Segunda parte de la entrevista que Fabio Baggio, sc, ha concedido a Agencia SIC (Ver Primera Parte). El que fuera Delegado de Migraciones en la diócesis de Buenos Aires siendo Arzobispo Jorge Mario Bergoglio repasa, en esta conversación, algunos de los hitos más importantes en su trabajo en Argentina con el apoyo del hoy Papa Francisco y algunas de las claves de desarrollo de la acogida de los migrantes en la actualidad. 

P.- El peligro de guetización es uno de los grandes problemas con los que nos encontramos como nación de acogida. El Papa Francisco habla, repetidamente contra esto y apela a la “cultura del encuentro” ¿Cómo conjugar esta acogida con la tendencia a esta guetización que pueden tener algunos inmigrantes?

R.- Hay que distinguir entre exclusión y auto-exclusión. Históricamente, la gente tenía tendencia a concentrarse en algunos lugares particulares de la ciudad, normalmente lugares abandonados por los otros, que se constituían en clave de seguridad: W”puedo hablar mi idioma, está mi gente, mi comida”… Históricamente, se ha demostrado que esto puede ser un primer paso pero que, realmente, no ayuda a la integración como nosotros la concebimos.

Por otra parte, el trabajo de los mediadores culturales en este caso es muy importante, el caso de personas con una experiencia positiva, que proceden de la misma cultura o que la conoce a fondo. Que puedan dialogar utilizando las palabras clave del lenguaje cultural de la otra persona para darle la imagen de la confianza. Es obvio que la primera reacción xenófoba, discriminatoria o racista que se presente arruina todo trabajo que uno ha construido. Es suficiente un gesto como los que están sucediendo en algunas zonas de Europa para arruinar el trabajo de años en el acercamiento de comunidades.

En el caso las parroquias hay dos dinámicas: la parroquia que se abre a personas católicas, o cristianas que quiere entrar en un dialogo a nivel cristiano y tiene valores religiosos que pueden compartir o un diálogo interreligioso con otras personas que normalmente funcionan a nivel de servicios

En ambos la actitud de la parroquia es muy importante. No es parte de la generosidad sino de la justicia. El sello de la justicia significa que yo no te estoy dando de lo que me sobra sino que, según el ejemplo de Los Hechos de los Apóstoles, te doy lo que precisas. Lo que estoy obligado a darte porque eres parte de mi comunidad. Hay que tener presente también, como menciona el Papa, que no basta con tener las puertas abiertas, hay que ir a buscar a las personas.

P.- Ha aludido al paso de la acogida al diálogo ¿Cómo desarrollar este diálogo con otras sensibilidades católicas o incluso con creencias no cristianas?

R.- Hace falta preparación. “Salir al encuentro de otra cultura” puede producir el efecto exactamente opuesto del que quiero. Puede ser que el otro se espante porque no he utilizado las palabras adecuadas. De ahí que antes hablara de la importancia de los mediadores culturales.

El diálogo es, para mí, una expresión de fe dinámica. Nuestra expresión religiosa ha ido cambiando a lo largo de la historia. En el caso español, culturas no cristianas como la cultura musulmana o judía aportaron elementos interesantes a la manifestación de la fe cristiana dando lugar a liturgias particulares. Este hecho ayuda también a la reafirmación de la fe, porque en el diálogo con el otro necesito profundizar en la fe.

Este diálogo puede ayudar a personas con otras ideas no cristianas, no creyentes a profundizar en valores que nuestra reflexión cristiana ha profundizado. Al mismo tiempo, por ejemplo, el contacto con los hindúes, nos ayuda a reflexionar sobre temas ecológicos, de contacto con la creación que no hemos profundizado tanto como ellos, o  el sentido de la oración de la cultura islámica…

Las parroquias son la Iglesia “chiquita” en la que se revela el rostro de Cristo. La persona que va al migrante tiene que reconocer en el otro a Cristo que necesita ser atendido y al mismo tiempo tiene que representar a Cristo que se manifiesta.

P.- Usted ha trabajado en el campo de las Migraciones con el Papa Francisco en su etapa como arzobispo de Buenos Aires. En una cultura como la Argentina marcada por este fenómeno migratorio ¿Cuál fue el trabajo que llevó a cabo allí?

R.- En Buenos Aires, fui Delegado de Migraciones 5 años y medio, el primer año con el Cardenal Quarracino, poco después llegó el arzobispo Jorge Mario Bergoglio.

Buenos Aires se caracteriza por ser una archidiócesis muy marcada por el tema migratorio. Especialmente la capital, en la que de 4 millones de personas de los cuales el 13% tenían otro pasaporte, eran de otra nacionalidad.

En esa época, en Argentina comenzaba una lucha contra los ilegales o indocumentados; muchas que habían entrado como turista o habían perdido el permiso de trabajo, con la Visa perdida… había un gran grupo con hijos nacidos ya en Argentina por lo que podían regularizarse. Impulsados por el entonces Arzobispo Bergoglio, comenzamos un trabajo de regularización con estas familias que tenían niños.

El segundo grupo, los irregulares sin posibilidades de obtener otros papeles no tenían mucha opción a menos que volvieran, regularizaran sus papeles y volvieran a Argentina con permiso de trabajo.

En el caso de nuestra tarea con los niños, esta acción respondió a una llamada de un grupo, católico que había identificado el problema de la falta de acceso a la educación de los menores. Junto con la OIM realizamos un video acerca de los derechos de los niños y lo propusimos a las escuelas de Buenos Aires, en que se abordaba el derecho a la educación. Fue un trabajo con las bases: escuelas, profesores y con los diputados que habían aprobado la Carta de los Derechos de los Niños. Se otorgó un documento a los niños para que pudieran acceder a la escuela Secundaria.

Esos cuatro años estuvimos trabajando en la nueva Ley de Inmigración. Entonces seguía vigente la Ley Videla, una ley militar, de la dictadura en la que la cuestión migratoria se trataba con carácter militar: control. Junto a otros grupos activistas, algunos de inspiración cristiana, otros no cristianos, de otras confesiones o civiles, creamos la Mesa de Integración y llevamos adelante el discurso del cambio de la ley. Con la ayuda de un diputado, muy interesado en el tema, se preparó una propuesta con estas ideas y la ley se aprobó en 2004. Una ley modelo de inmigración, que ante todo niega la discriminación en la entrada. Una ley que reconoce todos los derechos fundamentales a las personas que pasen las fronteras de Argentina.

(Mª José Atienza – SIC)