11.03.14

 

Hoy ha sido un día la mar de animado en la calle madrileña de Añastro, sede de la Conferencia Episcopal Española. Por razones de salud de un familiar -nada grave por el momento-, no he podido asistir a la primera plenaria de este año 2014, en la que se va a producir un cambio en la presidencia. Salvo sorpresón de última hora, Mons. Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, será de nuevo presidente de la CEE. Ya lo fue durante un trienio, así que tiene experiencia en el cargo. Es un buen pastor y estoy seguro de que lo hará bien.

El caso es que he leído algunas de las crónicas periodísticas del acto de hoy. Y me he encontrado con la del dúo dinámico del periodismo progre-eclesial. Todos conocemos ya sus fobias enfermizas hacia algunos de nuestros obispos. Odian al cardenal Rouco. Y quieren que se note que le odian. Y odian al que fue secretario general de la CEE, Mons. Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid. También quiere que se les note su odio. Pero miren por donde, tanto odio les hace caer en el ridículo con mucha frecuencia. Por ejemplo, hoy han escrito esto:

Por primera vez tras su marcha de la Secretaría General, Juan Antonio Martínez Camino ha de sentarse entre los obispos. Su puesto está justo delante de los periodistas, junto a Mario Iceta, obispo de Bilbao. Su pectoral de oro (o dorado) contrasta con las cruces plateadas que se imponen -Francisco obliga- mayoritariamente en el Episcopado.

Pues bien, tras una llamada pertinente me he enterado de que el pectoral que llevaba hoy Mons. Martínez Camino es ni más ni menos que el que les ha regalado el papa Francisco a los obispos españoles en la reciente Visita Ad Limina.

Creo que no tengo que añadir nada más.

Luis Fernando Pérez Bustamante