1.04.14

 

Mucho revuelo ha causado un párrafo de la homilía que el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, predicó ayer con motivo del funeral de Estado por el alma de Adolfo Suárez, primer presidente de gobierno de la actual democracia en España. Concretamente este:

La concordia fue posible con él. ¿Por qué no ha de serlo también ahora y siempre en la vida de los españoles, de sus familias y de sus comunidades históricas? Buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la guerra civil: los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar.

Muchos dan por hecho que el cardenal cree que estamos poco menos que al borde de otra guerra civil. Pero yo ahí lo que veo es la constatación de un hecho. Dicha guerra fue provocada por unas causas. Si las mismas se hicieran hoy presentes, podríamos vernos abocados a otro enfrentamiento fraticida.

La situación actual en España está, en mi opinión, bastante lejos de lo que sucedió durante el siglo pasado. Ni se queman masivamente monasterios y conventos (aunque sí hemos sufrido algunos hechos violentos), ni los parlamentarios amenazan a sus contrincantes políticos con eliminarlos vía “atentado personal” -que es exactamente lo que hizo Pablo Iglesias, fundador del PSOE, en el 1910-, ni parece que media España esté dispuesta a cargarse a la otra mitad.

Pero eso no significa que no tengamos peligros evidentes en pleno 2014. El desafío secesionista de Cataluña, que pone en peligro la unidad de España, y que puede ser seguido de una situación similar en las Vascongadas, amenaza la paz de este país. Baste recordar que, según la Constitución española, corresponde al ejército garantizar la unidad del país. Artículo 8.1:

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Y no es menos cierto que la extrema izquierda se siente hoy más fuerte que en los últimos cuarenta años, buscando en las calles una ruptura del sistema.

Que un cardenal diga que debemos tener cuidado para no caer en los errores del pasado es no solo necesario, sino un deber pastoral. Que algunos, los de siempre, pidan su retirada por ello demuestra lo acertado de sus palabras. No se trata de causar alarmismos innecesarios. Se trata de recordar que la Historia nos ha dado lecciones que no podemos olvidar.

Luis Fernando Pérez Bustamante