27.05.14

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Construir sobre la Roca que es Cristo

“La confianza que exige la Fe se compenetra con su fortaleza. Lo bueno de ella es que un día se nos mete en el corazón y allí se queda tan firme como los cimientos de una casa de cincuenta pisos”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (576)

La Fe (así escrita, con mayúscula) es un tema que da mucho de sí porque es crucial para la existencia de un ser humano que diga que la tiene y es como la respiración de nuestra alma.

Decir que es importante tener Fe es lo mismo que decir que el hombre, creado por Dios a su imagen y semejanza, necesita alimentar su existencia con algo más que la materia que hace que siga adelante la parte física de su existencia. Pero la Fe, así escrita, con mayúscula, es más y posibilita, para nosotros, mucho más.

Quien dice tener Fe sabe lo que eso supone pues ya no se puede ser una persona al uso, del montón, llamada “normal”, sino que ha de cambiar mucho la vida de quien eso dice y sostiene. Otra cosa sería como sostner algo y su contrario al mismo tiempo.

Tener Fe es, en primer lugar, posicionarse en el mundo con una visión influenciada por Cristo y la que tuvo el Maestro. Si Él fue misericordioso y bueno y perdonó siempre además de ir sembrado verdadera paz allí por donde caminaba, lo mismo debe hacer aquel que se diga su discípulo. No quiere, por eso, Dios, sacrificios a la antigua usanza sino que tengamos un corazón puro, limpio y no manchado por la aberración del pecado, verdadero misterium iniquitatis para el hombre, criatura del Creador.

Pero, además, la Fe ha de convertir nuestra vida en una que esté muy alejada de los parámetros que el mundo propone como buenos y mejores para nuestro devenir. Es cierto que vivimos aquí, en el siglo, pero es aun más cierto que no somos del mundo.

Es verdad que todo lo aquí apenas dicho se ha escrito muchas veces y por muchas personas atentas a lo que nos importa de verdad. Sin embargo, a lo mejor se hace tanta referencia al asunto de la Fe en nosotros porque es más que posible que no le demos la importancia que tiene. Podemos decir, por tanto, que es como si no hubiese arraigado lo suficiente, en nosotros, algo tan obvio como es saber que la Fe tiene todo que ver con la confianza que ponemos en Dios. Y sólo así, comprendiéndolo, alcanzaremos a construir nuestra vida sobre una Roca, tan fuerte, como es Cristo.

Si bien sabemos que la Fe es la sustancia, la savia, que alimenta nuestra alma y que, con ella, el camino que recorremos se hace más llevadero (¿cuántas veces no hemos salido de una fosa sabiendo que Dios nos perdona?) no es menos cierto que la podemos tener como algo residual en nuestra vida. Es que, a veces, somos demasiado ciegos y no sabemos lo que nos corresponde ser ni lo que nos conviene.

A lo mejor no deberíamos olvidar aquello que San Agustín, un gran mundano convertido en gran cristiano, dejó dicho acerca de que Dios, que nos creó sin nuestro concurso, no nos salvará sin nuestro concurso.

Y sí, es cierto que esto se dice muchas veces pero, la mayoría, con la boca pequeña… para que no nos escuche nuestro corazón.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán