17.03.14

31. A.Grün: la “espiritualidad invertida” que desemboca en una moral corrupta (y III)

A las 7:48 AM, por Mª Virginia
Categorías : Sin categorías, Verdad, Caridad, Evangelización, Perseverancia, Pastoral, herejía, Anselm Grün, Nueva Era

“La librería es un templo; el librero, un predicador; los frutos que se buscan son la luz, la santidad, el gozo en Jesucristo y la vida cristiana. El mostrador es un púlpito de la Verdad” (Beato Santiago Alberione)

GEspabajo

Abusando quizá de la paciencia del lector, ofrecemos este post más extenso de lo que hubiésemos querido, por creerlo en conciencia necesario, al umbral de la llegada de Grün a nuestro país, con la esperanza de servir de advertencia a muchos desprevenidos.

Habiendo tratado de recorrer hasta ahora los puntos fundamentales en los que este autor se aleja considerablemente de la verdad revelada sobre Nuestro Señor y del misterio del hombre herido por el pecado, veremos aquí hacia adónde lo llevan estos presupuestos.

Al referirse al paso de Jesús por el Desierto, hemos visto que no vacila en rebajar el misterio del Verbo Encarnado, afirmando que allí “Jesús hace experiencia en su propia carne del animal salvaje. No huye de él, sino que intenta conciliarse con lo salvaje y con lo animal” (Luchar y amar, p.205).

Unas páginas antes, ya había afirmado que  los demonios son fuerzas internas, complejos que se apoderan de los hombres” (p.201).

No debe sorprender, pues, que nuestro autor transite un rumbo completamente torcido también en lo atinente a las principales “coordenadas” de espiritualidad, y finalmente en las cuestiones morales que preocupan más al hombre de nuestro tiempo.

Habida cuenta de que “no le convencen” las respuestas dadas por la Iglesia o la Tradición sobre el misterio de la Redención, nuestro autor prefiere buscar en otros autores, provenientes en su mayoría del campo del psicoanálisis o del existencialismo ateo, cuando no de su propia experiencia, rechazando como muy pesado el yugo de Cristo, al que considera como “elevado ideal”. En una entrevista en Radio María dirá que “tanto mi propia experiencia como la de ver en crisis a algunos otros sacerdotes nos hizo reflexionar acerca del tema y entonces tratamos de encontrar algún acercamiento tanto a través de la psicología de Young como a través de la metodología Zen, o diversas alternativas..”

Para bautizar -vaya ironía- todo este gran “amontonamiento de vacío” en el que desemboca su pensamiento, necesita un oxímoron equivalente: “espiritualidad desde abajo”, en el que usa el monacato primitivo como pretexto (oponiéndolos dialécticamente a la Iglesia…) para ganar la buena voluntad de los lectores/oyentes:

“Cuando era joven, y cuando cuarenta y dos años atrás ingresé al monasterio, me dejé guiar por elevados ideales, quería vivir concientemente en forma cristiana, quería borrar todos mis errores y sólo quería amar al prójimo y finalmente descubrí que estos ideales tan elevados me sobre exigían, que seguí encontrando otras cosas en mí, y en el noviciado ingresé a una crisis muy profunda cuando entré en contacto con mis propias emociones y comprendí entonces que así no podía seguir, y en el encuentro con los primeros monjes encontré otra espiritualidad, yo la llamo la espiritualidad desde abajo. Esto significa que Dios no está sólo en la Biblia, no habla solamente a través de la Iglesia, tampoco a través de los ideales sino que está también en mí mismo, en mis pensamientos, en mis sentimientos, en mi cuerpo, en mis relaciones, en mi trabajo…en la medida en que descendemos a la terrenalidad y a nuestra humanidad, ascendemos a Dios.”

Para comenzar a responder, digamos que el “también” da un matiz aceptable a esta frase, pero el problema es cuando estos modos alternativos de lenguaje divino se enfrentan u oponen a lo que Dios ha dicho por medio de su Palabra o su Iglesia. Son aquí muy oportunas las palabras del beato Juan Pablo II:

“Sólo en el misterio de la Redención de Cristo están las posibilidades «concretas» del hombre. Sería un error gravísimo concluir… que la norma enseñada por la Iglesia es en sí misma un’ ideal’ que ha de ser luego adaptado, proporcionado, graduado a las -se dice- posibilidades concretas del hombre: según un’ equilibrio de los varios bienes en cuestión’. Pero,¿cuáles son las’ posibilidades concretas del hombre’?¿Y de qué hombre se habla?¿Del hombre dominado por la concupiscencia, o del redimido por Cristo? Porque se trata de esto: de la realidad de la redención de Cristo.¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que El nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de la concupiscencia. Y si el hombre redimido todavía peca, esto no se debe a la imperfección del acto redentor de Cristo, sino a la voluntad del hombre de substraerse a la gracia que brota de ese acto. El mandamiento de Dios ciertamente está proporcionado a las capacidades del hombre: pero a las capacidades del hombre a quien se ha dado el Espíritu Santo; del hombre que, aunque caído en el pecado, puede obtener siempre el perdón y gozar de la presencia del Espíritu.

En este contexto se abre el justo espacio a la misericordia de Dios para el pecado del hombre que se convierte, y a la comprensión por la debilidad humana. Esta comprensión jamás significa comprometer y falsificar la medida del bien y del mal para adaptarla a las circunstancias. Mientras es humano que el hombre, habiendo pecado, reconozca su debilidad y pida misericordia por las propias culpas, en cambio es inaceptable la actitud de quien hace de su propia debilidad el criterio de la verdad sobre el bien, de manera que se puede sentir justificado por sí mismo, incluso sin necesidad de recurrir a Dios y a su misericordia. Semejante actitud corrompe la moralidad de la sociedad entera, porque enseña a dudar de la objetividad de la ley moral en general y a rechazar las prohibiciones morales absolutas sobre determinados actos humanos, y termina por confundir todos los juicios de valor. (Encíclica Veritatis Splendor, n. 103-104)

El problema radical de todo el planteo pseudo-espiritual (porque en última instancia, es de corte materialista e inmanente) de Grün, es el semipelagianismo, enfermedad bastante contagiosa últimamente, a juzgar por lo que vemos y oímos por ciertos lados.

Gradio

Al preguntársele en la misma entrevista  cuál es su mayor preocupación respecto al mundo en general,  él no apunta a la relación del hombre con Dios, en base a lo cual “todo lo demás se nos dará por añadidura” (Mt.6, 33), sino al hombre:

Hay cada vez más violencia, eso creo es lo más sintomático y el tema de la violencia es que en realidad no estoy más en contacto conmigo mismo, esta violencia respecto de los demás significa que yo no estoy en mi centro, que no estoy conectado con mi fuente interior. Y el riesgo realmente de gente que no está conectada con su centro es que se conecten con ideologías, y esas ideologías se vuelvan realmente peligrosas.

ndono la esperanza de confiar en que si el mundo lo reconoce entonces va a ser transformado y se va a convertir prácticamente en un suelo fértil para mejorar. Básicamente yo creo que los que son realmente responsables económicamente también, en el mundo, yo, entre otros, doy también cursos para gerentes y funcionarios de alta jerarquía en empresas y realmente creo que si esa gente reconoce que no solamente se trata de ganar dinero sino que todo tiene una componente social y una responsabilidad para con el mundo, entonces creo que eso es básicamente en lo que tengo que confiar y entonces a esa esperanza no la dejo. “

No creo ser muy exigente al pretender que un monje recuerde, siempre que tiene oportunidad de decírselo al mundo, algo que no terminamos de grabarnos en la “médula del alma” los cristianos, y es que Nuestro Señor ha dicho “Sin Mí, nada podéis hacer.”(Jn. 15, 5). No “algo”; no “poco”; sino Nada. Y no es interpretación “fundamentalista”, sino lo que venimos constatando, al fin y al cabo, en nuestro maravilloso mundo progresista, cuando se quiere construir de espaldas a Dios.

 Hay que afirmar asimismo, con mayor énfasis –pues el “buenismo” light lo olvida sistemáticamente-, que los errores doctrinales no pueden ser tratados como si no tuviesen nada que ver con “la vida”, sino que por el contrario, el recto conocer y profesar la fe verdadera repercute necesariamente sobre la conducta moral, predicada y vivida.  Así, pues, la moral está armónicamente integrada con la dogmática:

«Cristo, por su humanidad es el camino a través del que debemos tender a Dios» (Sum. Th. 1 q2 proem.).

Si la cristología es deficiente, no debe sorprendernos entonces una espiritualidad y moral que también lo sean, desvinculadas de la Revelación. Se cumple aquí el dicho popular “quien no vive como piensa –y como cree- termina pensando como vive”.

“La descristianización, que grava sobre pueblos enteros y comunidades en otro tiempo ricos de fe y vida cristiana, no comporta sólo la pérdida de la fe o su falta de relevancia para la vida, sino también y necesariamente una decadencia u oscurecimiento del sentido moral: y esto ya sea por la disolución de la conciencia de la originalidad de la moral evangélica, ya sea por el eclipse de los mismos principios y valores éticos fundamentales. Las tendencias subjetivistas, utilitaristas y relativistas, hoy ampliamente difundidas, se presentan no simplemente como posiciones pragmáticas, como usanzas, sino concepciones consolidadas desde el punto de vista teórico, que reivindican una plena legitimidad cultural y social.”(Juan Pablo II; VS 106)

Volviendo, pues, a Grün, seguimos leyendo en su conferencia “Hacia una nueva espiritualidad”  , donde propone que

“Dios habla sobre cada persona una palabra original que solamente vale para esta persona y toda nuestra tarea es encontrar y transmitir esta palabra que sólo está indicada para una persona. Bíblicamente esta es la palabra de profeta. Profeta no es solamente el que predice sino aquel que de una forma singular puede señalar algo acerca de Dios que sólo el puede expresar.”

Imaginamos que este hombre -quizá alentado por el espíritu de Lutero, quién sabe desde dónde…- , nos sugiere que cada uno de nosotros nos reconozcamos como profetas. Y en seguida propone una serie de “ámbitos” a los que debemos prestar atención para reconocer la voz de Dios:

Pero para comprender qué es lo que quiere Dios que yo exprese de El y lo reconozca, tengo que escuchar la voz de Dios en mi vida:

)       El primer ámbito al que debemos prestar atención son nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.

b)       El segundo ámbito en el que habla Dios con nosotros son los sueños. (…) Quien quiere ser acompañante espiritual tiene que conocer el lenguaje del alma, y el lenguaje del alma son los sueños. Joung dice que los sueños son el lenguaje olvidado de Dios. Dios habla en los sueños, pero no sólo en los sueños religiosos devotos sino los sueños cotidianos y normales y es importante escuchar los sueños.

 Ahondando el “fundamento” eminentemente subjetivo de su espiritualidad, señala sus múltiples significados, en que no podemos dejar de hallar un eco de los oráculos paganos primitivos:

- El primer significado es que los sueños me dicen dónde estoy parado, cuál es mi problema…

- El segundo significado de los sueños es que me indican pasos para mi vida espiritual. A menudo me encuentro con gente que planifica su vida espiritual pero el sueño muchas veces habla de algo totalmente diferente.

Hablando del caso de una religiosa que soñaba con serpientes este “monje católico” le dice:

“La serpiente puede ser muchas cosas, vitalidad, sexualidad, etc. De todas formas tú tienes que reconciliarte con esa actividad, con esa sexualidad, porque de lo contrario no puedes ingresar al convento. Y unos días más tarde me dijo que había soñado que su madre le había carcomido el hombro derecho, pero no interpreté nada porque creo que todos tienen que interpretar los sueños por sí mismos.(…) El sueño le mostró exactamente que tiene que analizar con más claridad la relación con la madre, que tiene que tener el valor de seguir su propio camino. Eso también es para mí importante y tiene relación con el sueño, el sueño me dice que pasos tengo que seguir en la vida.”

No ver a Freud tras este planteo, es taparse los ojos, lisa y llanamente.

El tercer significado es “la feliz nueva” (…): en lo más profundo hay luz, hay una intuición de cómo puede seguir. Algunos tienen miedo de las pesadillas, donde despiertan aterrados, donde por ejemplo se sienten perseguidos, pero la pesadilla no es un sueño malo, solamente dice que tengo que mirar con más profundidad y cuando algo me persigue, entonces eso indica siempre algo en sombra, algo que no he aceptado todavía, pero también eso tiene algo positivo. En la sombra hay algo que me puede ayudar. A veces planificamos nuestra vida espiritual desde lo ideal y el sueño nos dice: “esta es tu tarea, esta es tu humildad, este es tu tema y tu vida espiritual, tu vida hacia el camino de Dios consiste en mirar el sueño”.

Creo que huelga hacer proyecciones sobre el peligro que supone una espiritualidad de este tipo a un público generalmente ignorante sobre el más elemental discernimiento de espíritus, y sin prevenciones acerca del combate necesario contra mundo, demonio y carne (temas, por supuesto, obsoletos para Grün, quien ni siquiera cree en la existencia real del demonio).Pensamos que dejar insensiblemente a las almas en manos de semejante “guía” es como contratar de guardia de un banco a alguien que no cree que existan los ladrones…

“El último significado es el significado religioso. Los sueños luminosos, aquellos sueños que fortalecen la fe, por ejemplo sobre viejas iglesias, sobre criptas…”

Lo grave aquí es que se identifica, sin más, el significado religioso con algo positivo y “divino”, pero nunca de tipo diabólico, aunque hay que tener en cuenta que esto para Grün no es algo malo en absoluto, y que no debe ser rechazado sino “asumido”, como hemos visto en los primeros posts.

c) La tercera área en la cual Dios habla con nosotros es el propio cuerpo. El cuerpo expresa si creo o no. Durkheim (no se refiere a Emil sino a Karlfried Graf Dürckheim, quien desarrolla en la Selva Negra, Alemania, el Centro Rutte y la Escuela de Terapia Iniciática) decía que la respiración, por ejemplo, el espirar, que es el punto de largar la respiración, es en donde yo me aferro y quiero controlar todo, o me entrego a Dios.(…) . A veces son una expresión de sentimientos que no se admiten. Todos los sentimientos que no se admiten, que no se permiten, se van descargando como si fuese un basural en la espalda, se acumulan allí. Sigmund Freud lo llamó “La interpretación causal deductiva de la enfermedad”, (…) En este sentido tenemos que oír nuestro cuerpo, oír nuestras enfermedades para que podamos sentir.

La enfermedad, como vemos, es vaciada completamente de su potencialidad expiatoria o reparadora; la Cruz y la gracia no tienen cabida aquí, sino que todo es susceptible de ser de alguna manera controlado y medido psicológicamente.

Este tema se relaciona asimismo con la respuesta que Grün da cuando se le interroga acerca del Reiki, con la que sigue confundiendo a los oyentes: 

“El Reiki es una forma de imposición de las manos, es sanadora. En la Iglesia Católica nosotros también tenemos los sacramentos que tienen que ver con esto de tocar, de la imposición de las manos, el tratamiento de los enfermos, el ungir a los enfermos. El Espíritu de Dios fluye a través de las manos.”

d) La cuarta área es el trabajo. Se habla que debemos orar y trabajar lo suficiente. El trabajo es una forma de testear si nuestra vida espiritual está bien o no.

e) Y la quinta área son justamente las relaciones. Relaciones quiere decir que con todo me adapto y me manejo con todo, pero si una persona no se maneja con nada, si no puede ingresar en comunión en conjunto esto también es una señal.  ¿Qué significa la espiritualidad para mí? Todo lo que está en mi interior, mi cuerpo, mis emociones, mis pasiones, mis necesidades, mis impulsos, mi vitalidad, mis relaciones, que mire todo esto y que a todo ello lo relacione con Dios y deje que sea entonces penetrado por el Espíritu Divino.

Todo es más o menos, “cuestión de voluntad”. No es ya la gracia operante y transformante, sino Yo, el principal artífice de la Gran Receta.

Si alguien por ahí está pensando en los ejemplos de los santos, que es tal vez el signo más sensible y concreto para apoyarnos firmemente en nuestra búsqueda de la santidad, él se encarga de alertarnos contra el “peligro” de inautenticidad (porque lo importante parece que soy Yo y mis “técnicas", y no la acción de Dios en mí)

El objetivo es que nos vayamos transformando cada vez más en aquello, en el ser único, en el hombre único al cuál Dios nos ha llamado, la palabra única que ha pronunciado Dios en nosotros, es decir, que nos liberemos de algunas imágenes ideales. Si leo las historias de los santos y estoy fascinado con ellos, o leo la Biblia y estoy fascinado por esta lectura, entonces esto me llega y digo que en Jesús hay un anhelo que siento que puede vivir en mí, siento que es mi vida. Pero también hay otros en los cuáles tengo una imagen ideal exterior y digo que tengo que copiar al otro, y en esos caso suelo huir de mi propia realidad. Es decir, yo tengo que representar mi manera espiritual de Jesús, tengo que respetar la de otros pero la tengo que vivir a mi manera, en ese caso la espiritualidad también tiene una tarea moldeadora, formadora.(…) La espiritualidad quiere también transformar a este mundo no por grandes acciones o campañas, pero cada uno de nosotros tiene la misión de dejar sepultado, de dejar marcado su rastro, su señal.

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Nos parecen muy oportunas y gráficas algunas observaciones que hace unos días sostenía el p. Diego de Jesús –sacerdote y monje argentino- en una de las redes sociales, acerca de esta pretensión de legitimar una vía completamente errónea para la santificación del cristiano:

“¿Por qué no se puede plantear una espiritualidad desde abajo?  No se puede, simplemente porque no puede lo más proceder de lo menos. No se puede caer para arriba. No se puede calentar un objeto con un objeto más frío (o igual de frío) que el que se pretende calentar. El hombre no puede divinizarse ni a sí mismo ni desde sí mismo. Ni Dios lo diviniza “desde” ahí, sino desde Sí.

El ejemplo del hijo pródigo es interesante: ante todo porque la escena no se inicia allí, en el fango de bellotas, sino en la Casa del Padre y la Herencia en mano. Ese fondo fangoso es un cuadro intermedio de la secuencia. A lo más: un fondo de pileta que patear para emerger. Pero que sería imposible sin el envión inicial desde arriba, ni hacia arriba. Y el cuadro mismo, el movimiento del hijo de retorno no está autopropulsado: el Padre oteando el horizonte no está simplemente “esperando”: está imantando, está realizando el retorno.

Una espiritualidad desde abajo, desde lo humano, no puede tener pretensiones de divinización; a lo más, de autoarmonización y autoperfeccionamiento humano (se aprende de los errores, etc). Es un camino inmanente, neopagano, neoepicúreo, como tantos manuales de autoayuda. El planteo de Jung –we all knows—va por esta vía.
No digo que no ayude: sólo que no diviniza. Puede ayudarme a conciliar el sueño, a superar algunos estress, a entenderme mejor con mis vecinos, a ordenar mejor mis tiempos y ocupaciones… pero no me diviniza. (Ayer nomás, un agnóstico muy lúcido, me decía algo genial: “Usted sabe Padre que yo no creo en nada, pero la mística es algo que me fascina; lo que en verdad me resulta repulsivo, nauseoso, es esa espiritualidad burguesa abocada a descontracturas de cuello…”).

En el Caminito de santa Teresita, con su ascensor, que se habilita recién cuando el niño salta (inútilmente) sobre sí mismo, como un lenguaje con que expresar su deseo de subir… Todo es gracia, como remata el Cura de campiña de Bernanos… antes, durante y después de la propia pulsión.

Lo cierto es que no: no brota la théosis desde el humus humano, sino que es Fuego divino arrojado desde lo Alto. Lo explica muy bien san Juan de la Cruz al inicio nomás de la Subida al Monte Carmelo.- Tal vez alcance, como ejercicio, volver a leer el Diálogo de san Serafín con Motovilov, o la Llama de Amor viva de Juan de la Cruz…

Quizá el problema estribe en la falta de magnanimidad para desear la divinización. Y el “problema” de estos autores de moda sea el techo bajo que proponen.

Aplicado a la vida espiritual, estos planteos “desde abajo” generan un despelote mayúsculo: la vida de oración –por poner algún ejemplo concreto—se va poniendo a punto “desde abajo”, es decir, desde una introspección autocognitiva, desde un control de pulso y respiración, desde un control de la atención y una lucha contra las distracciones… Todo lo contrario a un planteo “desde Arriba”, donde la plegaria es performateada por una Voz externa que cautiva, encanta, imanta, y mantiene mente y corazón tensado hacia Otro.

La espiritualidad desde abajo termina en angustia y desolación, y muerte por asfixia, por sifosis espiritual. El secreto no está en tal o cual dogma, en tal o cual mandamiento: el secreto es postural: el David de Miguel Ángel o el Pensador de Rodin.”

En esta “espiritualidad desde abajo”(¿“hacia” abajo?), transcribimos la singular fórmula de bendición que imparte el p. Grün en una charla:

“En nosotros hay una morada en la cual vive Dios y esa es la verdad. Por la mano humana no puede destruirse.”

¿Qué es el pecado, sino la posibilidad de “expulsar” , precisamente, a Dios de nuestra vida, en la que se halla presente por medio de la gracia? Se confunde groseramente, la imagen de Dios que subsiste en nosotros a pesar del pecado, con Su presencia en el alma, que se pierde por el pecado mortal.

“…Para sentirlo en este espacio hacemos este gesto de cruzar los brazos sobre el pecho y descubrir cuál es este recinto santo  el cual yo tengo para mí, donde la enfermedad no accede o donde mi depresión no tiene acceso o donde el fracaso en la vida no tiene acceso o la muerte de una persona no tiene acceso sino donde hay algo santo, sagrado, entero, en este espacio interior, y a partir de ese espacio interior quiero expresar la bendición, es decir, que nos sintamos bendecidos en lo más profundo de nuestro interior. Quiero invitarlos ahora  a pararse, cruzar los brazos sobre el pecho y tratar de sentir simplemente este espacio interior en el que nadie me puede herir, ninguna enfermedad, ninguna persona, ningún destino, donde hay algo que ha permanecido sano a pesar de todas las circunstancias, que ha creado  Dios, lo intangible, la imagen, la imagen de lo no herido, de lo no lastimado. Y esta imagen intangible en el interior, que crean que hay un espacio interior en ustedes al que no puede acceder el dolor, donde Cristo nos protege de todo aquello que quiere destruir ese espacio. Y en este espacio interior, en esta casa, esta morada interior en la cuál vive el mismo Dios en nosotros, quiero expresar ahora la bendición. Señor, ingresa, entra en esta casa, deja que tus ángeles santos moren en ella, que ellos nos protejan en paz, y que tu bendición santa, curadora y sanadora esté por siempre sobre nosotros, alrededor  de nosotros y en nosotros.”

Es, sí, una espiritualidad invertida, en algún modo subversiva antropológicamente (que el cuerpo rija al espíritu en vez de a la inversa), y por tanto des-naturalizada, por mucho que se hable de armonía.

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Una moral corrupta (o la rebelión contra las “costumbres anticuadas”):

Resta ahora brindar a nuestros lectores una serie de “consejos” y apreciaciones que pregona Grün para alcanzar la “armonía interior”, sobre algunas conductas morales particularmente sensibles al cristiano de hoy, y que a juicio del propio autor (desde una perspectiva fundamentalmente pragmática) tendrían más relevancia que los principios que los sustentan.

Partamos de que, como hemos visto en la I Parte, para nuestro autor el pecado no sólo no es dañino sino que es necesario para lograr la felicidad y autorealización, como fue para nuestros primeros padres el pecado original.

Recordemos que

“[Las personas] tienen que reconciliarse con los puntos negativos, con los lados impíos que también se encuentran en ellas, con muchos sectores de ellas que no quieren saber nada de Dios, con algunos deseos que no se orientan según la voluntad de Dios sino que son «amorales»” (ANSELM GRÜN, Incertidumbre, pgs. 81, 83, 86),

 y que

El hombre sólo llega a su verdadero “yo” si aúna sus contrastes, si consigue integrar en él el consciente y el inconsciente, la luz y la oscuridad, el bien y el mal”. (Ibid., 89, 92).

En la conferencia “Espiritualidad para que mi vida tenga sentido”, aborda la necesidad de una “estrategia” lingüística para ir ganando conciencias:

La palabra latina “pax” viene de “negociar”, hacer la paz, negociar con las diferentes fuerzas que hay en mi. Darle espacio a cada una de esas fuerzas en mí porque cada una tiene su sentido, cada parte en un conflicto tiene su justificación y su razón de ser, hay que escuchar, hay que ver en el diálogo como puedo ampliar mi vida, como puedo hacer que mi vida cobre más sentido, pero quien está en paz consigo también tiene la función de hacer la paz hacia fuera. (…) Y la reconciliación depende del lenguaje, si nuestro lenguaje es conciliador o si por el contrario juzga y está lleno de prejuicios.

No cabe duda de que el no claudicar en un lenguaje definitorio (“sí-sí; no-no”), va en contra de esta perspectiva, que preferirá tal vez llamar al aborto “interrupción del embarazo”, al adulterio “nuevo matrimonio”, y a la sodomía “una cuestión de género”. Toda definición dogmática sería pasible de ser considerada intolerante y prejuiciosa, como lo vemos a menudo en muchos círculos católicos.

Nos referiremos sobre todo a los grandes temas del respeto a la vida y a la moral sexual:

I. El respeto a la vida, aborto y suicidio:

En “Los diez mandamientos” (S.Pablo, Bs.As., 2007, p.46) alude el tema del aborto tangencialmente. Si bien al referirse al quinto mandamiento lo condena, aquí desliza otra cosa al tratar del 2º mandamiento:

“En nombre de Dios se asesina o insulta a Parlamentarios, que buscan honradamente leyes sensatas para regular la problemática del aborto…”

Nos preguntamos, -como bien observa el p. Tabossi-, si se puede hablar de alguna “ley sensata” para regular el crimen abominable del aborto, y cómo podemos suponer que el asesinato de inocentes se busque “honradamente”. Pero lo que se fustiga, en cambio, es el celo de los católicos provida.

-Otro indicio de “indulgencia” lo hallamos cuando trata del Patriarca Abraham, “Padre de todos los creyentes” (Rom.4, 11), a quien la Iglesia describe como “gigante de piedad”. En su análisis acomodado del texto bíblico del sacrificio de Isaac, señala Grün que

se puede interpretar de diversas maneras. Quien ordena a Abraham sacrificar a su hijo no es Dios, sino una enfermiza imagen que Abraham tiene de Dios. El ángel del Señor (…) le da a conocer otra imagen de Dios. Pero la escena puede entenderse también desde el punto de vista psicológico (…): la historia refleja la oculta tendencia de muchos padres hacia la aniquilación de su propio hijo.” (Luchar y amar, p. 33)

Al sugerir que el Santo Patriarca es poco menos que un neurótico filicida, se puede arrojar un manto de indulgencia sobre –pensando en legislaciones modernas- por ejemplo, el filicidio cometido en el período puerperal, tomado éste como atenuante. Puede así pensar alguno que “si hasta al propio Abraham le sucedió…”

Todo, en fin, va siendo justificado y comprendido en función de una “terapia misericordiosa” que naturaliza las aberraciones morales, y que lo único que olvida aplicar generosamente es la Verdad que nos hace auténticamente libres.

-En otra oportunidad, durante una conferencia en que una participante le pregunta acerca del  destino de los suicidas, él responde:

El suicidio no nos corresponde, no lo debemos incurrir ni revisar, pero si alguien se suicida tampoco lo tenemos que juzgar porque no sabemos por qué. (…) No es un acto libre realmente, tenemos que confiar, de todas maneras va a encontrar a Dios, va a encontrarse con el amor divino y se va a dejar caer en el amor de Dios inclusive a pesar del paso que ha dado. Conozco a algunas personas de las cuales hay que decir a posteriori que eran demasiado sensibles para este mundo, no podían vivir en este mundo y tenemos que confiar que estén ahora con Dios. Dios no condena a nadie, en todo caso nos condenamos nosotros  y en la muerte el suicida también se va a encontrar con Dios y si se deja caer en ese amor entonces podemos estar seguros que el estará contenido y protegido.”

Por supuesto que no descreemos en absoluto de la infinita misericordia de Dios, que puede alcanzar la penitencia final en el último instante al mayor de los pecadores, pero de allí a afirmar que casi seguramente la generalidad de los suicidas están salvados ipso facto, hay un paso considerable, porque omite tratar la objetiva maldad del atentado contra la propia vida siendo ésta un bien que no nos pertenece sino relativamente.

-Anticoncepción: Por supuesto, este tema no puede verse sólo a la luz de las cuestiones relacionadas con la sexualidad sino con el respeto a la vida como Don y misterio. Al respecto cabrá siempre recordar y agradecer la claridad con que Pablo VI condenó el uso de anticonceptivos en la Humanae Vitae. Pero Grün, en cambio, dice de esta valiente encíclica que

“…nos decepcionó mucho a los estudiantes de teología. Allí cedía frente a una minoría conservadora.”(Anselm Grün, reportaje comprometido, 30-34).

Y vamos viendo cómo el deslizamiento hacia las cuestiones más caras al freudismo hacen mostrar a Grün su rostro más claro, enfrentado a la enseñanza de la Iglesia, que es presentada siempre como injusta victimaria:

Hablando de los tiempos de su ingreso al convento, dirá:

“También entre nosotros se notó entonces un cambio. Nos rebelamos contra las costumbres anticuadas y los rituales polvorientos”.

 “La causa de la represión de la sexualidad es también un profundo temor frente a la sexualidad, tal como la ha acuñado desde hace siglos la moral sexual católico-romana”.(Ibid., 109).

“Me cuesta entender ciertos desarrollos internos de la Iglesia. No puedo evaluar en qué medida estos desarrollos y reacciones dependen directamente del Papa o si fuerzas conservadoras en Roma utilizaron la frecuente ausencia del Papa [Juan Pablo II] para poner en escena sus juegos de poder. Lo que me da pena es que la teología romana se limite principalmente a cuestiones de moral. (…) Se mantienen aún tiesos en temas como la sexualidad y el celibato. (…) También preguntas como el tratamiento de divorciados que vuelven a casarse y la cuestión del asesoramiento a mujeres confrontadas con el tema del aborto parecen ser tratadas en Roma con poco tacto” (ibid., 42).

II. Moral sexual:

Adulterio: conviene recordar una sencila frase evangélica que no parece susceptible de ser interpretada en “clave simbólica”:

«Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5, 27-28). Sobre el alcance de su significado, creemos que uno de los más completos tratamientos lo ha dado el beato Juan Pablo II en sus catequesis sobre el amor humano (cf. 24-IX-80/28-IX-80).

Grün, por el contrario, sostiene que las fantasías sexuales no son pecado, y agregando (¡vaya hallazgo…!) que los separados en nueva unión pueden volver a colmugar.

“En la Iglesia, el adulterio siempre tiene algo que ver con actos impúdicos (…) El sexto mandamiento tiene ciertamente algo que ver con la sexualidad. Pero no se tienen que tomar en consideración las reflexiones mezquinas y angustiosas sobre el tipo de fantasía sexual con el que opino no haber observado el sexto mandamiento”.

“Quien separa el matrimonio comete adulterio. El único motivo que permite Jesús para la separación es la fornicación (cf. Mt. 19,9). No está muy claro cómo entender esto. Los exégetas discrepan sobre el tema. Cualquiera sea el sentido de estas palabras de Jesús, es importante que para él, pues, por lo visto, existen motivos para admitir la separación. Hoy en día seguramente estas excepciones se describen de otra manera. Pero sí está claro que la prohibición absoluta de dar la comunión a los que se han vuelto a casar no corresponde con las palabras de Jesús” (ibid., 97-98).

(¿El Card. Kasper será asiduo lector o amigo de Grün, además de compatriota?…)

Ante una pregunta en una conferencia del año 2006 (“¿Por qué a mí?”), responde arremetiendo en la misma dirección. Leamos atentamente:

- Soy joven, estoy divorciada, y ahora estoy sola, ¿puedo  casarme por segunda vez o debo continuar mi vida sola?

Pienso que si hay una persona divorciada que está sola, no debe permanecer por siempre. Por supuesto existe la ley de la Iglesia que el sacramento del matrimonio no es posible en segunda instancia, pero los caminos de Dios van mucho más allá de las leyes de la Iglesia. Conozco gente que se ha casado por segunda vez y han tenido un matrimonio mucho más estable que el primero, que viven en su fe y creo que para todos hay un perdón pero por supuesto que si un matrimonio se rompe hay alguna culpa pero hay un perdón para ello. Es importante que no recaigamos de un matrimonio a otro sin haber aprendido algo, es decir que del fracaso debemos aprender, pero entonces, puede ciertamente celebrarse otro matrimonio.

Y lo remata con un párrafo que nos produce una especie de “cimbronazo”:

“En Alemania, los obispos católicos, tres obispos, escribieron una carta pastoral en la cual invitan a aquellos que tienen un segundo matrimonio que regresen a los sacramentos porque tienen la sensación que la asistencia espiritual, que las normas de la Iglesia son diferentes, y que no es posible excluir a las personas durante toda la vida, de los sacramentos.”

Ahora bien; sabemos que “los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”, y no es osado ver la relación existente entre ciertos sectores disolventes de la Iglesia en Alemania y este monje, quien más allá de lo que se vaya tratando por la “vía oficial”, va haciendo un trabajo lento, fino y delicado -pero más eficaz-, a través de todo el mundo, trabajando sobre las conciencias, difundiendo una espiritualidad que “prepara el terreno” para socavar cada vez mejor los cimientos de nuestra fe ante el aplauso del Mundo, que sabemos que yace bajo el padre de la Mentira.

Quizás “otro gallo cantaría” si en estos últimos años se hubiesen oído más voces de parte de la Jerarquía acerca de lo pernicioso de las obras de Grün y otros autores de su talante. Uno a veces “alimenta al monstruo” como si fuese una mascota inofensiva, y cuando queremos acordarnos…los tenemos casi encima, masticándonos la cama…

Una cita de San Pío X viene muy a propósito de lo que venimos diciendo:

 “Vigilad oh sacerdotes, a que por vuestra falta, la doctrina de Jesucristo, no pierda el aspecto de su integridad. Conservad siempre la pureza y la integridad de la doctrina, en todo lo que concierne a los principios de la fe, a las costumbres y a la disciplina; (…) Muchos no comprenden el cuidado celoso y la prudencia que se debe tener para conservar la pureza de la doctrina. Les parece natural y casi necesario que la Iglesia abandone algo de esta integridad; les parece intolerable que en medio de los progresos de la ciencia, únicamente la Iglesia pretenda permanecer inmóvil en sus principios. Tales olvidan la orden del apóstol: ‘Te ordeno delante de Dios que da la vida a todas las cosas y delante de Jesucristo que ha dado testimonio bajo Poncio Pilato, te ordeno observar este mandato (la doctrina que había él enseñado) inmaculado, intacto, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo’. Cuando esta doctrina no pueda más guardarse incorruptible y el imperio de la verdad no sea ya posible en este mundo, entonces el Hijo de Dios, aparecerá una segunda vez. Pero hasta ese último día, debemos mantener intacto el depósito sagrado y repetir la gloriosa declaración de San Hilario: ‘Más vale morir en este siglo que corromper la castidad de la verdad’“. (Jérome Dal-Gal, Pío X, 1953, p.107-108).

Más cercano a nosotros en el tiempo, dirá Juan Pablo II:

El disenso, a base de contestaciones calculadas y de polémicas a través de los medios de comunicación social, es contrario a la comunión eclesial y a la recta comprensión de la constitución jerárquica del Pueblo de Dios. En la oposición a la enseñanza de los Pastores no se puede reconocer una legítima expresión de la libertad cristiana ni de las diversidades de los dones del Espíritu Santo. En este caso, los Pastores tienen el deber de actuar de conformidad con su misión apostólica, exigiendo que sea respetado siempre el derecho de los fieles a recibir la doctrina católica en su pureza e integridad. (Veritatis Splendor, n 113)

-Cuando se le solicita a Don Anselmo un mensaje para las familias, dirá sin rodeos:

“Sin familias sanas no existe futuro para los niños, entonces creo que es un camino sumamente importante pero no hay que exigirlo moralizantemente sino que hay que recomendarlo y  decirles como tratar los problemas de la educación, esto de tener niños que hoy en día reciben muchas influencias externas, por lo tanto no es muy fácil para los padres hoy transitar el camino correcto respecto de los hijos. Una cosa les digo siempre a los padres, no se sobre exijan, confíen en sus propios sentimientos, traten de amar a sus hijos pero no sean padres perfectos…”

Esperemos en vano alguna mención a la Sagrada Familia, o a la Iglesia doméstica, o a permitir que nuestros hijos crezcan en sabiduría y en gracia. Lo más importante es no tratar de ser santos, no ser perfectos… ¿Cómo se  concilia con el “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. (Mat 5:48)?   

(-Bueno…pues “no es pa’ tanto”: este Jesús debía ser un exagerado, hombre…)

auspicios

Pero vayamos finalmente a uno de los temas más trillados de moral sexual, como es la homosexualidad.

Si no hay pecado, si todo lo “oscuro” debe ser integrado y asumido “armónicamente” (sic!); y si encima tenemos en cuenta la cantidad de “traumas” que ha provocado la Iglesia Católica con su prédica moralista impregnada de tabúes sexuales, es completamente lógico que en un reportaje periodístico señale que “Debemos evitar ver la homosexualidad como un pecado”, sin hacer la necesaria distinción entre la tendencia y la conducta homosexual.

Esto es porque para Grün la homosexualidad es, más que una patología un auténtico valor, que debe ser alentado y poco menos que aplaudido:

“Es importante para el hombre tener ideas claras respecto a su identidad sexual. Tiene que saber con precisión si es heterosexual u homosexual. A veces las fronteras son borrosas e inestables. Llegar a conocer y tomar conciencia de la identidad sexual es un presupuesto determinante para aceptarse como hombre. También aquí es decisivo que dejemos aparte todas las valoraciones. Cada hombre —homosexual o heterosexual— tiene sus virtualidades, sus fuerzas, y también sus peligros. Los hombres homosexuales se han entregado en los últimos años a la búsqueda de su propia masculinidad, todavía con más intensidad que los hombres heterosexuales. En lugar de disculparse por su homosexualidad —como sigue siendo habitual aún en muchos círculos sociales—, se alegran de su condición. Han tomado conciencia de su cuerpo y se expresan a sí mismos, con todo su ser, en su cuerpo. Con frecuencia tienen una profunda sensibilidad estética y una gran apertura hacia la espiritualidad. Cuando hablo de la masculinidad, pienso siempre en los hombres heterosexuales y homosexuales”.

“(…) Con demasiada frecuencia escuchan que la homosexualidad es “antinatural”. Pero tales valoraciones son falsas. La homosexualidad se puede deber a motivaciones diversas: a la educación, a una excesiva vinculación con la madre, a experiencias sexuales, pero también a una determinada configuración genética. En definitiva, nadie puede decir por qué un hombre o una mujer son homosexuales. Lo decisivo es que el homosexual se reconcilie con su condición y su tendencia y que, desde esa reconciliación, haga lo mejor. Esto significa que también él puede vivir su homosexualidad de una manera humanamente digna” (Ibid., 25).

No se señala, por supuesto, que la única  “manera humanamente digna” de vivirla sería en la castidad o abstinencia sexual, tal como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (2358), y que esto es constatado por una buena cantidad de informes científicos y por personas homosexuales que lo viven actualmente, aunque el lobby gay trate de silenciarlas o penalizarlas legalmente.

asimismo en otro de sus libros al entorno familiar de las personas homosexuales:

“Entiendo muy bien que a las madres en su primer momento les provoque un shock enterarse que su hijo o hija es homosexual. Pero el sufrimiento depende de la actitud. (…) Las personas homosexuales son iguales a las heterosexuales, e incluso muchas veces tienen un sentido especial para la espiritualidad y el arte. Disponen de dones valiosos de los cuales los padres deberían alegrarse” (¿Por qué a mí?, Ágape-Bonum-Guadalupe-Lumen-San Pablo, Bs. As., 3ª, 2007, 126).

Con nítida brújula freudiana, sigue des-orientando partiendo del relato de la Caída::

“…Un aspecto esencial de la vergüenza es la vergüenza sexual. Uno se siente incómodo con su desnudez e intenta cubrirse. La vergüenza tiene siempre algo que ver con la necesidad de protección. Uno se protege de las miradas descaradas de otros. Pero la vergüenza es también expresión de que uno no ha logrado aceptarse en su desnudez. Desea ocultarse a sí mismo, de Dios y de los demás.

Cuando los hombres dejan a un lado su vergüenza y se muestran tal como son, surge de repente una gran confianza. Pueden ya decirse (=expresarse) a sí mismos tal y como son. No necesitan ningún vestido más para cubrirse. Se atreven a mostrarse en su vulnerabilidad. Y es que las heridas son inherentes a la sexualidad, con toda su hermosura y fascinación. Las bromas sobre la sexualidad ajena pueden ocasionar profundas molestias. Yo he tenido grupos masculinos que hablaban muy abiertamente sobre su sexualidad y que mostraban un gran respecto hacia los demás. Cuando esto se consigue, se experimenta algo de la situación paradisíaca” (Luchar y amar, 25-27).

Nos preguntamos qué entenderá Grün por la virtud de la modestia y del pudor, y si las playas nudistas le parecerán un campo propicio para hacer florecer la vida cristiana.

Ante la pretendida antinomia entre Ley divina y libertad que puede surgir aquí, salía al paso también Juan Pablo II:

“«Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del evangelio de Cristo” (Flp 1, 27).  Jesús lleva a cumplimiento los mandamientos de Dios —en particular, el mandamiento del amor al prójimo—, interiorizando y radicalizando sus exigencias: el amor al prójimo brota de un corazón que ama y que, precisamente porque ama, está dispuesto a vivir las mayores exigencias (…)La perfección exige aquella madurez en el darse a sí mismo, a que está llamada la libertad del hombre. Jesús indica al joven los mandamientos como la primera condición irrenunciable para conseguir la vida eterna; el abandono de todo lo que el joven posee y el seguimiento del Señor asumen, en cambio, el carácter de una propuesta: «Si quieres…». La palabra de Jesús manifiesta la dinámica particular del crecimiento de la libertad hacia su madurez y, al mismo tiempo, atestigua la relación fundamental de la libertad con la ley divina. La libertad del hombre y la ley de Dios no se oponen, sino, al contrario, se reclaman mutuamente.”(Veritatis Splendor, 15-17)

Y ante la preocupación de muchos católicos de buena voluntad, pero que viven envenenados por la seducción de pretendidas autonomías, hay que recordarles que

Llamados a la salvación mediante la fe en Jesucristo, «luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9), los hombres llegan a ser «luz en el Señor» e «hijos de la luz» (Ef 5, 8), y se santifican «obedeciendo a la verdad» (1 Pe 1, 22).

Mas esta obediencia no siempre es fácil. Debido al misterioso pecado del principio, cometido por instigación de Satanás, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8, 44), el hombre es tentado continuamente a apartar su mirada del Dios vivo y verdadero y dirigirla a los ídolos (cf. 1 Ts 1, 9), cambiando «la verdad de Dios por la mentira» (Rm 1, 25); de esta manera, su capacidad para conocer la verdad queda ofuscada y debilitada su voluntad para someterse a ella. Y así, abandonándose al relativismo y al escepticismo (cf. Jn 18, 38), busca una libertad ilusoria fuera de la verdad misma.

Pero (…) siempre permanece en lo más profundo de su corazón la nostalgia de la verdad absoluta y la sed de alcanzar la plenitud de su conocimiento.“

Pero hay que decir que muchos de los responsables de que esa sed no se sacie, son los mercaderes de siempre, que ayer estaban en el templo, y hoy lucran en el templo de las almas.Como a las clínicas abortivas, les importa el negocio, y si hay pérdidas humanas miran para otro lado, como Pilatos.

La gran responsabilidad de muchas de las librerías y editoriales que se dicen católicas es que su dios es el dinero, y este tipo de panaceas les llena los bolsillos mucho más que si se preocuparan de dar el alimento de la Verdad.

¡Qué lejos están de asumir lo que señalaba el Beato Santiago Alberione en el acápite!.

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San Anselmo y el crecimiento en la inteligencia de la fe

No; no vamos a dejar a nuestros lectores con un sabor amargo, porque las herejías pasan y la Verdad permanece.

Y porque hay luz, muchísima e intensa, que no debe ocultarse, en las voces que nos trae la Tradición, y que debe iluminar como faro nuestro rumbo perseverante y confiado.

dosAnselmos

Sabemos que el nombre cristiano tiene un sentido mucho más profundo del que le puede dar la moda, y tal vez entonces, para rezar por el padre Grün y por quienes des-orienta con sus desvíos, debemos hacerlo por intercesión de su Santo Patrono, San Anselmo de Canterbury (s. XI-XII), padre del Escolasticismo, precursor de Sto. Tomás y Doctor de la Iglesia, que tendrá mucho para aconsejar a este monje que la Providencia encomendó en el día de su bautismo.

Fue Obispo y un auténtico reformador de la vida monástica. Recuperada la alegría perdida por una formación rigorista, diría alguna vez que  “Mis progresos espirituales, después de Dios y de mi madre, los debo a haber tenido unos excelentes profesores en mi niñez, los Padres Benedictinos". Bendita comunión de los santos, en que todos somos responsables del otro…

Estuvo envuelto por su padre en un clima mundano -del que siempre se arrepintió-, y admitía: “El navío de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de la perdición". Pero gracias a Dios, se fue inclinando más al cielo que a las glorias humanas, con corazón e inteligencia (no contaba con Freud ni con Jung…)¡Qué consuelo para el alma son sus consejos breves y certeros como flechazos!:

-"Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia”

-"Es necesario impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica". 

-"Allí donde están los verdaderos goces celestiales, allí deben estar siempre los deseos de nuestro corazón".

Y en su tiempo, fue un hombre de singular encanto entre hombres de todas clases y nacionalidades. Su caridad se extendía hasta los más humildes fieles… Se opuso fuertemente a la esclavitud, y sobre todo, fue un gran devoto de la Ssma. Virgen, diadema de todas las virtudes.

A este grandioso hijo de la Luz, pues, le rogamos que mitigue las tinieblas de nuestro tiempo y nos alcance una fidelidad profunda a la Verdad, recordando una preciosa meditación y plegaria:

…¿Has encontrado, alma mía, lo que buscabas? Buscabas a Dios, y has encontrado que él está por encima de todas las cosas, que nada mejor que él se puede imaginar, y que él es la vida, la luz, la sabiduría, la bondad, la bienaventuranza eterna y la eternidad dichosa; él está por todas partes y siempre.

s mío, creador y restaurador de mi ser, di a alma deseosa que eres otro del que ella ha visto para vea limpiamente lo que desea. Intenta ver más, pero no ve nada más de lo que ha visto, sino tinieblas. En verdad no ve tinieblas, puesto que en ti no existen, pero ve que no puede ver más por sus propias tinieblas. (…)¡Mi entendimiento no puede alcanzar esa luz!; es demasiado resplandeciente para comprenderla, y tampoco los ojos de mi alma soportan el mirarla por mucho tiempo. Su fulgor la deslumbra, su sublimidad la supera, su inmensidad la anonada, su amplitud la ofusca. ¡Oh luz suprema e inaccesible! ¡Oh verdad íntegra y feliz, qué lejos estás de mí que estoy tan cerca de ti! ¡Qué lejos estás de mi presencia, mientras yo siempre estoy en la tuya!

Te ruego, Señor, que te conozca y te ame para que encuentre en ti mi alegría.

Y si en esta vida no puedo alcanzar la plenitud, que al menos crezca de día en día hasta que llegue a aquella plenitud. Que en esta vida se haga más profundo mi conocimiento de ti, para que allí sea completo; que tu amor crezca en mí para que allí sea perfecto, y que mi alegría, grande en esperanza, sea completa en la posesión.

Señor, por medio de tu Hijo nos ordenas e incluso nos aconsejas que pidamos, y prometes que recibiremos, para que nuestro gozo sea perfecto. Yo te pido, Señor, que reciba lo que prometes por tu fidelidad, para que mi gozo sea perfecto. Yo te pido, Dios veraz, que reciba, para que mi gozo sea perfecto.

Entre tanto, que esto sea lo que medite mi mente, proclame mi lengua, ame mi corazón y hable mi boca. Que sea el hambre de mi alma, y la sed de mi cuerpo; que todo mi ser lo desee, hasta que entre en el gozo del Señor, que es Dios trino y uno, bendito en todos los siglos.” (S.Anselmo, Proslogion)

Señor Dios, que has concedido a tu obispo san Anselmo el don de investigar y enseñar las profundidades de tu sabiduría, haz que nuestra fe ayude de tal modo a nuestro entendimiento, que lleguen a ser dulces a nuestro corazón las cosas que nos mandas creer. Por nuestro Señor Jesucristo, Amén.