Una de las etapas más conmovedoras del recorrido del Papa por Jerusalén en la mañana de este lunes fue la visita al Memorial de Yad Vashem, monumento a la memoria del Holocausto, que contiene algunas urnas con las cenizas de las víctimas de varios campos de concentración nazis. El Papa recorrió a pie con el director del Centro el perímetro del mausoleo.

En la sala de la remembranza, después de encender la llama del recuerdo, deponer una corona de flores, saludar a algunos supervivientes del holocausto y leerse un texto del Antiguo Testamento, ante el primer ministro y las autoridades, Francisco hizo una reflexión sobre la fuerza y el dolor del mal deshumano del hombre y sobre las “estructuras del pecado”, que contrastan con la dignidad de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios. Éstas fueron las palabras del Papa:

“En este lugar, memorial de la Shoa, escuchamos el eco de esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”… hombre ¿dónde estás? ¿Dónde has ido? En esta pregunta está todo el dolor del Padre que perdió al hijo. El padre conocía el riesgo de la libertad; él sabía que el hijo podría perderse… ¡pero tal vez ni siquiera el padre podría haber imaginado semejante caída, en el abismo! Aquel grito: “¿Dónde estás” Aquí, frente a la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un pozo sin fondo … “

“Hombre, ¿quién eres? Yo no te conozco. ¿En qué te has convertido? ¿Qué horror has sido capaz de hacer? ¿Qué te hizo caer tan bajo? ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado? ¿Quién te infectó con la presunción de hacerte con el bien y con el mal? ¿Quién te convenció de que eras dios? No sólo ha torturado y has matado a sus hermanos, sino que los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te erigiste en dios”.

(RV)