Lo que nos lleva a percibir la grandeza de Dios y su amor por las
creaturas es un don del Espíritu; el don de ciencia –explicó el
Obispo de Roma en su catequesis sobre los dones del Espíritu
Santo-. Dijo que aquí no se trata de la ciencia del conocimiento
humano de la naturaleza, sino el don del Espíritu que Dios nos
da que provoca en nosotros estupor y sentido de gratitud con
Dios y nos lleva a alabar a Dios y agradecerle por toda la
belleza que nos ha dado, siguiendo las huelas de santos como
Francisco de Asís.
El don de ciencia del Espíritu -expresó el Francisco- nos pone
en sintonía con la mirada de Dios sobre las cosas y sobre las
personas. “Una mirada bondadosa y respetuosa, que nos advierte
del peligro de creernos dueños absolutos de la creación,
disponiendo de ella a nuestro antojo, sin límites”. El Papa
manifestó que “la creación no es propiedad nuestra, ni, menos
aún, sólo de algunos, sino un don maravilloso que Dios nos ha
dado para que la cuidemos y la utilicemos con respeto en
beneficio de todos”. El Sucesor de Pedro insistió en la
necesidad de custodiar la creación. Porque custodiar la creación
es custodiar el don de Dios. Si destruimos la creación la
creación nos destruirá a nosotros. “Dios perdona pero la
naturaleza no”, afirmó el Vicario de Cristo.
Guillermo Ortiz- RV
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
hoy queremos resaltar otro don del Espíritu Santo, el don de
ciencia. Cuando se habla de ciencia, el pensamiento va
inmediatamente a la capacidad del hombre de conocer siempre
mejor la realidad que lo circunda y de descubrir las leyes que
regulan la naturaleza y el universo. Pero la ciencia que viene
del Espíritu Santo no se limita al conocimiento humano: es un
don especial que nos lleva a percibir, a través de la creación,
la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada
criatura.
1- Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo,
se abren a la contemplación de Dios, en la belleza de la
naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a
descubrir cómo cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos habla de
su amor. ¡Todo esto suscita en nosotros gran estupor y un
profundo sentido de gratitud! Es la sensación que sentimos
también cuando admiramos una obra de arte o cualquier maravilla
que sea fruto del ingenio y de la creatividad del hombre: de
frente a todo esto, el Espíritu nos lleva a alabar al Señor
desde lo profundo de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo
que tenemos y somos, un don inestimable de Dios y un signo de su
infinito amor por nosotros.
2- En el primer capítulo del Génesis, precisamente al inicio de
toda la Biblia, se pone en evidencia que Dios se complace de su
creación, subrayando repetidamente la belleza y la bondad de
cada cosa. Al final de cada jornada, está escrito: “Dios vio que
era cosa buena” (1,12.18.21.25). Pero si Dios ve que la creación
es una cosa buena y una cosa bella, también nosotros tenemos que
tener esta actitud: de ver que la creación es cosa buena y
bella. Y con el don de la ciencia, por esta belleza, alabamos a
Dios, agradecemos a Dios por habernos dado ¡tanta belleza! Y
este es el camino. Y cuando Dios terminó de crear al hombre no
dijo “vio que era cosa buena”, dijo que era “muy buena”, nos
acerca a Él. Y a los ojos de Dios nosotros somos lo más bello,
lo más grande, lo más bueno de la creación. Pero padre, ¿los
ángeles? ¡No! Los ángeles están más abajo nuestro, ¡nosotros
somos más que los ángeles! Lo escuchamos en el libro de los
Salmos. ¡Nos quiere el Señor! Debemos agradecerle por esto.
El don de la ciencia nos pone en profunda sintonía con la
Creación y nos hace partícipes de la limpidez de su mirada y de
su juicio. Y es en esta perspectiva que logramos captar en el
hombre y en la mujer el culmen de la creación, como cumplimiento
de un designio de amor que está impreso en cada uno de nosotros
y que nos hace reconocernos como hermanos y hermanas.
3. Todo esto es fuente de serenidad y de paz y hace del
cristiano un gozoso testigo de Dios, en las huellas de San
Francisco de Asís y otros muchos santos que supieron alabar y
cantar su amor a través de la contemplación de la creación. Al
mismo tiempo, sin embargo, el don de ciencia nos ayuda a no caer
en algunas actitudes excesivas o equivocadas. El primero es el
riesgo de considerarnos dueños de la creación. Porque la
creación no es una propiedad, que podemos gobernar a voluntad;
ni mucho menos, es una propiedad de sólo algunos pocos: la
creación es un regalo, es un don maravilloso que Dios nos ha
dado, para que lo cuidemos y lo utilicemos en beneficio de
todos, siempre con gran respeto y gratitud.
La segunda actitud equivocada es la tentación de quedarnos en
las criaturas, como si éstas pudieran ofrecer la respuesta a
todas nuestras expectativas. Y el Espíritu Santo con el don de
la ciencia nos ayuda a no caer en esto. Pero yo quisiera volver
a la primera vía equivocada “cuidar la creación”, no “adueñarse
de la creación”. Debemos cuidar la creación, es un don que el
Señor nos ha dado, para nosotros, ¡es el regalo de Dios a
nosotros! Nosotros somos custodios de la creación, pero cuando
nosotros explotamos la creación, ¡destruimos el signo de amor de
Dios! Destruir la creación es decir a Dios: “no me gusta, esto
no es bueno”. ¿Y qué te gusta a ti? Me gusto a mí mismo: ¡éste
es el pecado! ¿Han visto? La custodia de la creación es
precisamente la custodia del don de Dios. Y también es decir al
Señor: “gracias, yo soy el dueño de la creación. Pero para
hacerla seguir adelante yo no destruiré jamás tu don”.
Y esta debe ser nuestra actitud con respecto a la creación.
Custodiarla, porque si nosotros destruimos la creación, la
creación nos destruirá. No olviden esto.
Una vez, yo estaba en el campo y escuché un dicho de parte de
una persona simple, a la cual le gustaban tanto las flores y él
cuidaba estas flores y me dijo: “debemos custodiar estas bellas
cosas que Dios nos ha dado. La creación es para nosotros; para
que nosotros la aprovechemos bien. No explotarla, custodiarla.
“Porque, ¿usted sabe padre?” – así me dijo – “Dios perdona
siempre”. Sí, y esto es verdad, Dios perdona siempre. “Nosotros
seres humanos, hombres y mujeres, perdonamos algunas veces” . Y
sí, algunas no perdonamos. “Pero la naturaleza, padre, no
perdona jamás y si tú no la cuidas, ella te destruirá”.
Esto debe hacernos pensar y pedir al Espíritu Santo: este don de
la ciencia para entender bien que la creación es el más hermoso
regalo de Dios. Que Él ha dicho: esto es bueno, esto es bueno,
esto es bueno y este es el regalo para lo más bueno que he
creado, que es la persona humana. Gracias.
Traducción del italiano: Eduardo Rubió y María Cecilia Mutual
Palabras del Papa en español
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española,
particularmente a los grupos de sacerdotes del Colegio Mexicano
en Roma, de la Arquidiócesis de Madrid y de la Diócesis de
Nezahualcoyotl, así como a los fieles venidos de España, México,
Argentina, Panamá, Costa Rica, Paraguay, Perú, Colombia y otros
países latinoamericanos. Que sepamos ver cuanto nos rodea como
obra de Dios, y a nuestros semejantes como hermanos y hermanas.
Muchas gracias”.