Mientras estamos vivos podemos ser salvados

«El diablo quiere confundir la razón porque así aplasta nuestra libertad» dice el exorcista Babolín

 

Junto a la distorsión de la realidad para cambiar bien por mal, profanar y destruir el matrimonio son objetivos prioritarios del Maligno, según testimonia y argumenta en esta entrevista Monseñor Sante Babolín. «Sólo la filosofía que proclama la verdad santifica la razón». Es una máxima que Monseñor Babolín ha hecho suya y que habla también de sus treinta años como académico de Filosofía en la Universidad Gregoriana que dejó atrás para dedicarse a una nueva «emergencia pastoral».

7/06/14 6:47 PM


(Portaluz/InfoCatólica) Tenía setenta años cuando fue designado como exorcista de la diócesis de Padua por el obispo de Padua monseñor Antonio Mattiazzo. Tras siete años y más de 1.300 casos atendidos su libro «El exorcismo. Ministerio de la consolación» se aleja de sensacionalismos e intenta llegar a la raíz del bien y el mal en nuestro tiempo. Esta semana, en entrevista difundida por revista Tempi de Italia, Babolín sale al ruedo de la actualidad denunciando el fondo espiritual en una sociedad cegada por la materia.

Invita a usar la razón para distinguir el bien del mal, en un tiempo donde con el engañoso argumento del «todos iguales» se busca en definitiva disolver los límites entre lo que es correcto y qué no lo es. Ante el intento del demonio por causar confusión, dice Babolin, es necesario defenderse con la «santidad de la razón»…

¿Podría explicar esta afirmación?

La razón es santa cuando afirma la razón. Parece una tautología, pero a lo que apunto es a señalar que la razón es tal sólo cuando respeta la realidad, es decir, cuando se respeta el estatuto ontológico del hombre, que es una síntesis extraordinaria, maravillosa de espíritu y materia. La razón es la herramienta que poseemos para discernir, para utilizar adecuadamente los sentidos. Dice el mismo Santo Tomás: «Et sensus ratio quaedam est». La razón respeta la realidad porque debe partir siempre de los datos de la experiencia, de lo contrario se convierte en una interpretación errónea, engañosa y desencarnada... En una palabra: una ideología.

Usted afirma que es precisamente esta capacidad de defenderse del Maligno, la que ayuda a distinguir el bien del mal. Porque sólo así seremos «libres para amar».

Vea, el Diablo -tal como está escrito en los Evangelios-, es constitutivamente mentiroso. Engaña cuando distorsiona la realidad, pero también cuando dice algo de verdad. Incluso cuando el Diablo le diga la verdad, lo hace con un motivo ulterior, de acuerdo a una intencionalidad que no es la del Creador. El diablo quiere confundir la razón porque así aplasta nuestra libertad. Cómo ya escribió Blondel, «la libertad de la libertad es un engaño». La verdadera libertad es el amar, no existe otra. La libertad se realiza en el amor, un amor que puede incluso ser sacrificio y que necesariamente deriva en un servicio al otro. La libertad sin el amor se auto aniquila.

Pero hoy vivimos en una sociedad que no pone en primer lugar a la razón, sino a la espontaneidad, el «mi sentir», el instinto.

Uno también puede tener una reacción apta, inmediata, evitando vivir de esa forma. En cierto sentido, los animales son más afortunados que nosotros, debido a que su instinto no se equivoca nunca. Su vida no depende de la razón, sino del uso de los sentidos y de los instintos. Por esto el cordero, aunque nadie le ha enseñado que el lobo es peligroso, cuando lo ve, huye. Pero para nosotros no es así. Si nuestra sensibilidad no fluye de la razón, queda inconclusa esa misma sensibilidad. De hecho, cuando desde la razón vamos hacia la sensibilidad, somos creativos y generamos el arte.

En su obra «El exorcismo. Ministerio de la Consolación», advierte contra el peligro de que la familia sea aplastada...

Sí, por las razones que acabo de mencionar, pero también por motivos relacionados con la fe. El Maligno -y esto queda en evidencia durante los exorcismos-, tal como desea profanar la Eucaristía, busca profanar y destruir el matrimonio. El sacramento del matrimonio es el sacramento más cercano a la Eucaristía. No es casualidad que Jesús, después de su bautismo en el Jordán, fuese a participar en las bodas de Caná e instituya el matrimonio, que es el sacramento que consagra el origen de la vida.

¿Podría explicarse con más detalle?

Una vez, durante un exorcismo, le pregunté al Maligno por qué le daba tanto fastidio el amor entre un esposo y una esposa que se habían unido a la iglesia. Y él me respondió: «¡No soporto que se amen!» El Maligno puede ofrecer sexo, pero no el amor. Cuando los cónyuges se ofrecen recíprocamente con el sello (sacramento) del matrimonio, también se dan uno al otro el Espíritu Santo. Y el Diablo lo sabe, por eso trata de destruirlo. Cuando una relación amorosa tiene como finalidad el matrimonio, este propósito fluye como un reflujo protector durante todo el camino. Cuando los contrayentes se presentan en el altar, declarando su decisión, el sacerdote la ofrece a Dios invocando sobre ellos al Espíritu Santo. En el momento que el Espíritu Santo, invocado por la Iglesia, desciende y transforma su relación, ocurre la unión matrimonial. Luego, el sacramento nace en el tálamo. Por esta razón yo llamo «tálamo» al lecho conyugal, porque ese es el altar de los que creen en Cristo. Es el altar donde ocurre la liturgia del matrimonio, que durará toda la vida. Justo ayer conocí a un matrimonio que tiene dos hijos con problemas relacionados con mi ministerio. Estos padres están luchando en forma maravillosa contra el Maligno… ¿Saben lo que les protege y les da fuerza?... El amor que los unió en el sacramento del matrimonio.

Regresando al tema de la familia...

Regresando a la familia, en ella vemos la trinidad humana. Por los progenitores llega un tercero, el hijo, y así vemos en la familia el reflejo del misterio del Dios uno y trino. El hombre no es dos, sino tres, sino porque en él se encuentra el germen de la trinidad de Dios.

En un incidente que refiere otro exorcista, el Padre Matteo La Grua, dice que después de un exorcismo, enfrentándose con el Diablo, le preguntó: ««¿Quién eres tú?» Y él respondió: «Yo no soy nadie. Perdí mi nombre». Y se marchó, dejándome aturdido (...). Palabras escandalosas, porque en la cultura bíblica el nombre se identifica con la persona, por ello era como si el diablo me estuviera diciendo que, después de haberse rebelado contra Dios, él no era nadie, porque, al revelarse contra su Creador, se había perdido a sí mismo, su propia identidad y su propia verdad».

Cuando durante los exorcismos le digo al diablo que él es «nadie» se enrabia molestísimo. Le digo: «Tú desearías aniquilarte, pero no puedes porque eres una criatura». La criatura no puede crearse, menos aniquilarse. Él desearía desaparecer por no sufrir, pero no puede. Resulta espantoso sólo pensarlo. En cierto sentido, es un continuo intento hacia la destrucción y la autodestrucción que no se puede realizar. El Maligno sufre él mismo por su condición, pero no puede liberarse.

Dios le ha dado realmente la libertad a los espíritus puros y al ser humano. Es un regalo fundamental, del que Dios jamás les priva. Pero la libertad significa ser libre para decir «sí» como para decir «no». Si uno se encierra en su «no», este «no» se convierte en irreversible. Para nosotros, los seres humanos, el Señor tiene más misericordia porque también somos de carne, pero para los espíritus puros... existe la irreversibilidad.

¿Qué quiere decir esto de la misericordia por nuestra carne?

Que mientras estamos vivos podemos ser salvados. Es la carne la que nos salva. De hecho, Él (Jesucristo) se hizo carne sólo por salvar a los que estamos en la carne. Es el gran misterio de la Encarnación de Dios.