13.05.14

Le entregó el anillo a su asesino en señal de perdón

A las 12:16 AM, por Santiago Mata
Categorías : Lugares: Valencia, Lugares: Santander, Meses: 05. Mayo, Lugares: León, Lugares: Palencia

Cinco mártires de la guerra civil española nacieron un 13 de mayo: una laica valenciana -que podría ser patrona de las gestorías-, una terciara capuchina cántabra, un marista valenciano y otro leonés, más un agustino de Palencia.

“Yo te enseñé a amar a Dios y por eso te quieren matar”

María Climent Mateu, de 49 años, laica de Xàtiva (Valencia), fue asesinada junto con su madre Julia Mateu el 20 de agosto de 1936 y beatificada en 2001 (su madre no ha sido beatificada). María era sobrina del vicario de la parroquia setabense de Santa Tecla, además de terciaria franciscana, María de los Sagrarios, miembro del Apostolado de la Oración y de la Adoración Nocturna, de la obra del Rosario Perpetuo, directiva de las Conferencias de San Vicente de Paul, del Apostolado Social de la Mujer, del Sindicato Católico Femenino “de la aguja”; llevaba la Caja Dotal de la Virgen de los Desamparados y su Mutualidad de Enfermas. Actuaba en los barrios obreros, donde los necesitados acudían a ella para que les resolviera no sólo sus agobios económicos, sino, dadas sus buenas relaciones, también sus trámites ante organismos y autoridades. Organizó una escuela nocturna femenina para la que buscó profesores, y donde ella misma daba clases. Al estallar la guerra le aconsejaron irse a Valencia pero replicó: “Si es voluntad de Dios que me maten, por mucho que me esconda, me encontrarán, así que me quedo aquí”.

El 20 de agosto a las tres de la mañana los milicianos llegaban a su casa a detenerla. Su madre septuagenaria, Julia Mateu, se negó a dejarla ir sola: “Juntas hemos estado siempre. Yo te enseñé a amar a Dios y por eso te quieren matar. Donde tu vayas yo iré contigo”. Los milicianos insistieron en que se quedara, pero fue inútil, marchó con María. Iban rezando en voz alta. Les exigieron que se callasen, pero siguieron en sus oraciones, lo que exasperó aún más a sus verdugos. Comenzaron a golpearlas con crueldad. Intentaron que gritaran: “¡Viva el comunismo!”. A María le retorcieron el brazo hasta rompérselo,y a su madre le daban bofetadas. Ellas contestaban: “¡Viva Cristo Rey!”. Los milicianos no esperaron a llegar al cementerio sino que decidieron acabar con ellas en el camino.

“Hemos matado a una santa”

Petra María Victoria Quintana Argos (sor Rosario de Soano), de 70 años y natural de Soano (Cantabria), fue asesinada, junto con sor Serafina María de Ochovi, el 22 de agosto de 1936 en Puçol (Valencia) y beatificada en 2001. A los 14 años murió su madre y ella hubo de hacerse cargo de la casa, educar a sus hermanos y hermanas menores y ayudar a su padre. Se hizo terciaria franciscana y frecuentaba el convento capuchino de Montehano (Cantabria), donde, escuchando un sermón del padre Luis Amigó, decidió hacerse religiosa. En 1889 ingresó en la Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia e hizo su primera profesión en 1891. Fue maestra de novicias, consejera y de 1914 a 1926, superiora general. Como vicaria general acompañó a las hermanas durante la guerra civil española, les buscó refugio y las animó a la perseverancia. Apresada con sor Serafina, su último gesto fue un testimonio de fe: quitándose el anillo, signo de alianza perpetua con el Señor, lo entregó a su verdugo y le dijo: “Tómalo en señal de mi perdón”. Luego este, impresionado, decía: “¡Matamos a una santa! ¡Matamos a una santa!”. Las fusilaron en la carretera de Puçol (Valencia).

“Vosotros sois los que tenéis miedo a la muerte”

Hilario de Santiago Paredes (hermano marista Ligorio Pedro), de 24 años y natural de Cisneros del Campo (Valencia), fue asesinado en Les Avellanes (Lleida) el 3 de septiembre de 1936 y beatificado en 2013. De los cuatro maristas asesinados en esa ocasión, tres estaban enfermos -los hermanos Ligorio Pedro, Félix Lorenzo y Fabián- y el cuarto, el hermano Aquilino, los cuidaba. La arbitrariedad del comité de Balaguer se había hecho sentir desde que incautaron la finca, según un relato que aparece en la causa de beatificación de estos maristas:

“Pasaron los primeros días de cuchipanda en cuchipanda… La orgía duró varios días, vaciaron la despensa, el gallinero y las cuadras. Pero lo que fue todavía más doloroso fueron las blasfemias, los sacrilegios y la profanación de las imágenes sagradas que corrían parejas con las borracheras. El Cristo de la capilla, de tamaño natural, fue arrastrado hasta la explanada de la entrada y los milicianos simulaban y caricaturizaban escenas de la pasión, hasta que lo destrozaron por completo. La estatua del Sagrado Corazón que destacaba en el claustro recibió el mismo trato, así como la estatua de la Virgen de la Capilla. La estatua de la Virgen encumbrada en la fuente de los condes de Urgel fue profanada y destrozada; lo mismo hicieron con la estatua del cerro ante la cual los Hermanos tantas veces rezaron la Salve, incluso la Cruz del siglo XVII, de gran valor artístico, ante la cual se detenían los peregrinos, fue presa de unos iconoclastas incultos”.

Frente a esta situación, el hermano Aquilino -Baldomero Baró Riera, de 32 años, emitió sus votos perpetuos en 1925 y era “socio del maestro de novicios” en Les Avellanes- no se acobardó. Dijo a otro marista: “En cuanto a mí, estoy convencido de que no debo abandonar a estos jóvenes, soy responsable de ellos, sobre todo desde que el hermano maestro ha tenido que huir. Y aunque no pueda hacerles todo el bien que deseo, mi presencia constituye un freno. Y si me matan, seré feliz muriendo por Dios Nuestro Señor y por mis queridos novicios”. Vivía en casa de su hermano en su pueblo natal -Tiurana, colindante con Les Avellanes- y rezaba las oraciones en la calle con el libro abierto; en los días de fiesta, reunía a los jóvenes y con ellos rezaba el rosario; seguía llevando el escapulario, y encabezaba sus cartas con “J.M.J.”. Cuando sus familiares le dijeron que era arriesgado, dijo: “Si me matan, seré un mártir en la tierra y un santo en el cielo”. Llegó a encararse con un miliciano que le acusó de ser miedoso, respondiendo: “De eso nada; no tenemos miedo a la muerte, pues a Jesucristo le persiguieron y le mataron antes que a nosotros, y por eso no tenemos miedo a la muerte siempre que podamos ofrecer nuestra vida a Dios. Vosotros sois los que tenéis miedo a la muerte”.

Juan Pastor Marco (el hermano Fabián, de 60 años) se formó en Francia, cuando los maristas aún no tenían casas en España. Hizo su profesión perpetua en 1897 y volvió a España. En 1935 estaba en Barcelona, pero una enfermedad le obligó a ir a la enfermería de Les Avellanes, de donde lo sacaron para fusilarle.

Lorenzo Gutiérrez Rojo (el herrmano Félix Lorenzo, de 30 años), emitió los votos perpetuos en 1928; por sus crisis cardíacas llevaba desde 1931 en la enfermería de Les Avellanes, donde recibió tres veces la unción de enfermos. Tras el desalojo, sufrió una crisis el 25 de julio que le puso a las puertas de la muerte, y los milicianos lo llevaron al dispensario municipal de Balaguer, de donde lo sacarán para llevarlo a fusilar al frontón de Les Avellanes, donde tuvieron que sostenerlo los hermanos Fabián y Ligorio.

El hermano Ligorio Pedro había hecho su primera profesión en 1932, pasando luego dos años de servicio militar; donde contrajo el mal de Pott, un tipo de artritis tuberculosa que afecta las articulaciones intervertebrales, que le impidió ir destinado a misiones en México; en lugar de eso fue en mayo de 1936 a la enfermería de Les Avellanes. Los milicianos lo sacaron de la cama para fusilarlo, mientras gritaba “¡viva Cristo Rey”.

El resto de circunstancias de estas muertes lo contó el conductor de un camión, que estaba en Balaguer ese día, y que cuando se disponía a salir del pueblo recibió “una orden de un tal Chala obligándome a dejarlos subir al camión a él y a otros cuatro camaradas, supuestamente todos ellos milicianos, todos armados. Me ordenaron que los llevase al convento de Les Avellanes.

Llegados a la explanada del convento presencié la escena siguiente: yo me mantenía al volante; a cuatro metros delante de mí, se encontraba un individuo apodado El Peleteiro y otros dos, armados; y a una distancia de treinta metros, vi a cuatro hermanos maristas vestidos de seglar, en fila, contra la pared del frontón. No sabría decir cómo se llamaban ni quiénes eran exactamente, excepto el hermano Aquilino Baró. En aquel momento, pudimos intercambiar una mirada de saludo y de amistad. Los individuos que yo había transportado de Balaguer, Chala y sus camaradas, bajaron del camión y se juntaron con los de El Peleteiro; allí estuvieron un rato hablando.

Entonces, el hermano Aquilino se dirigió a ellos y les dijo: Quisiera hablaros. El Peleteiro le respondió: Habla lo que quieras, mientras cargamos los fusiles. Entonces – aunque los milicianos no le escuchaban – les dijo pausadamente y con valentía: Como hombre, os perdono; y como católico, os lo agradezco, pues ponéis en mis manos la palma del martirio que cualquier católico debe anhelar. Seguidamente, El Peleteiro le pregunta: ¿Ya has terminado?. Y el hermano Aquilino responde: ¡Viva Cristo Rey! El Peleteiro le dice: Ahora, ¡date la vuelta! El hermano Aquilino respondió: No, de cara. Los milicianos dispararon y los cuatro cayeron al suelo”.

Aniceto Pablos Carvajal (hermano marista Ángel Hipólito), de 33 años y oriundo de Burgo Ranero (León), fue asesinado el 3 de noviembre de 1936 en Aravaca (Madrid) y beatificado en 2013. Es el único beatificado de esa matanza en Aravaca (ver artículo del aniversario).

Víctor Cuesta Villalba, alumno de filosofía agustino de 19 años y natural de Mantinos (Palencia), fue asesinado el 30 de noviembre de 1936 en Paracuellos de Jarama y beatificado en 2007.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.