Hace un año y medio que José Manuel Ferrary (Málaga, 1960) fue nombrado Vicario General de la Diócesis de Málaga. En días cercanos a la fiesta de su onomástica, san José, nos concede una entrevista en la que valora su servicio pastoral y recuerda su vocación sacerdotal, ya que hoy se celebra también el Día del Seminario y la campaña vocacional. En este sentido, el Vicario General concluye que «al paso del tiempo, cada día tengo más claro que Dios actúa en nuestras vidas de un modo extraordinario y maravilloso: sólo hay que estar abiertos a escuchar su llamada»

–Lleva ya un año y medio como Vicario General de la Diócesis. Primero junto a D. Alfonso Fernández- Casamayor y, desde septiembre de 2013, usted solo. ¿Cómo valora este tiempo transcurrido?

–En primer lugar, me gustaría agradecer al Obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá, la confianza que ha puesto en mí para que me haga cargo de este servicio. Dejando esto por sentado, tengo que decir que, en referencia al periodo en el que D. Alfonso y yo trabajamos juntos, fue una experiencia muy gratificante y enriquecedora. Siempre encontré en D. Alfonso al sacerdote-hermano dispuesto a prestar una ayuda cuando hizo falta y atento a todas las necesidades que yo, desde mi inexperiencia, pudiera demandarle. Siempre le estaré profundamente agradecido.

Posteriormente, cuando he debido afrontar solo la Vicaría General, la única valoración que ahora puedo hacer es que siempre intento hacer aquello que me dicta la conciencia, sin dejar de asesorarme, procurando encontrar las soluciones más justas o más beneficiosas para la Iglesia y para cualquier persona que acuda al Obispado.

–Estamos en el Día del Seminario, ¿cómo surgió su vocación sacerdotal?

–Mi vocación sacerdotal comienza a fraguarse cuando tenía unos 21 años y estaba estudiando Derecho en la Facultad de Málaga. En aquel entonces, y de modo casual, conocí a un sacerdote que entró como párroco en mi parroquia (San Juan Bautista); me refiero a D. Francisco Castro Gutiérrez, hoy ya mayor y enfermo. Poco a poco, hablando mucho y con el ejemplo y dedicación de este hombre, comencé a preguntarme sobre el sentido que tenía la vida y qué es lo que yo buscaba, qué es lo que Dios me pedía…, hasta que decidí, ya acabando la carrera, entrar en el Seminario. Otro de los pilares de mi vocación fue D. Juan Ruiz Villanueva. Al paso del tiempo, cada día tengo más claro que Dios actúa en nuestras vidas de un modo extraordinario y maravilloso: sólo hay que estar abiertos a escuchar su llamada. Para mí el sacerdocio es lo más grande que me ha pasado en mi vida.

–Vicario General que sigue siendo párroco de la Virgen Milagrosa y San Dámaso, ¿cómo compatibiliza ambos servicios?

–Pues lo compatibilizo bastante bien y con mucho orden en mis actividades. Es cierto el hecho de que en Málaga resulta extraño que el Vicario General atienda una parroquia, pero esto es extraño en Málaga y no así en otras muchas Diócesis: puede hacerse y, de hecho, yo lo estoy haciendo. Dada la escasez de clero que tenemos es necesario que todos, sacerdotes y laicos, redoblemos nuestros esfuerzos en la labor pastoral y evangelizadora, de modo que mi opción, mientras las fuerzas me acompañen (espero que por muchos años), es estar en mi parroquia. Personalmente, la estancia en la parroquia (llevo ya seis años en ella) me supone una parte muy gratificante en el trabajo de cada día. Es una parroquia buena, de gente trabajadora, con una bolsa de pobreza importante y cada vez mayor a causa de estos dichosos tiempos que vivimos. La verdad es que estamos trabajando bien y la ayuda del Consejo de Pastoral hace que las tareas que emprendemos no me supongan una carga extraordinaria.

–Nos encontramos inmersos en la Cuaresma, ¿cómo nos invita a vivirla a los cristianos de la Diócesis de Málaga?

–La Cuaresma sólo hay una manera de vivirla: como un tiempo de gracia. Es un regalo que se nos hace para que incrementemos nuestra vida de piedad, revisándonos y poniéndonos en las manos del Señor. En estos tiempos en que vamos con tantas prisas y olvidamos vivir nuestra fe con la suficiente radicalidad, es necesario un “parón” para reconstruirnos internamente y vivamos la Semana Santa de la mejor –y única- manera posible.

(Encarni Llamas Fortes – Diócesis de Málaga)