12.05.14

María de Luján: Madre de todos aquellos por los que su hijo derramó su sangre preciosa en la cruz

A las 3:35 PM, por P. Diego Cano
Categorías : María de Luján

A muchos les ha sorprendido ver a la Virgen de Luján rodeada de niños africanos… ya que es un contexto tan distinto, y nosotros siempre la vemos tan “argentina”. Pero les cuento cómo es que esa imagen de la Pura y Limpia Concepción de Luján llegó a la sabana africana, a nuestra lejana misión de Ushetu, en Tanzania.

Nuestro Instituto tiene una especial devoción a la Virgen de Luján, y tanto es así, que ha sido nombrada como patrona de toda nuestra familia religiosa del Verbo Encarnado. Eso ha significado que cada misionero que parte para un nuevo destino, quiera llevar una imagen de la Virgen de Luján, que lo acompañe en sus nuevas andadas, que bendiga su misión y sus pasos apostólicos. Pienso que en el caso de los que somos argentinos, es además una manera de no extrañar tanto nuestra querida patria al irnos a lugares tan lejanos.

Puedo decir que he tenido la gracia de poner a los pies de la Virgen de Luján los grandes momentos de mi vida. En primer lugar, al día siguiente de mi ordenación sacerdotal, pude celebrar la primera misa en su Basílica. Luego, antes de partir como misionero a Ecuador, tuve la gracia particularísima de poder celebrar en su camarín, pero con la Basílica “para mí solo” (si se puede decir), y la presencia de un amigo y su madre. Por diversas circunstancias, aquél día me retrasé, y llegué un poco tarde a Luján, pero encomendándome a la Virgen me dirigí a la casa de los sacerdotes, y les expliqué mi situación: “me voy de misionero a Ecuador, y vengo a rezarle a la Virgen antes de partir”. Inmediatamente y con gran caridad me hicieron pasar a la Basílica, que estaba totalmente cerrada y a oscuras, de tal manera que era admirable ver los vitrales iluminados por las luces de la calle… y percibir un silencio muy acogedor. Nos encendieron una luz que iluminaba el altar del camarín, y allí en esa intimidad tuvimos una misa llena de sentimientos de gratitud. Nunca olvidaré esa santa misa… recuerdo todos los detalles aunque ya han pasado más de doce años.

Del mismo modo, antes de partir para mi nueva misión en África, quise volver a encomendarme a nuestra Madre de Luján, así como había puesto bajo su manto mi sacerdocio, y todos los frutos espirituales de mis anteriores trabajos apostólicos. Unas familias amigas, muy generosamente juntaron el dinero para comprar una imagen para nuestra misión, y así traer una réplica a estas tierras africanas. Aprovechado el viaje para buscar la imagen, el día antes de emprender mi partida, pude celebrar otra vez la misa a los pies de nuestra Madre. Es casi imposible para mi poder expresar los sentimientos de confianza, y me animo a decir, de dulzura que he experimentado al encomendarme a ella en momentos tan especiales. El corazón del nuevo misionero se siente muy feliz por el paso que va a dar, tan soñado, tan esperado…. Pero eso no quita que el desgarro de la familia y de la patria se deje de sentir. Podríamos combinar ambos sentimientos… alegría de poder ofrecer a Dios un sacrificio de esta magnitud… alegría y dolor. Pero les puedo decir que si me traslado con el recuerdo a aquél día, se percibe que la Virgen es una Madre que aplica una suave medicina en la herida de un hijo… y el dolor casi no se siente, y las lágrimas corren muy serenas.

Pero mi deseo es contarles brevemente cómo se vive esta devoción a nuestra Madre, en unas tierras tan lejanas… y por eso mismo he empezado contando esto, porque será el misionero el que predique el amor de la Virgen. Ella nos usa como sus instrumentos, y si no estamos impregnados de un amor tierno y filial, ¿cómo podremos enseñarlo y trasmitirlo a las almas de nuestra misión? Por eso creo que la devoción a la Virgen que puede sembrarse y crecer en una tierra de misión, fue sembrado primero en la tierra fértil del corazón misionero… y de allí sigue creciendo y arraigando en las almas de los fieles, y de los nuevos cristianos.

La imagen la colocamos en la iglesia de Ushetu, nuestra misión en Tanzania. La parroquia lleva el nombre de la Virgen de Lourdes, y hay una imagen grande de la Virgen bajo esta advocación cerca del presbiterio. Así que decidimos colocar la imagen de la Virgen de Luján en una pilastra que está al ingresar a la iglesia, del lado derecho.

Una mañana en que estaba haciendo un trabajo en la iglesia, pude ver con gran alegría como la devoción va arraigando en los más pequeños… Muchos niños que se dirigen a la mañana temprano la escuela primaria, cercana a la misión, pasan por el frente de la iglesia; lo mismo que al salir por la tarde y regresar a sus casas. Algunos de ellos, en buen número, ingresaron esa mañana al templo, luego de mojar sus dedos con agua bendita y santiguarse, hicieron la genuflexión, y se dirigieron a la imagen de la Virgen de Luján, muy cercana a la puerta, le tocaron su manto y se volvieron a santiguar. Algunos se quedaron unos minutos rezando, otros salieron inmediatamente. Me llenó de felicidad verlos venir a “saludar” a la Virgen, con un breve saludo, como los hijos que saludan a la mamá antes de ir o volver al colegio. Es hermoso ver que en ellos esta devoción va creciendo tan natural, tan filial y con tanta confianza.

En nuestra misión, es costumbre rezar todos los días, por la mañana muy temprano, el santo rosario ante el santísimo expuesto solemnemente. Para los días de la novena, y antes de la bendición eucarística, se reza la oración en swahili a la Virgen de Luján (Bikira Maria wa Luhani). Se busca solemnizar la fiesta, la misa, y llevar la imagen después procesionalmente por los caminitos que rodean a la misión. Éste es un poblado de casas de agricultores, por lo tanto un poco separadas unas de otras por las parcelas de terreno cultivado… así es que la procesión se hace con algunos fieles, y entre los campos sembrados.

Estando aquí en la misión, me gusta pensar que la Virgen de Luján es una Madre tan grande, que su manto cubre hasta sus hijos de Tanzania, que no se limita a una sola nación, ni a un continente… es Madre de todos aquellos por los que su hijo derramó su sangre preciosa en la cruz. Y por eso está aquí, en estas apartadas tierras de misión… acompañando a sus hijos misioneros, y bendiciendo a sus hijos tanzanos.

Nuestra Madre de Luján eligió como primer servidor suyo al “Negrito” Manuel. Tal vez los rostros morenos de todos estos niños, rostros alegres y sonrientes, de piedad sencilla y pura… le recordarán con gran satisfacción a aquél servidor suyo, que le dedicó sus mas piadosos favores. Tal vez por eso su imagen ha venido hasta aquí, y se quiso quedar en Ushetu, como se quedó junto al río Luján, para gozar del amor de sus nuevos “negritos manueles”.

Cuántas veces, cuando celebro la santa misa, veo su imagen en el fondo de la iglesia, detrás de toda la gente que está sentada en los bancos… y, ¡qué les digo!, ¡que hasta me parece verla sonriendo!

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

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