15.04.14

El italiano que volvió a traer a San Juan de Dios a España

A las 8:42 AM, por Alberto Royo
Categorías : General

A LOS 100 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE SAN BENITO MENNI

RAMÓN GODINO ALARCÓN

La política española del s. XIX arroja numerosas luces y sombras. Una de las discusiones planteadas más importantes es la relación con las órdenes religiosas y congregaciones, y la supresión de estas en algunos casos. Entre estas congregaciones estaban los Hospitalarios de San Juan de Dios, originados en Granada, pero que a mediados de siglo no poseían ninguna casa en España. Tuvo que ser un italiano el que viniera a restaurar la orden en nuestro país. Su tarea y su entrega han hecho que sea llamado “heraldo de la misericordia y profeta de la hospitalidad”. Así podemos presentar a Benito Menni.

Nacido en Milán el 11 de marzo de 1841, recibió el nombre compuesto de Ángel-Hércules, siendo bautizado ese mismo día. Aunque sus padres no lo sabían, este nombre, que posteriormente abandonó, describía realmente su personalidad: una gran paz acompañada de un ardor incansable. Fue el quinto de quince hijos. Su familia vivía en una condición desahogada pero no por ello alejada de Dios. Tanto Luis Menni como Luisa Figini apostaron siempre por cuidar la vida familiar desarrollando un ambiente cálido y cercano, estimulando a sus hijos a progresar intelectualmente y a desarrollar su personalidad. En el caso de Ángel-Hércules su personalidad le ayudará a encontrar su vocación. De fina conciencia, sociable aunque no bebiera ni fumara, estudió en la Universidad de Milán y empezó a trabajar en un banco, puesto cómodo pero que no cubría sus expectativas humanas.

Menni sentía una especial dedicación ante aquellos que sufrían. Es algo que pudo ver claramente durante la guerra entre Saboya y Austria de 1856, en la que pudo tomar contacto con el mundo del dolor al ofrecerse voluntario para transportar a los heridos de la Batalla de Magenta que eran trasladados en tren desde el campo de batalla a Milán. Su misión de camillero le hacía llevar a los heridos al hospital de Araceli, regentado por los Hermanos de San Juan de Dios. El trato directo con los hermanos determinó para siempre su vida y marcó su itinerario espiritual.

A partir de ahí se esforzó en crecer en la vida espiritual y discernir su vocación. Unos ejercicios espirituales en 1858 apuntalaron su vocación de entrega, aunque la decisión sería madurada. Se encomendó a la oración asidua a la Virgen y pidió consejo a un ermitaño de Milán para decidir qué camino tomar en la vida. Según él revelaría posteriormente, su vocación se debió a la oración asidua ante un cuadro de la Virgen en Milán; esto dio un sentido mariano a su entrega.

Con diecinueve años, el 1 de mayo de 1860, Ángel-Hércules entró en los Hermanos de S. Juan de Dios en la casa de Araceli, en Milán. El día 13 vistió el hábito religioso y cambió su nombre por Benito. Se formará como religioso hasta el 17 de mayo de 1864, fecha en la que hace sus votos solemnes. Su orden descubrió pronto sus capacidades intelectuales y no las desaprovechó, por lo que realizó estudios filosóficos y teológicos, primero en el Seminario de Lodi y luego en el Colegio Romano y la Pontifica Universidad Gregoriana, siendo finalmente ordenado sacerdote en octubre de 1867.

La ordenación sacerdotal no es algo común entre los Hermanos de S. Juan de Dios. En el caso de Benito la ordenación implicó un complicado mandato de Pío IX: Restaurar a los Hospitalarios de S. Juan de Dios en España. Con tan sólo 26 años tuvo que venir a estas tierra para restaurar su orden en su misma cuna, en una España que vive en continuas convulsiones ante un más que previsible cambio de régimen ante el debilitamiento de la monarquía de Isabel II. Había que partir de cero, el ambiente era hostil y en cualquier momento un brote revolucionario podía dar al traste con todo. Era una tarea prácticamente imposible. Pero Benito había ido forjando durante sus estudios de enfermería y eclesiásticos una personalidad marcada por el carisma de la orden, por el servicio a los necesitados y la obediencia religiosa. A pesar de la tarea desbordante, Benito partió ese mismo año a España.

En nuestro país tuvo que mostrar todas sus capacidades. De espíritu magnánimo y dispuesto a luchar contra las dificultades, decidió desde el primer momento realizar grandes obras a favor de los enfermos atendiéndoles en todo lo necesario. El primer destino que elegió fue Barcelona, donde pronto fundó el primer hospital infantil de toda España, un auténtico éxito. La labor del hospital centrará sus primeros años en España. Pero el cambio de régimen y la consecuente inestabilidad llegarían en 1868 con la caída de Isabel II, algo que se recrudeció con la I República y que degeneró en la III Guerra Carlista de 1874-1876. Los hermanos de S. Juan de Dios no pueden permanecer impasibles y se entregan al cuidado de los heridos de guerra trasladándose al norte de España.

La llegada al trono de Alfonso XII abrió la época de la Restauración, época tranquila en la que podrá desarrollarse la obra de Menni para restaurar en España la Orden Hospitalaria. El 23 de febrero de 1877 recibió permiso para fundar un hospital en Ciempozuelos, pueblo de Madrid cercano a Aranjuez con abundante agua, algo de capital importancia para un hospital en aquella época. Desde aquí comenzó la restauración que tuvo su inicio, como es razonable, dirigiéndose a Granada para recuperar la tumba del fundador y establecer de nuevo la orden en su cuna, cosa que sucedió en 1878. Sin embargo, los tiempos habían cambiado y Benito Menni era consciente de que una congregación masculina no podrá llevar a cabo la grandísima misión a él encomendada. Eran necesarias manos femeninas y corazones de madre para poder cuidar a las enfermas mentales y a las niñas minusválidas, algo que por mucho que quisieran los hospitalarios no podían darlas.

Tras vencer numerosas dificultades y sin saber cómo llevar a cabo lo que veía que Dios le pedía, un encuentro el 22 de junio de 1880 le dará claridad sobre el problema. Recibió ese día en Ciempozuelos a dos mujeres de Granada, María Josefa Recio y María Angustias Giménez, con quienes en 1881 fundó las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. El 31 de mayo de ese año entregó el hábito de la nueva congregación a las fundadoras y otras ocho aspirantes más. Había surgido el carisma femenino de S. Juan de Dios.

Los siguientes años serían los de la consolidación a la par de la nueva orden y de los Hospitalarios en España. El 27 de septiembre de 1882 llegó la aprobación de las Constituciones redactadas por Menni del cardenal Moreno, arzobispo de Toledo. Al año siguiente, en 1883, llegaría la primera gran dificultad. El 30 de octubre murió María Josefa Recio a causa de las lesiones que le produjo una enferma mental. Menni perdió a su principal colaboradora, pero decidió seguir adelante.

Con el paso de los años, en 1892, León XIII aprobó la congregación elevándola al rango de Instituto de Derecho Pontificio. A partir de ahí siguió creciendo la congregación guiada por María Angustias Giménez hasta 1897, año en que falleció en S. Baudilio de Llobregat. Las Constituciones definitivas serán aprobadas el 16 de marzo de 1908, el final de un proceso de consolidación en el que Benito Menni se sentirá en muchos momentos solo por la muerte de sus colaboradoras o por el exceso de trabajo.

A pesar de ser fundador de una nueva congregación no había abandonado en ningún momento su misión como miembro de los Hospitalarios. En 1884 se restauró la provincia de España y fue designado provincial. Desde ahí extendió la orden a Portugal y México y desempeñó una actividad frenética. En 1903 cesó en su misión como provincial, pero no descansó durante mucho tiempo. En 1909 fue nombrado Visitador General de la Orden y en 1911 Superior General, cargo que abandonaría en 1912 por su salud precaria y por las incomprensiones que encontraba en la Orden, especialmente entre los novicios que no comprendían su estilo austero y su rectitud. Durante su época como provincial había fundado 22 casas entre hospitales, asilos y psiquiátricos.

En este momento demostraría como él hizo suyas las claves que había dado a las Hospitalarias para que vivieran su servicio: “Rezar, trabajar, padecer, sufrir, mar a Dios y callar”. Mientras que la fundación femenina se extendía por todo el mundo, Benito Menni se retiró de la primera línea de batalla cuidando la formación ascética y espiritual de las Hospitalarias. Sus dos últimos años los pasó en la humildad y el anonimato, alejado de los suyos y purificando su alma en Francia, en donde no destacó más que por su espíritu de silencio.

El retiro en Francia aligeraba la carga que llevaba en sus hombros después de años de gobierno y de haber hecho florecer la Orden como nunca se había visto. Recibió el título honorífico de Prior General y comenzó la vida de retiro en París, pero la situación turbulenta en Portugal le impulsó a trasladarse a allí para cuidar de las comunidades. Recibió poco después la requisitoria de sus superiores y, con la humildad de un novicio, volvió de nuevo a Francia.

La salud de Benito Menni desde entonces decayó rápidamente. En 1913 sufrió un ataque que le dejó sin habla y casi sin movilidad. Cuando se repuso volvió a su actividad, principalmente el cuidado epistolar de sus hijas. Sus salidas eran escasas y pasaba el tiempo en oración y soportando el dolor. Sus superiores lo trasladaron a Dinán, una casa apartada de Francia, pero los hermanos de España sufrirían por la situación del Padre Restaurador, apartado totalmente y casi confinado. Estaba claro que alejar a Menni de la vida de la congregación apresuraba su camino a la tumba. Él pedirá repetidas veces poder volver a Ciempozuelos para acabar allí sus días, pero sus peticiones nunca fueron escuchadas.

Dinán era un lugar de retiro, cómodo y tranquilo, justo lo contario de lo que pedía Benito Menni. Pronto llegó una parálisis que le impedía realizar ninguna actividad, salvo el tiempo que pasaba mirando fijamente una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el parque y el rezo torpe del rosario. Dinán fue el lugar de la muerte de Benito Menni. El 21 de abril de 1914 entró en la agonía y recibió los sacramentos. El sufrimiento se prolongó hasta el día 24 del mes.

A su muerte se produjo una auténtica conmoción y comienza una denodada lucha para que se consiga ejecutar la última voluntad de Menni: volver aunque sea muerto a Ciempozuelos. Tras vencer grandes dificultades en el seno de la orden, los Hospitalarios españoles consiguieron traerle. El cuerpo no pudo pasar la frontera hasta que fue embalsamado y los restos llegaron a Madrid el 5 de mayo. El recibimiento en Ciempozuelos estuvo cargado de honores y duelo, siendo enterrado en la capilla de los Hospitalarios hasta 1924, fecha en la que pasa a la casa de las Hospitalarias.

Transcurrida la Guerra Civil, en la que morirán muchos de sus hijos e hijas, comenzaría el proceso de beatificación que se extendió hasta 1985. El 23 de junio de ese año es proclamado beato y el 29 de noviembre de 1999 fue canonizado. Después de sufrimientos y pruebas este milanés, amante de España, es venerado como santo y descansa en el seno de la Congregación que fundó.

En la ceremonia de Canonización, dijo de él Juan Pablo II: “Su espiritualidad surge de la propia experiencia del amor que Dios le tiene. Gran devoto del Corazón de Jesús, Rey de cielos y tierra, y de la Virgen María, encuentra en ellos la fuerza para su dedicación caritativa a los demás, sobre todo a los que sufren: ancianos, niños escrofulosos y poliomielíticos y enfermos mentales. Su servicio a la orden y a la sociedad lo realizó con humildad desde la hospitalidad, con una integridad intachable, que lo convierte en modelo para muchos. Su espíritu de oración lo llevó a profundizar en el misterio pascual de Cristo, fuente de comprensión del sufrimiento humano y camino para la resurrección.