14.04.14

 

Una de las razones de la espantosa secularización interna que sufre la Iglesia desde hace medio siglo -años arriba, años abajo- viene provocada por el hecho de que algunos de los formadores de nuestros teólogos, sacerdotes y seglares “estudiosos", carecían en mayor o menor medida de fe católica.

Uno de esos formadores es el jesuita José Ignacio González Faus, que se libró hace un par de años de la publicación de una nueva nota (*) por parte de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española debido al argumento -o sea, que unos pocos obispos que se opusieron a tal cosa- de que “está ya muy mayor y para qué vamos a decir nada ahora". Ciertamente el P. Faus no es ningún chaval, pero a sus 80 años sigue la mar de activo y continua produciendo material contrario al magisterio de la Iglesia. Lo último, un artículo titulado “Abusar de Dios” que aparece publicado en ese medio donde caben todo tipo de heterodoxias e incluso blasfemias, vía artículos escritos o viñetas supuestamente humorísticas.

¿Y qué nos dice este peculiar hijo espiritual de San Ignacio de Loyola? Pues sencilla y llanamente que el Padre no quiso que el Hijo se encarnara para dar su vida por nosotros en la Cruz. Que la cruz fue, digamos, un accidente de trabajo, la consecuencia lógica, incluso irremediable, de que Cristo dedicara los últimos años de su vida a luchar por los oprimidos, contra las injusticias, etc. O sea, lo que le pasa a tantos y tantos hombres que han hecho tal cosa en la historia.

Lo dice así:

La muerte de Jesús, a quien “nadie podía argüir de pecado” (Jn 8,46), no puede ser vista como castigo de Dios, ni como enviada por Dios…

…lo que ocurrió a Jesús es lo que expresa otro refrán posterior ("quien se mete a redentor sale crucificado"): en este mundo injusto y criminal, nadie lucha a favor de las víctimas y denuncia a sus opresores sin que acabe desatando una reacción en contra, tan desesperada como disfrazada de honorabilidad.

…Jesús sabe que Dios no le envía su pasión, aunque debe respetar que Dios no intervenga en esta historia “enviando legiones de ángeles” (Mt 26,54) a salvarle, como esperaría la piedad veterotestamentaria.

Vaya por delante que, efectivamente, quien en ese mundo “lucha a favor de las víctimas y denuncia a sus opresores", suele acabar mal. Vaya adelante también, aunque es obvio, que en la cruz no castiga el padre “los pecados” cometidos por Jesús de Nazaret, que era totalmente inocente: era precisamente el Cordero inmaculado. Pero usar esas verdades para negar el dogma de fe del sacrificio redentor y expiatorio de Cristo, tal como se revela en la Escritura, tal como lo enseña la Iglesia durante veinte siglos, tal como nos lo inculca la Liturgia -"lex orandi, lex credendi"-, es incompatible no solo con la fe católica, sino con cualquier cosa que quiera tener apariencia de fe cristiana.

Sinceramente me resulta muy “cansino” volver a repetir vez tras vez la multitud de versículos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento que señalan la profecía de la llegada del Mesías para dar su vida en rescate y expiación por todos, que luego se cumple en la persona de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Ya los cité hace unos días contra los errores de Pagola. Añado alguna cita de la Liturgia: ayer, domingo de Ramos, la Iglesia confesaba su fe católica en la santa Misa, y oraba “Dios todopoderoso y eterno, tú que quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz… Y diremos en un par de días, el Miércoles Santo: “Oh Dios, que para librarnos del poder del enemigo quisiste que tu Hijo muriera en la cruz“…

¿Qué pasa, que en la Liturgia lleva la Iglesia un montón de siglos inculcando en el pueblo cristiano una falsa fe, unos convencimiento de fe erróneos? ¿Cómo se atreve un profesor de teología a enseñar y a “decir” aquello que directamente “contra-dice” lo que las Escrituras, el Magisterio y la Liturgia de la Iglesia lleva toda la vida “diciendo” a los cristianos? ¿No nos enseñó el Concilio Vaticano II que recibimos realmente la Palabra del mismo Dios a través de “la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, que según el plan prudente de Dios, está unidos” inseparablemente (Dei Verbum 10). ¿Qué clase de teólogo es aquel que enseña contra lo que Tradición, Escritura y Magisterio enseñan unánimemente? ¿Es católico? Y si no es católico ¿cómo es posible que haya enseñado o enseñe, debidamente retribuido, en Centros Académicos católicos, y que sus libros sean editados y difundidos por Editoriales y Librerías que se dicen católicas?

Por supuesto que Dios permite la caída de la humanidad en el pecado, previendo desde siempre la redención expiatoria que para librarnos de él ofrecería su Hijo Jesucristo en el sacrificio de la cruz. Por supuesto que Dios no se limitó a no intervenir para evitar la cruz. La Escritura, la Tradición, el Magisterio, y como hemos visto, la Liturgia, nos dicen innumerables veces que Dios QUISO que CRISTO fuera el Cordero pascual inocente, inmolado por nuestros pecados, para así manifestar de un modo extremo el amor que nos tiene a los hombres, aún siendo pecadores, y para así también alcanzarnos a todos la salvación. “Ésta es mi sangre, que se derrama para el perdón de los pecados“… Y quien niega estas verdades no es que sea un hereje. Es que no merece siquiera el nombre de cristiano.

Es más, como ya dije en mi anterior artículo sobre Pagola -otro que tal baila-, Jesucristo sabía perfectamente que la Cruz, y no otra cosa, era el lugar donde, después de haber predicado el Evangelio, después de ya formado el grupo de los apóstoles, habría de consumar su obra de salvación de la humanidad. Así explica San Pablo lo que ocurrió en el Calvario:

Y a vosotros, que muertos estabais por vuestros delitos y por el prepucio de vuestra carne, os vivificó con El, perdonándoos todos vuestros delitos, borrando el acta de los decretos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz; y despojando a los principados y a las potestades, los sacó valientemente a la vergüenza, triunfando de ellos en la cruz.
(Col 2,13-15)

¿Acaso vamos a negar que el Padre “no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros“(Rom 8,32)? ¿Acaso vamos a considerar que la muerte en la Cruz no era necesaria para que nuestros pecados fuera lavados en su sangre? Yo comprendo que el misterio de la muerte de Cristo en la cruz sea hoy, como lo fue entonces, “un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles” (1Cor 1,21). No pueden entender eso de que un inocente pague por todos, ni creen posible que el precio de su sangre inocente pueda tener fuerza de salvación para la humanidad que se abre a su perdón y su gracia. No comprenden, y me parece normal si no tienen fe, por qué Dios dispuso que fuéramos salvados de esa manera. Pero, ¿cómo se puede ser sacerdote y jesuita y decir lo que dice el P. Faus?

Y hay más preguntas: ¿a cuántos no habrá enseñado el P. Faus sus errores? ¿a cuántos no habrá contaminado con sus tesis? ¿y cuántos fieles no estarán hoy en manos de sacerdotes, religiosos e incluso catequistas que han asumido las heterodoxias de ese sacerdote jesuita? ¿cuántos no le seguirán teniendo hoy como un referente para entender lo que ocurrió en Tierra Santa hace veinte siglos? ¿Cuántos serán en nuestras parroquias y movimientos los que en los próximos días prediquen o enseñen esa enorme herejía? Vayan ustedes a los Oficios litúrgicos de la Semana Santa, y ya me contarán.

Más preguntas. ¿Qué pastor es el que ve a un lobo devorando sus ovejas y se queda mirando a la luna o diciendo: “dejémosle que coma, el pobrecito está mayor y tiene hambre"?… ¿Dónde se derraman hoy las lágrimas de San Pablo?:

Porque son muchos los que andan, de quienes frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, que son enemigos de la cruz de Cristo.
(Fil 3,18)

Mas Dios nos juzgará a todos según la luz que hayamos recibido y por el amor. Pero sepamos bien que no hay mayor caridad que corregir al que está errado, y evitar por la oración y todos los medios activos a nuestro alcance que otros sean infestados por el error que mata. Ya lo dice la Escritura:

Hermanos míos, si alguno de vosotros se extravía de la verdad y otro logra reducirle, sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados.
(Stg 5,19-20)

Exsurge Domine et judica causam tuam.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Parece ser que en febrero de 1990 dicha comisión, o su presidente de entonces -Mons. Palenzuela- sí sacó una nota sobre el libro “Hombres y comunidad” de González Faus, pero no la encuentro por ningún lado