El 30 de mayo celebramos a san Fernando, a quien debe su nombre el cardenal Fernando Sebastián, quien comparte su vida con los malagueños desde que se jubilara hace ya siete años.

 -El 30 de mayo celebra usted su santo, ¿qué destacaría de esta figura? 

 -Nos lo presentan como muy devoto de la Eucaristía. Es un ejemplo de santidad, en una vida seglar agitada y difícil. Me llama la atención lo que se cuenta del momento de su muerte: se levantó del lecho, agonizante, y se arrodilló para recibir el viático. Yo le tengo devoción como hombre de Dios, como devoto de la Eucaristía, hombre justo y misericordioso en su reinado e indulgente. 

-Concluimos el mes de mayo, mes de María, mes en que recordamos de forma especial a nuestras madres. ¿Cómo recuerda usted a su madre?

-Como una gran mujer. Yo era el pequeño de cuatro hermanos y he vivido una relación muy intensa y profunda con mi madre: de cariño, veneración, gratitud y ternura. Además, tuve la gran suerte de poder tenerla conmigo los cuatro últimos años de su vida. Me marché de casa a los 15 años y una de las cosas más dolorosas de aquella despedida fue la separación de mi madre. Y después, Dios nos regaló poder vivir juntos los últimos años de su vida, en buena parte en Málaga. Murió en el 95 en Pamplona, y aquí estuvimos desde el 91 al 93. Padeció una enfermedad muy dolorosa y por lo tanto yo conservo realmente un sentimiento de mucha ternura de sus últimos años de vida y de enfermedad. En una ocasión dijo, siendo yo sacerdote, “yo le pido a Dios todos los días de mi vida, morir en brazos de mi hijo”. Y esa gracia Dios se la concedió porque yo estaba cogiéndole la mano en Pamplona la tarde que ella murió. 

-Sus clases en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Pablo son de las mejor valoradas por los alumnos, seglares que, con poco tiempo y mucho esfuerzo, mejoran su formación. ¿Qué les dice a estos alumnos?

-Que tienen mucho mérito. Yo bajo muy a gusto a clase porque es corresponder al esfuerzo de esos alumnos. Además son buenos estudiantes. Tienen verdadero interés por las asignaturas y me parece que es un servicio muy importante en la Iglesia. Se trata, de formarnos sobre las realidades de nuestra fe; sobre Jesús, su vida, sus enseñanzas, su revelación; sobre Dios y su revelación; sobre la estructura de la vida huamana, la libertad, el comportamiento moral en las complejas circunstancias de la vida presente… Es muy divertido estudiar Teología detenidamente y siempre hay mucho que aprender. Yo llevo 60 años estudiando Teología y todavía me sorprendo descubriendo cosas nuevas.

(Encarni Llamas – Diócesis de Málaga. Fotografía S. Fenosa)