El Espíritu Santo es la linfa vital del amor de Dios que hace de nuestro corazón su morada. Es el don de Dios por excelencia que a quien lo recibe comunica diversos dones espirituales, explicó Francisco Papa en su catequesis sobre el dones del Espíritu de Dios.

El primero de estos dones –afirmó el Obispo de Roma este miércoles 9 de abril- es la sabiduría, aquella de Salomón que no pidió a riqueza, éxito, fama, larga vida sino “un corazón dócil que sepa distinguir el bien del mal”. La sabiduría es lo que hace en nosotros el Espíritu para que veamos cada cosa con los ojos de Dios.

Esta sabiduría nace de la intimidad con Dios, en la cual el Espíritu nos hace contemplativos. Esta sabiduría no es una persona que sabe todo, sino que sabe cómo actúa Dios, cuando una cosa es de Dios y cuando no es de Dios. Es una experiencia sobrenatural que hace sentirse siempre con el Señor, entre sus manos, y compartir su alegría, su paz y su irrefrenable pasión por cada hombre.
Finalmente el Sucesor de Pedro aseveró que el Espíritu Santo hace que el cristiano tenga el gusto y el sabor de Dios y preguntó: ¿tiene mi vida el gusto y el sabor de Dios; el sabor del Evangelio, o es insípida?

(Guillermo Ortiz  – RV)

Resumen de esta catequesis

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos hoy una nueva serie de catequesis dedicadas a los siete dones del Espíritu Santo. El primer don es el de la sabiduría. Ésta no es fruto del conocimiento y la experiencia humana, sino que consiste en una luz interior que sólo puede dar el Espíritu Santo y que nos hace capaces de reconocer la huella de Dios en nuestra vida y en la historia. Esta sabiduría nace de la intimidad con Dios y hace del cristiano un contemplativo: todo le habla de Dios y todo lo ve como un signo de su amor y un motivo para dar gracias.

Esto no significa que el cristiano tenga una respuesta para cada cosa, sino que tiene como el “gusto”, como el “sabor” de Dios, de tal manera que en su corazón y en su vida todo habla de Dios.

También nosotros tenemos que preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio; si los demás perciben que somos hombres y mujeres de Dios; si es el Espíritu Santo el que mueve nuestra vida o son en cambio nuestras ideas o propósitos. Qué importante es que en nuestras comunidades haya cristianos que, dóciles al Espíritu Santo, tengan experiencia de las cosas de Dios y comuniquen a los demás su dulzura y amor.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países.

Invito a todos a intensificar la preparación espiritual de las próximas fiestas de la Pascua del Señor, para que la acción del Espíritu Santo produzca en nosotros frutos de verdadera conversión y santidad. Que Dios los bendiga y muchas gracias.