24.05.14

Lady Julia Flyte responde al Cardenal Kasper

A las 10:24 AM, por Juanjo Romero
Categorías : Disenso, Familia

Retorno a Brideshead.  Anthony Andrews, Diana Quick, Jeremy Irons, 1981

No voy a incidir sobre los motivos de fondo de la propuesta del Cardenal Kasper en torno a los divorciados-vueltos-a-casar, que supongo muy conocidos. Bruno, con la sabiduría, paciencia, profundidad y cariño que le caracterizan ya lo está haciendo.

Tampoco soy de los que se escandalizan por el desarrollo del sarao previo al Sínodo, yo no lo habría hecho así, pero estas cosas tienen tradición paulina y sigo creyendo en el verdadero Santa Claus.

Sin embargo, no me resisto a comentar una de las respuestas que el Cardenal Kasper ofreció en la entrevista a Commonweal durante la promoción estadounidense de su libro, «La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana», y que me resultó especialmente significativa. A mi juicio aporta una de las claves importantes en este desaguisado sobre los «recasados».

Hace un mes el Cardenal Kasper, con algo falta de honradez intelectual, a mi modo de ver, intentaba responder a las críticas que le hizo Pérez-Soba en la publicación alemana Die Tagespost. El cardenal alemán llega a decir irónicamente que él sí que ha citado en su discurso en el consistorio varias veces la Familiaris Consortio de Juan Pablo II. Y no dice la verdad, o peor aún, dice media verdad, porque de la exhortación apostólica no cita precisamente la respuesta a sus inquietudes. Los números 83 y 84 son claros y explicativos, y en especial un párrafo:

Parecido es el caso del cónyuge que ha tenido que sufrir el divorcio, pero que —conociendo bien la indisolubilidad del vínculo matrimonial válido— no se deja implicar en una nueva unión, empeñándose en cambio en el cumplimiento prioritario de sus deberes familiares y de las responsabilidades de la vida cristiana. En tal caso su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia, haciendo todavía más necesaria, por parte de ésta, una acción continua de amor y de ayuda, sin que exista obstáculo alguno para la admisión a los sacramentos.

El entrevistador de Commonweal hizo bien su trabajo y no dejó pasar el asunto recordándoselo veladamente. Y señalando que según «los críticos» (a las tesis de Kasper) para poder recibir el perdón y después sacramentalmente al Señor, haría falta un «heroico ajuste de vida» por parte de quien vive irregularmente (o sea, en adulterio). El Cardenal responde:

Tengo un profundo respeto por estas personas. Pero quiero proponer otra cuestión. Yo diría que la gente debe hacer lo que es posible en su situación. No podemos, como seres humanos, hacer el ideal, lo mejor. Tenemos que hacer lo mejor posible en una situación dada.

Termina liándose con el rigorismo, el laxismo y equiprobabilismo de San Alfonso Mª de Ligorio. No hay mala intención, es que Kasper, como muchos otros, considera que hay cristianos de segunda que sólo merecen un evangelio light, descafeinado. Que la llamada a la santidad no es para todos, basta con ser buenecillos. Supone que la Gracia no actúa y que la correspondencia a la Gracia es para selectos. Eso no es misericordia, eso es un desprecio a la dignidad de la persona que tiene sus raíces en la filiación divina, es pelagianismo pata negra.

En lugar de citar las Escrituras, la Patrística, el Magisterio o la Historia de la Iglesia, voy a recurrir a una novela, «Retorno a Brideshead», que creo que pone de manifiesto el sensus fidelium tan de moda en estos tiempos previos al Sínodo sobre la Familia. Los de mi quinta seguro que la conocen, al menos por la maravillosa serie de TV de los 80.

Para los demás, baste saber que uno de los hilos de la trama es el romance adúltero entre Charles Ryder y Lady Julia Flyte, ambos casados y «dispuestos a todo» hasta que Julia, católica a su modo, redescubre la fe por el testimonio de su padre en el lecho de muerte, decide no casarse con el divorciado y romper la relación. La despedida de Charles y Julia casi al final del libro es antológica:

[Charles]–¿Qué harás?

[Julia]–Seguir sola, simplemente. ¿Cómo puedo saber lo que voy a hacer? Tú me conoces totalmente. Sabes que no estoy hecha para una vida de luto. Siempre he sido mala. Es probable que vuelva a ser mala, y volveré a ser castigada. Pero cuando peor soy, más necesito a Dios. No puedo estar fuera del alcance de su misericordia. Eso es lo que significaría empezar una vida contigo; sin Él. Lo único que puedo desear es ver un paso más adelante. Pero hoy me di cuenta de que hay una cosa imperdonable, como las cosas de la infancia, tan malas que sólo mamá podía arreglarlas, la cosa mala que estaba a punto de hacer, pero no acabo de ser lo bastante malvada para hacerla: situar a un rival a la altura de Dios. ¿Por qué se me permite a mí entender esto y a ti no, Charles? Quizá sea a causa de mamá, de Nanny, Cordelia, Sebastian, quizá Bridey y la señora Muspratt, que siempre me han tenido presente en sus oraciones; o quizá sea un trato privado entre Dios y yo: si sacrifico lo único que quiero de veras, por mala que sea no me abandonará totalmente al final.

He señalado dos frases en negrita, aunque la que de verdad me habría gustado resaltar es: ¿Por qué se me permite a mí entender esto y a ti no, Kasper?