más importante que su reacción, y, mucho más, su salvación eterna es más importante que su reacción, como lo dijo el gran San Agustín la gloria de Dios es el ser humano completamente vivo.

Se puede guardar el equilibrio frente al alcohol, lo que lo consiguen no pocos, que hacen uso moderado del mismo aunque lo tengan en abundancia, pero lamentablemente no son los más, y quienes se despeñan por el abismo del alcoholismo son cada día más numerosos, igual entre intelectuales y autoridades que entre obreros y mendigos, y todavía hay algunos necios que defienden que todas las cosas se conservan mejor envueltas en alcohol.

No somos sinceros, no deseamos que se conozca nuestra trágica dependencia del alcohol, todos desde el primero hasta el último preferimos disimular, y dejar que el alcohol criminal vaya cegando vidas e inutilizando organismos.