CARTA DEL OBISPO

EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA

 

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SANTANDER | 16.05.2014


Queridos hermanos:

            Desde la Pascua de Resurrección hasta la solemnidad de Pentecostés celebramos la cincuentena pascual, que es un tiempo donde aparece la acción del Espíritu en su Iglesia.

            El Espíritu Santo, manado del costado abierto de Cristo en la cruz, es el verdadero creador interno de la Iglesia. Su olvido en la vida cristiana se convierte siempre en rutina interior en la acción pastoral de la Iglesia.

            El Espíritu Santo es su Ley interior, la única Ley que tiene poder de santificación para los hombres, ya que sólo Él que es amor, posee la energía capaz de recapitular en la persona todos los elementos dispersos que la constituyen.

            “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo se queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia no pasa de simple organización, la autoridad se convierte en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación, y el quehacer de los cristianos en una moral propia de esclavos. Pero en el Espíritu Santo, el cosmos se levanta y gime en la infancia del Reino, Cristo ha resucitado, el Evangelio aparece como potencia de vida, la Iglesia como comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación, el hacer humano algo divino” (I. Lattaquié).

            La Iglesia se queda vacía por dentro, cuando en alguno de los puntos de su existencia espacio-temporal, el Espíritu no es interiormente aceptado; sus dimensiones externas, doctrina, leyes, ritos...se esclerotizan,  resultando inevitablemente infecundos.

            Por esta causa se reconoce en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi: “Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu del hombre. Sin Él los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas se revelan pronto desprovistos de todo valor” (EN 75).

            Es el Espíritu quien interioriza en cada persona las diferentes instituciones de la Iglesia; de esta manera, el hombre se construye desde la más íntima convicción en el seno de la comunidad cristiana; y, en consecuencia, ni el hombre ni la comunidad se desarrollan como productos artificiales; sino como hijos de Dios y como espacio viviente de la nueva humanidad creada en Cristo Jesús.

            Con mi afecto de siempre, gratitud y bendición,

 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander